Los primeros anuncios del primer informe de gobierno de AMLO tienen tres aciertos y tres errores. Empecemos con los aciertos:
- Son austeros. A diferencia de los spots de Enrique Peña Nieto, que mostraban una producción mucho más elaborada –lo que significaba que eran más costosos–, estos spots son austeros, en congruencia con el mensaje presidencial.
- El presidente se ve presidencial. López Obrador usa el Palacio Nacional como fondo y habla a la nación vestido formalmente, de traje y corbata. Hay un spot en el que la corbata a cuadros se antoja demasiado casual, pero fuera de eso, la imagen comunica claramente: él es el presidente. Esto se refuerza visualmente con el spot de la junta del gabinete de seguridad, aunque la extraña idea de dejar a un solo secretario de Estado de pie desequilibra la imagen y le roba foco al presidente.
- El spot de agradecimiento. Este mensaje es el que tiene la retórica más presidencial y tal vez el único que apela a la esperanza. “Separar al poder económico del poder político”, es decir, terminar con el gobierno como plataforma de negocios para unos cuantos. “Que el gobierno represente a todos, atienda a todos y respete a todos”, una tesis democrática incontestable e indispensable para México. Y “por el bien de todos, primero los pobres”, sello de un gobierno de izquierda. Como discurso, es muy persuasivo y efectivo. Los ciudadanos tenemos que exigirle al presidente que sus actos estén realmente a la altura de estas palabras, sobre todo en lo que hace al “atender y respetar a todos”.
En cuanto a las debilidades de los spots.
- Austeridad: apelar al enojo con el pasado para evitar el enojo con el presente. Como si siguiera en campaña, en un spot le recuerda a la audiencia los excesos y abusos de la alta burocracia antes de su llegada a la presidencia. Habla de que “ya no hay sueldos de 700 mil pesos mensuales” y de la cancelación de seguros médicos privados que, según él, los altos funcionarios usaban para “hacerse hasta cirugía plástica”. La hipérbole se lleva al límite cuando el presidente se jala la piel de la cara para decir que los funcionarios “se estiraban a costillas del erario”. ¿Es un mensaje que rinde cuentas del estado que guarda el gobierno en lo que más nos interesa? ¿O es una forma de propaganda política para recordarnos que “antes estábamos peor”?
- Seguridad, o cómo ser evaluado por intenciones, y no por resultados. Un candidato se evalúa por intenciones y un presidente se mide por resultados, pero gracias al hábil uso del discurso demagógico, AMLO ha logrado que sus seguidores lo evalúen por sus intenciones. En seguridad ha habido un incremento notable en todos los indicadores negativos de crimen y violencia. Sin embargo, el presidente nos dice en un spot que él prometió que tendría una junta a diario a las 6 de la mañana con su gabinete de seguridad, y cumplió. No importa si las cosas están peor: la junta existe, tiene lugar a las 6 am en punto (hay un reloj para demostrarlo) y, apelando a la fe y no a la razón, eso debe ser motivo suficiente para darnos tranquilidad. En Coatzacoalcos, tristemente, las cosas se ven de otro modo.
- Economía, o el uso del contraste para evitar hablar de lo que va mal. Antes, el dolor de cabeza de los presidentes era que, a pesar de que el PIB, las reservas internacionales y la inversión extranjera crecían, la gente “no percibía” eso en sus bolsillos. Hoy, está pasando otra cosa: los indicadores macro comienzan a descomponerse, pero el presidente puede presumir que hizo algo que se siente en el bolsillo: aumentó el salario mínimo como no se había hecho en años. Muy bien. También aumentaron los apoyos a la gente pobre, al menos en el papel. ¿Algún otro logro que presumir? No, y por eso el presidente enlista algunas desgracias que no ha querido provocar: no aumentó impuestos, ni el precio de los energéticos ni la deuda pública. El contraste es engañoso, pero efectivo. ¿Basta eso para decir que ahora sí hay bienestar? Para el presidente sí. Habrá que ver qué dice la gente.
En estos meses, el presidente ha seguido tres estrategias discursivas: división, desahogo y distracción. Estos spots usan las dos últimas. Sus seguidores dirán que los anuncios están muy bien. Sus críticos dirán que ocultan la realidad. Sólo el tiempo dirá si lo que es bueno para la popularidad de AMLO es bueno para México.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.