Foto: Mary Evans via ZUMA Press

Maurizio Pollini: un arte más allá de la vida misma

El pianista Maurizio Pollini (1942-2024) se distinguió por su dedicación absoluta a la música en sí misma, por su amalgama de técnica impecable y emoción intensa.
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Cuando recibí, el pasado 23 de marzo, la noticia del fallecimiento de Maurizio Pollini, mi mente retrocedió casi dos décadas en el tiempo, al año 2005, cuando lo escuché por primera vez. Apenas había comenzado mis estudios en el nivel medio superior de música del Conservatorio Amadeo Roldán de La Habana, mi ciudad natal. Un día llegué a la casa de Patricia Melis Gras, mi maestra de piano de entonces, para una lección habitual. Antes de sentarnos frente al instrumento, escuchamos una grabación que ella acababa de adquirir, de los Estudios de Frédéric Chopin interpretados por Pollini. Desde el primer acorde quedé cautivada por la maestría y la energía de aquella interpretación. El trabajo meticuloso y el enfoque poético con el que este pianista italiano abordaba las complejas piezas del compositor polaco dejaron una impresión imborrable en mi memoria.

No es casualidad que el ascenso meteórico de Pollini en el mundo del piano comenzara cuando ganó el primer premio del Concurso Internacional de Piano Frédéric Chopin de Varsovia en 1960, a la temprana edad de 18 años. Su participación impresionó a Arthur Rubinstein, pianista justamente célebre por sus aproximaciones a Chopin y presidente del jurado de la edición de ese año, y marcó el inicio de una brillante carrera que lo llevaría a los escenarios más prestigiosos del mundo. Sin embargo, en lugar de sucumbir al éxito y la fama, Pollini optó por retirarse momentáneamente de los reflectores y sumergirse en un periodo de estudio intensivo junto a figuras destacadas de la llamada edad de oro del piano, como Arturo Benedetti Michelangeli, mentor de otros grandes del piano, como Martha Argerich e Iván Moravec.  

Nacido en Milán en 1942, Pollini defendió con gran maestría tanto las obras modernas de compositores vanguardistas como Pierre Boulez, Karlheinz Stockhausen, Luigi Nono y Luciano Berio, como las clásicas de Beethoven y Chopin. Su primera grabación, de los Tres movimientos de Petrushka (1972), marcó su ascenso como una figura líder en el mundo de la música clásica, como un intérprete virtuoso y un innovador incansable.

La vida política también jugó un papel crucial en su carrera. La afinidad con el Partido Comunista Italiano, influenciada en parte por su relación con Nono, lo llevó a abrazar una conciencia política que resonó en su arte, participando de manera activa en diversos proyectos sociales y educativos que llevaban la música clásica a los sectores obreros y de menores recursos económicos. Muchos jóvenes artistas italianos de esa época, incluido el director Claudio Abbado, fueron miembros de este partido y participaron, junto con Pollini, del compromiso de la música como vehículo de expresión política y social.

Pollini representó una faceta singular en el mundo de la interpretación pianística. Se distinguió por la dedicación absoluta a la música en sí misma, trascendiendo las barreras de la comunicación emocional directa para sumergirse en la exploración profunda y concienzuda de las obras. Aunque puede parecer distante o intelectual comparado con otros ejecutantes aclamados tanto por su virtuosismo como por su carisma y conexión emocional con el público –son los casos, por ejemplo, del mencionado Rubinstein y de Vladimir Horowitz–, Pollini encarnó el compromiso con la excelencia artística y el profundo entendimiento de la música, que enriqueció la diversidad de los enfoques y estilos del repertorio clásico, situándose en un lugar único en la historia de la interpretación pianística. Sus ejecuciones reflejan la constante evolución de lo que significa la maestría interpretativa.

El pianismo de Pollini, amalgama de técnica impecable y emoción intensa, toca el corazón de quienes lo escuchan y lo distingue como uno de los grandes del piano contemporáneo. En sus manos, Chopin se convierte en un arquitecto musical, Stockhausen en un poeta del sonido y Beethoven en un filósofo de la emoción. Sus magistrales interpretaciones de los conciertos para piano de Béla Bartók con la Orquesta Sinfónica de Chicago bajo la dirección de su colega y amigo Claudio Abbado, así como la sublime ejecución de Petrushka para piano, son referentes imperecederos.

Las interpretaciones de Pollini invitan a reflexionar sobre la naturaleza de la música y su capacidad para conmovernos y trascender las limitaciones del lenguaje humano. Su enfoque riguroso y el compromiso con la perfección técnica también rememoran que la música requiere tanto de habilidad como de sensibilidad, y que la verdadera grandeza radica en la capacidad de transmitir la esencia misma de una obra musical, más allá de las palabras y las emociones superficiales.

En un mundo donde la música clásica a menudo se enfrenta a acusaciones de irrelevancia y falta de accesibilidad, la figura de Maurizio Pollini recuerda la importancia de mantener vivos la tradición de la interpretación magistral y el profundo respeto por el legado de los grandes compositores del pasado. Pollini deja un inmenso vacío, pero su herencia espiritual y artística trascenderá el espacio y el tiempo, como una luz para aquellos que tengan el privilegio de escucharlo. Perdurará como un faro de inspiración para las futuras generaciones de músicos y amantes de la música, recordándonos que la búsqueda de la excelencia artística es un viaje sin fin, una fuente inagotable de belleza y significados que trascienden la vida misma. ~

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Ana Gabriela Fernández (Cuba-México) es pianista. Graduada de maestría y doctorado con mención honorífica en la UNAM. Ha obtenido diversos premios en certámenes nacionales e internacionales. Ha realizado numerosos recitales y conciertos en Cuba, Estados Unidos, Canadá y México.
Ha sido becaria del Belgais Center for Arts con Maria Joao Pires, en Castellón Branco, Portugal y de la OAcademy (2022), con la pianista venezolana Gabriela Montero. Funge como coordinadora institucional del sitio Zona Paz y es candidata al posdoctorado en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.


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