Albert Camus, el moralista en combate

La editorial Debate acaba de publicar "La noche de la verdad: Los artรญculos de Combat (1944-1947)". En el prรณlogo Manuel Arias Maldonado seรฑala las virtudes democrรกticas y antitotalitarias del escritor franco-argelino, la evoluciรณn de sus posiciones polรญticas y su acercamiento poco sistemรกtico a la filosofรญa.
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Albert Camus fue nombrado redactor jefe de Combat, periรณdico que hablaba en nombre de la Resistencia francesa contra el nazismo, en otoรฑo de 1943; apenas contaba treinta aรฑos. El dato es chocante: pensamos en un autor reputado cuando pensamos en Camus, pero entonces no lo era todavรญa. Es cierto que su vida habรญa empezado a acelerarse y ya solo se verรญa frenada por el accidente de coche que lo matรณ en enero de 1960, dejรกndonos para siempre la imagen emblemรกtica del escritor que se da un aire al Humphrey Bogart de la Warner y fuma Gauloises en blanco y negro. Pero a comienzos de la Segunda Guerra Mundial solo era un escritor vacilante que encadenaba aventuras amorosas moviรฉndose entre Argel y Orรกn, lejos de Parรญs y por tanto del รฉxito que tanto anhelaba. Es la publicaciรณn casi simultรกnea de El extranjero y El mito de Sรญsifo en 1942 la que le abrirรญa las puertas del estamento literario. Poco despuรฉs de su apariciรณn, tras pasar una temporada recuperรกndose de su vieja tuberculosis en un sanatorio situado al norte de Occitania, Camus entrรณ a trabajar a tiempo parcial en la editorial Gallimard, mientras su esposa Francine le esperaba en Argelia. Y fue entonces cuando โ€”tras haber sido rechazado en varias ocasiones por el ejรฉrcito por razones de saludโ€” asumiรณ la responsabilidad editorial en Combat, formalizando asรญ su relaciรณn con la Resistencia. El joven Camus se convertirรญa con ello en una de las voces mรกs prominentes de aquella Francia minoritaria que no se resignaba a ser Vichy.

En este volumen se recogen, a partir de la ediciรณn minuciosa de Jacqueline Lรฉvi-Valensi, la totalidad de los textos que Camus escribiรณ para Combat entre marzo de 1944 y junio de 1947, con el aรฑadido de varias piezas aparecidas en 1948 y 1949. Son textos firmados por el escritor francรฉs o que pueden atribuรญrsele con cierta seguridad: 138 editoriales, 27 artรญculos. El periรณdico existรญa desde diciembre de 1941, cuando tiraba irregularmente apenas mil copias; a finales de 1943 llegaba a las 250.000. Su alcance era notable y la publicaciรณn servรญa como centro de relaciones para los miembros de la Resistencia. Hay que recordar que los nazis seguรญan en Francia; por algo dice Camus en su primer artรญculo que es necesario implicarse: la Francia que mira debe sumarse a la Francia que lucha. Combat importa porque la exaltaciรณn del buen patriotismo es parte del esfuerzo bรฉlico: los franceses estรกn unidos por una โ€œsolidaridad del martirioโ€ que exige la oposiciรณn activa contra el enemigo comรบn.

Camus describe Combat como un periรณdico cercano al socialismo, que es crรญtico con el marxismo y el cristianismo pero se empeรฑa โ€“con poco รฉxitoโ€“ en dialogar con ambos. Dirรก tambiรฉn, al final de la aventura, que Combat nunca quiso ser un periรณdico de partido; se trataba de contribuir al debate pluralista con arreglo al espรญritu de la Resistencia: โ€œAl sublevรกrsele el corazรณn consolidรณ [la Resistencia] unas cuantas verdades de la inteligenciaโ€. Es una manera muy francesa de describir una empresa precaria organizada alrededor de Charles de Gaulle, hombre providencial con rango de general al que Combat โ€“acaso por falta de alternativaโ€“ se mantuvo siempre fiel; tanto que, como ha seรฑalado Olivier Todd, no impugnรณ el mito gaullista segรบn el cual Francia fue liberada por los propios franceses

((Olivier Todd, Albert Camus: Una vida, Barcelona, Tusquets, 1997.
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. Se ve que el imperativo moral que nos obliga a decir siempre la verdad, despuรฉs de todo, tambiรฉn conoce algunas excepciones. En todo caso, Camus fue el primero en admitir en estas pรกginas que la Resistencia no estaba compuesta de santos, porque no aspiraba a una naciรณn de santos. Quizรก pensaba en รฉl mismo: durante todo este periodo, nuestro hombre se mantuvo separado de su esposa y entablรณ una intensa relaciรณn sentimental con la cรฉlebre actriz de origen espaรฑol Marรญa Casares, a la que conociรณ en una reuniรณn con gente del teatro interesada en montar El malentendido. Solo al terminar la guerra, cuando Camus se reuniรณ con Francine y esta quedรณ embarazada, Casares rompiรณ con รฉl.

Camus el editorialista

ยฟQuรฉ interรฉs presentan hoy estos textos periodรญsticos? Han pasado mรกs de setenta y cinco aรฑos desde la apariciรณn del primero de ellos; el siglo XX se va alejando de nuestra vista. Sin embargo, nos sigue fascinando: tanto la lucha democrรกtica contra el totalitarismo nazi como el brutal experimento comunista poseen una fuerza emocional y simbรณlica difรญcilmente parangonable. Se trata, por aรฑadidura, de conflictos humanos universales llamados a reproducirse bajo formas distintas; de ahรญ que aรบn nos miremos en el espejo de aquel siglo. A la pregunta sobre el interรฉs de estos artรญculos puede responderse asรญ de manera inequรญvoca: hay que leerlos. Pero no hay una sola razรณn para hacerlo, sino que esta dependerรก del aspecto que mรกs llame nuestra atenciรณn. Y es que son una pequeรฑa historia, oblicua si se quiere, de un momento apasionante de la historia europea y francesa, ademรกs de una intervenciรณn vigorosa en el debate de ideas de su tiempo. Para especialistas como David Carroll, prologuista de la ediciรณn estadounidense, su principal interรฉs es asรญ polรญtico; son textos pegados al terreno de los grandes acontecimientos y en ellos puede dibujarse una trayectoria personal โ€”que es la de Camus y tantos otrosโ€” que va del entusiasmo a la decepciรณn.

Desde luego, la temรกtica es exhaustiva. En estas pรกginas se habla de justicia, comunismo, revoluciรณn, imperialismo; se discute la depuraciรณn desarrollada en Francia tras el desmantelamiento de Vichy; se medita sobre el significado de la democracia y su relaciรณn con el socialismo. Pero tambiรฉn hay una riqueza de detalles que nos aproximan vivamente a una รฉpoca que solemos ver representada con trazos gruesos: el editorialista Camus se queja de que el Gobierno impone una tributaciรณn opresiva a la industria del cine, habla de la arquitectura internacional cuyo estilo empezaba a insinuarse, visita un sur de Alemania cuya rubia serenidad le sorprende, o reacciona a un discurso que Churchill ha pronunciado la vรญspera. Es ademรกs uno de los pocos intelectuales franceses que expresa su horror ante el lanzamiento de la bomba atรณmica sobre Hiroshima, concediendo sin embargo que pudo ser necesaria para forzar la rendiciรณn del imperio japonรฉs. El razonamiento es tรญpico de Camus: se horroriza ante una realidad atroz sin ofrecer una alternativa plausible. ยฟReside aquรญ una de las razones de su รฉxito?

Para el lector espaรฑol, la compilaciรณn se ve enriquecida por sus frecuentes alusiones a nuestro paรญs. Recordemos que Camus estaba vinculado familiarmente a Espaรฑa, ya que sus bisabuelos maternos emigraron a Argelia desde la depauperada Menorca de mediados del siglo XIX; el interรฉs natural de los europeos por la insurrecciรณn franquista y la instauraciรณn de la dictadura se veรญa reforzado en su caso. Combat se hacรญa eco de una esperanza que Camus convirtiรณ aquรญ en mandato: โ€œEsta guerra europea que empezรณ en Espaรฑa hace ocho aรฑos no podrรก terminar sin Espaรฑaโ€. Para nuestro editorialista, la situaciรณn espaรฑola venรญa provocando desde 1938 una โ€œvergรผenza ocultaโ€ a los autรฉnticos demรณcratas, que no podรญan olvidar cรณmo el Gobierno progresista encabezado por Daladier internรณ a medio millรณn de refugiados espaรฑoles que huรญan de la guerra en campos de concentraciรณn; entre ellos, un Antonio Machado a quien Camus aludรญa con amargura. A finales de 1945, lo que quedaba era el deseo de que Espaรฑa estuviera en la agenda de los Aliados. Y un reproche: la retรณrica democrรกtica de estos รบltimos se veรญa comprometida por la sola existencia del rรฉgimen franquista. La realidad se interponรญa una vez mรกs en el camino de la moral; no cabe duda de que Espaรฑa fue otra de las decepciones de Camus en la posguerra.

Historiador del momento

Sin embargo, estos artรญculos no se definen solo por sus temas. Son tambiรฉn un estilo, un modo de decir las cosas cuyo eco resuena particularmente ahora que se ha renovado el interรฉs por las condiciones de la conversaciรณn pรบblica y el papel que los medios de comunicaciรณn desempeรฑan en ella. Hoy vuelve a preocuparnos โ€“como preocupaba a Camus y preocupรณ a Orwell o a Aron, incorporado a Combat despuรฉs de la derrota naziโ€“ la intrincada relaciรณn entre persuasiรณn y verdad. Por lo demรกs, se trata de textos firmados por un escritor (o atribuidos a รฉl) que sigue siendo reeditado, leรญdo, citado; un escritor que, ademรกs, sigue en pie como uno de los mitos literarios de una รฉpoca que los producรญa con facilidad. Leer al Camus que ejercรญa como editorialista durante la larga noche europea permite comprender mejor al Camus que trabajaba por entonces en La peste o formulaba por vez primera ideas que luego fructificarรญan en El hombre rebelde. Merece la pena leer a este periodista que a menudo se pone el traje del filรณsofo polรญtico. ยฟPrestarรญamos atenciรณn a estos editoriales si no los firmase Camus? Es difรญcil saberlo; el caso es que los firma รฉl.

En estas pรกginas, se define al periodista como a un โ€œhistoriador del momentoโ€ que, enfrentado al carรกcter elusivo de la verdad, debe comprometerse รฉticamente con la objetividad y la prudencia. Y Camus parece dirigirse a nosotros, que hablamos de posverdad y noticias falsas, cuando advierte que, en el terreno del periodismo, es mejor no reemplazar los hechos por los propios deseos. Curiosamente, Aron reprocharรก a Camus tener poco interรฉs por los detalles; como otros habรญan lamentado, durante sus aรฑos de formaciรณn, su acercamiento poco sistemรกtico a la filosofรญa. No es sorprendente: el interรฉs de Camus estaba en las ideas y se deslizaba hacia la reflexiรณn moral, donde los detalles cuentan pero la realidad puede estorbar. Pero sus intuiciones sobre la neutralidad de instituciones democrรกticas y medios de comunicaciรณn son acertadas: mientras que el Estado no puede enseรฑar en las escuelas โ€œverdades no reconocidas por todosโ€, la prensa solo puede cumplir su papel si rehรบsa abrazar ideologรญas particulares y proporciona una arena para el diรกlogo a lo largo del espectro polรญtico. De modo que la primera mitad del siglo habรญa dejado claras sus lecciones; hoy parecieran olvidadas.

Hay que tener en cuenta que, en su mayor parte, lo que Camus escribe son editoriales bajo seudรณnimo. Se trata de un gรฉnero con servidumbres propias, que sin embargo encaja como un guante con las inclinaciones moralizantes del escritor francoargelino. No en vano, รฉl mismo advierte que se vive en una โ€œera de la indignaciรณnโ€ que no permite el empleo de la ironรญa; las circunstancias no invitaban a la ligereza. Para mรกs inri, la tendencia de los comentarios editoriales a la separaciรณn de buenos y malos, acompaรฑada por lo general de exigentes llamamientos a la acciรณn, se veรญa naturalmente reforzada en el marco de la guerra buena contra la Alemania nazi; si alguna vez ha existido eso que ahora llamamos โ€œclaridad moralโ€ fue entonces, cuando millones de personas se sacrificaron en la lucha contra unos malos inequรญvocos. Y con todo, esa claridad quedรณ irremediablemente emborronada allรญ donde la ocupaciรณn nazi dio lugar a regรญmenes colaboracionistas como el de Vichy. La herida abierta en el corazรณn de la sociedad francesa exigรญa sutura inmediata, aunque fuera por medio de la ficciรณn gaullista que distinguรญa la Francia verdadera de la falsa Francia. En uno de sus primeros editoriales, Camus habla de una Francia partida en dos: โ€œla Francia de siempre y los que quedarรกn destruidos por haber intentado destruirlaโ€. ยกVigorizante ilusiรณn! La dificultad de trazar una lรญnea de separaciรณn entre ambas se verรก con claridad en la posguerra, cuando los intentos por โ€œpurgarโ€ Francia produzcan dilemas morales que โ€”como veremos luegoโ€” transformarรกn la concepciรณn camusiana de la justicia.

En Camus hallamos, al igual que en Orwell, la preocupaciรณn por el mot juste o โ€œpalabra correctaโ€ sin el cual no podemos debatir de manera genuinamente democrรกtica. Se trata de una creencia conmovedora, una suerte de esperanza en los significados unรญvocos que remite al mito de Babel. Lo cierto es que palabras como โ€œjusticiaโ€, โ€œlibertadโ€ o โ€œdemocraciaโ€ no tienen un รบnico sentido; otra cosa es que debamos ponernos de acuerdo sobre aquel que vamos a usar cuando nos sentamos a hablar. En todo caso, Camus sabรญa emplear las palabras, como atestiguan sus editoriales. En ellos despliega una retรณrica particular, un discurso que se presta a la declamaciรณn y que se define por un conjunto de decisiones estilรญsticas que se mantienen estables a lo largo de esta serie de artรญculos. No en vano, el novelista conocรญa el oficio. Habรญa trabajado como periodista en Argel bajo el manto protector de su amigo Pascal Pia y lo habรญa hecho en unas condiciones materiales precarias, alimentando la publicaciรณn de Alger Rรฉpublicain y de Le Soir Rรฉpublicain con la reelaboraciรณn de teletipos.

ยฟCรณmo dice entonces Camus lo que dice? Ya se ha apuntado que hace un uso generoso de la primera persona del plural: sea para hablar en nombre de la Resistencia o para sugerir el acuerdo unรกnime de todos los franceses, el โ€œnosotrosโ€ constituye el punto de vista habitual en los editoriales. Estos tienen siempre una extensiรณn similar y arrancan con una idea, complementada por uno o dos ejemplos; salvo que lo hagan con un suceso particular cuyo comentario conduce a la exposiciรณn de la idea. Destaca en ellos el empleo retรณrico de la interrogaciรณn; como si los artรญculos fuesen un diรกlogo con los lectores o consigo mismo. Camus formula las preguntas a partir de las respuestas que desea ofrecer, pero el texto da una mayor impresiรณn de viveza asรญ organizado. De este modo comienza el artรญculo publicado el dรญa despuรฉs de la capitulaciรณn de Alemania: โ€œยฟQuiรฉn podrรญa pensar quรฉ expresiรณn atribuirle a este dรญa delirante que no lo traicionara?โ€. En otras ocasiones, el tono es didรกctico, como cuando se pregunta quรฉ es la milicia, cรณmo debe hacerse la guerra o quรฉ es un periodista. El interrogante puede tambiรฉn ser enigmรกtico (โ€œยฟCuรกndo se dice que un hombre ha puesto su vida en orden?โ€) o atribuir al nosotros que habla la cualidad de juez moral (โ€œยฟVamos a aprobar o no esa condena?โ€). Y no falta, en fin, la alusiรณn irรณnica como respuesta a la aclaraciรณn de que la censura militar de la prensa solo es un control que obedece a razones de seguridad: โ€œยฟCรณmo no inclinarse ante tanto pudor y tan firme cortesรญa?โ€.

Sobre todo, Camus se solaza en el juego de contrarios: como si la moralidad fuera una dialรฉctica. Por ejemplo: โ€œa partir del momento en que ya se nos ha reconocido nuestro derecho, empieza nuestro deberโ€. O bien: โ€œNo somos hombres que odien. Pero no nos queda mรกs remedio que ser hombres justosโ€. Sus oposiciones pueden ser descriptivas (โ€œAlemania lo sacrificรณ todo para no conseguir nadaโ€), temporales (โ€œEste Parรญs que lucha esta noche quiere mandar maรฑanaโ€) o sentimentales (โ€œPero el problema que se plantea, en cambio, no es cosa de la Administraciรณn. Es cosa del corazรณnโ€). En una รฉpoca caracterizada por las ideologรญas totalitarias, hay que comprender el recurso a la disyuntiva tajante: quien no estรก con la Resistencia, dice Camus, estรก contra la Resistencia. Es habitual tambiรฉn, en consonancia con el gรฉnero periodรญstico del editorial, el recurso al epigrama sentencioso. A menudo es brillante y el fraseo nos recuerda al teatro de su autor: โ€œY es que para muchos hombres el รฉxito es una ley y la brutalidad, una tentaciรณnโ€. En otras ocasiones, la brillantez es superficial: โ€œel patriotismo no es una profesiรณnโ€. Y aun otras, Camus incurre en una grandilocuencia tremendista que habrรญa encajado bien en las redes sociales de nuestro tiempo: โ€œFrancia y Europa tienen hoy que crear una nueva civilizaciรณn o perecerโ€. Pero el escritor termina reapareciendo y es difรญcil encontrar mejores formas de comenzar una rรฉplica que aquella que dirige a Franรงois Mauriac, en el contexto de su larga controversia sobre la depuraciรณn, en diciembre de 1948: โ€œContestarle es asombrarmeโ€. No es una pose: Camus sospechaba que Mauriac tenรญa razรณn al preferir la indulgencia a la justicia y asรญ terminarรญa reconociรฉndolo.

La sombra del marxismo

Y es que el estilo no lo es todo; estรก, debe estar, al servicio de aquello que se quiere decir. En su descripciรณn del periodista, Camus seรฑalaba que este debe tener ideas; no digamos ya el editorialista. Es aquรญ donde cobra importancia el contenido de estos textos, cuyos temas mรกs recurrentes estรกn presentes de una manera o de otra en la obra ensayรญstica, narrativa y teatral de su autor. Olivier Todd seรฑala que Camus no es una excepciรณn entre los miembros de la Resistencia y sale de la guerra lleno de ilusiones revolucionarias simplistas; quizรก la esperanza posbรฉlica no podรญa adoptar otra forma. En el caso de Camus, es posible identificar cierta ingenuidad cuya expresiรณn mรกs comรบn es el deseo de que lo improbable pueda hacerse posible. Asรญ sucede cuando dice que la รบnica buena polรญtica de cualquier gobierno es contar siempre la verdad o cuando vislumbra una economรญa internacional en que โ€œlas materias primas se pongan en comรบn, en que la competencia comercial se convierta en cooperaciรณn, en que los mercados coloniales estรฉn abiertos para todosโ€. ยกUn mundo feliz! Se trataba, al fin y al cabo, de maridar polรญtica y moral: una cuadratura del cรญrculo en la que no quedaba mรกs remedio que creer, en vista de un continente devastado, ahora que el horizonte de la paz comenzaba a insinuarse.

Para Camus, la primacรญa de la moralidad en la polรญtica implicaba el rechazo tanto de la ideologรญa como de lo que denominaba โ€œrealismo polรญticoโ€. A la altura de septiembre de 1944, llega a decir que los miembros de la Resistencia estรกn decididos a โ€œreemplazarโ€ la polรญtica por la moralidad. Se ve aquรญ con claridad la funciรณn de ese lenguaje sin ambigรผedades al que ya se ha hecho referencia: el tiempo de la moralidad es aquel โ€œen que el lenguaje se vuelve lรญmpido y en que es posible usarlo incluso frente a los realistasโ€. Es patente que Camus aspira a otra forma de hacer polรญtica: una que evite la repeticiรณn de los desastres de la primera mitad del siglo europea, cruenta sucesiรณn de conflictos bรฉlicos que en el caso francรฉs se remonta hasta la guerra franco-prusiana de 1870-1871. Y, como buen enemigo del realismo, su primera tarea es evitar que los medios terminen por ser mรกs importantes que los fines.

En este punto, la sombra del marxismo es alargada: ya sea en su versiรณn revolucionaria o estatalista, la convicciรณn de que la felicidad total de los hombres es cientรญficamente cognoscible y polรญticamente realizable contamina sin remedio la siempre difรญcil relaciรณn entre medios y fines. Es un tanto desconcertante que Camus afirme al respecto que todos estamos de acuerdo en cuanto a los fines, pero diferimos sobre los medios, porque no estรก claro que sea el caso.

Por una parte, su posiciรณn es firme: el fin no justifica los medios. Y se equivocan quienes, borrachos de finalidad, piensan lo contrario. Camus tiene aquรญ el acierto indiscutible de igualar las ideologรญas nihilistas, como el fascismo, con las filosofรญas que toman la Historia como un absoluto. Lo hacรญa, ademรกs, bajo el fuego cruzado de las exitosas publicaciones periodรญsticas del poderoso Partido Comunista Francรฉs, que incluรญan el diario Lโ€™Humanitรฉ y el semanario Action. Camus habรญa militado en el partido en Argelia, pero terminรณ saliendo por la puerta de atrรกs debido a las suspicacias que provocaba su heterodoxia intelectual; ahora decรญa en las pรกginas de Combat que ellos, que querรญan representar a la Resistencia, no eran comunistas. Eso no significa que Camus viera por entonces a la URSS como un rรฉgimen totalitario, pese a que habรญa figuras cercanas a รฉl que habรญan manifestado ya sus dudas: Andrรฉ Gide habรญa escrito su Regreso de la URSS en 1936, mostrando abiertamente sus recelos hacia el rรฉgimen soviรฉtico y describiendo sus incongruencias con sorprendente lucidez

((Andrรฉ Gide, Regreso de la URSS, Madrid, Alianza, 2017.
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. A finales de 1946, empero, Camus se adelanta a muchos de sus colegas cuando afirma que el marxismo es absolutamente falso porque reclama para sรญ el monopolio de la verdad.

Asรญ que, a diferencia de los comunistas, Camus no cree que cualquier medio sea bueno para hacer felices a los seres humanos. Sorprende, en cambio, que dรฉ por supuesto que compartimos los mismos fines. Tal vez se deba a que Camus consideraba la idea del socialismo como una gran idea, siempre y cuando se diferenciase entre un socialismo marxista y un socialismo liberal. ยฟEn quรฉ consiste este รบltimo? Camus sugiere que es la conciliaciรณn de una economรญa colectivista y una polรญtica liberal, cuyo resultado no es otra cosa que una โ€œdemocracia popularโ€. De quรฉ manera haya de hacerse esa conciliaciรณn, en ningรบn momento se nos aclara; quizรก porque se trata de un desideratum mรกs que de otra cosa. Lo que Camus busca es asegurar por partida doble la justicia y la libertad: un Estado social donde cada individuo goza de las mismas oportunidades que los demรกs y un clima polรญtico donde la persona es respetada por lo que es y lo que expresa. En el fondo, Camus hablaba de la democracia liberal y bienestarista que se irรญa haciendo realidad durante la posguerra; aquella que defenderรญa con tino su compaรฑero de redacciรณn Raymond Aron. Y resulta comprensible que, entre las ruinas del final de la guerra, defienda con ardor que Francia y Europa tienen que ganar la contienda primero y despuรฉs hacer โ€œuna revoluciรณnโ€. Por esta se entiende ya algo diferente a lo que simbolizan 1789 y 1917, que a ojos de Camus โ€œsiguen siendo fechas, pero han dejado de ser ejemplosโ€.

ยกLa revoluciรณn! Es difรญcil exagerar la presencia que mantuvo, durante los dos primeros tercios del siglo XX, el debate sobre ella. El tiempo de las revoluciones inaugurado en Francia en 1789 y culminado en Rusia en 1917, sin olvidarnos de las revoluciones liberales de 1830 y 1848, ya habรญa pasado. Pero la vigencia intelectual del marxismo, combinada con los procesos de descolonizaciรณn primero y el estallido de la contracultura despuรฉs mantuvieron viva la esperanza revolucionaria entre los intelectuales y en la izquierda organizada alrededor del comunismo en su florida variedad: leninismo, trotskismo, maoรญsmo. Las reflexiones de Camus sobre la revoluciรณn estรกn todavรญa marcadas por la influencia del modelo soviรฉtico, que saliรณ de la guerra fortalecido por la victoria ante los nazis y todavรญa no habรญa exhibido ante el mundo โ€“como harรญa en Budapest y Pragaโ€“ su vocaciรณn totalitaria: ni se habรญa publicado Archipiรฉlago Gulag, ni Mao habรญa puesto en marcha sus devastadores experimentos sociales. En este contexto, la crรญtica que hace Camus del marxismo tiene especial valor; lo mismo puede decirse de su defensa de la democracia.

Su argumentaciรณn sigue una lรญnea coherente. Si en agosto de 1944 demanda โ€œuna autรฉntica democracia popular y obreraโ€ que reconcilie la libertad con la justicia, advirtiendo de que esa democracia estรก aรบn por construirse y que habrรก de erigirse cuando llegue la paz, previene asimismo contra las doctrinas โ€“como el socialismo marxistaโ€“ que se quieren infalibles. Es gradualista: la condiciรณn humana solo puede mejorarse paulatinamente. Pretender otra cosa, como hacen las ideologรญas utopistas, es inmodesto. He aquรญ una nociรณn de gran interรฉs, mediante la cual Camus se aproxima, acaso sin pretenderlo, al liberalismo polรญtico: la democracia no es tanto la forma ideal de gobierno como la mejor entre las disponibles. El escritor franco-argelino hace esta afirmaciรณn en el editorial, firmado con su nombre, que aparece el 30 de abril de 1947: โ€œEs posible que no exista un rรฉgimen polรญtico bueno, pero no cabe duda de que la democracia es el menos maloโ€. Hay asรญ razones para pensar que, cuando Churchill formulรณ esta misma idea en noviembre de ese mismo aรฑo, no fue el primero en hacerlo.

El valor de la democracia estriba, para Camus, en su modestia. No quiere tener toda la razรณn, como el marxismo; su propia estructura pluralista es ya la admisiรณn de que nadie puede apropiรกrsela. Y los lรญmites que impone al ejercicio del poder polรญtico, entre ellos la separaciรณn de poderes y el imperio de la ley, protegen al individuo de su comunidad tanto como a la comunidad de sรญ misma. La modestia como virtud polรญtica, pues; lo contrario de lo que se venรญa estilando desde Hegel. Nรณtese que, como ha seรฑalado el teรณrico polรญtico Patrick Hayden, esta llamada a la prudencia se deriva de la filosofรญa del absurdo que Camus habรญa desarrollado en El mito de Sรญsifo: nos vemos arrojados a un mundo que no hemos elegido y sobre el que no podemos imponer teorรญas totalizantes, ya que ni siquiera sabemos cรณmo se relacionan los acontecimientos del presente con los del pasado y los del futuro.

((Patrick Hayden, Camus and the Challenge of Political Thought: Between Despair

and Hope, Basingstoke y Nueva York, Palgrave Macmillan, 2016, p. 41.
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Virtudes democrรกticas para el siglo de los horrores

Ahora bien: dado que es necesario proyectarse en el futuro para sentir que la vida merece vivirse, Camus combina ya en los escritos de Combat del inicio de la posguerra la crรญtica del utopismo malo con la defensa de un utopismo bueno que conduzca al bienestar. Frente a la cerrazรณn de la ideologรญa, reclama โ€œun pensamiento polรญtico modesto, es decir, liberado de todo mesianismo y desembarazado de la nostalgia del paraรญso terrenalโ€. En este caso, la apuesta por la moralidad lleva a Camus a la falible democracia, por oposiciรณn a un maximalismo cuyas certezas incuestionables privan de sentido a la moral misma y desembocan en una organizaciรณn polรญtica totalitaria. Lo dirรญa con claridad en El hombre rebelde, donde seรฑala que quienes se lanzan a la historia โ€œpredicando su racionalidad absoluta […] desembocan en el universo de los campos de concentraciรณnโ€.

((Albert Camus, El hombre rebelde, Madrid, Alianza, 1996, p. 296.
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Prudencia, modestia, mesura: virtudes democrรกticas para el siglo de los horrores.

Que el lector termina por encontrarse con un escritor desencantado al final de esta peripecia editorialista puede comprobarse si se sigue la evoluciรณn de dos temas a lo largo de estas pรกginas: Argelia y Vichy. No hay dudas acerca del lugar que el primero de ellos ocupaba en la conciencia de Camus, รฉl mismo un pied-noir nacido en una localidad de la Argelia francesa, en la que viviรณ sin apenas interrupciรณn los primeros treinta aรฑos de su vida. Ya durante su desempeรฑo como periodista en Argel habรญa denunciado la situaciรณn de los รกrabes, privados de la ciudadanรญa francesa y sometidos a distintos grados de explotaciรณn colonial; era evidente que el discurso universalista del que hacรญa gala Francia desde 1789 se veรญa desmentido por su prรกctica imperialista

en Argelia o Indochina. Para Camus, que publica en Combat una larga serie de piezas sobre la situaciรณn argelina despuรฉs de que el Gobierno colonial reprimiera brutalmente las revueltas de Sรฉtif y Guelma en la primavera de 1945, la democracia francesa no podรญa declararse cumplida si no se extendรญa al conjunto de los argelinos. No era un asunto que preocupase mucho en la metrรณpoli y por eso nuestro autor comienza su informe de manera directa, diciendo que quiere โ€œrecordar a los franceses que Argelia existeโ€. Hecho este recordatorio, Camus urge a los franceses a decidirse entre el asimilacionismo democrรกtico o la descolonizaciรณn pacรญfica; un dilema entre cuyas alternativas tampoco รฉl acaba de decidirse. Todavรญa en 1957, tras recibir el Nobel en Estocolmo, un estudiante argelino le pedirรญa una posiciรณn mรกs clara sobre el asunto.

Para entender cabalmente el sentido de esta afirmaciรณn, merece la pena considerar el modo en que Camus afrontรณ el espinoso proceso de depuraciรณn llevado a cabo en la Francia liberada contra los colaboracionistas del nazismo; las complicaciones asociadas al ejercicio prรกctico de los ideales morales se pusieron de manifiesto en este proceso con dolorosa claridad. En noviembre de 1944, Camus habla de la justicia como de โ€œalgo que arropa el almaโ€; tres aรฑos mรกs tarde, concede que la justicia absoluta es imposible. Acaso resulte sorprendente que nuestro autor empezase apoyando la pena capital, pues entendรญa que la severidad del castigo habรญa de ser proporcional a la gravedad de los crรญmenes cometidos. Contra Mauriac, quien abogaba por la caridad, Camus defendรญa la justicia. A comienzos de 1945, escribรญa: โ€œComo hombre, quizรก admire al seรฑor Mauriac por saber querer a los traidores; pero como ciudadano lo sentirรฉ, porque ese cariรฑo nos conducirรก precisamente a una naciรณn de traidores y de mediocres y a una sociedad que ya no queremosโ€. Camus, que por lo demรกs abogaba por la proporcionalidad de los castigos, pronto comprobรณ que sucedรญa lo contrario de lo deseable: se castigaba con severidad a los pequeรฑos infractores, mientras los peces gordos escapaban sin daรฑo. A eso hay que sumar la influencia anรญmica de los casos particulares, como el del escritor colaboracionista Robert Brasillach, cuya peticiรณn de clemencia firmรณ Camus mientras Sartre o Beauvoir se negaban a hacerlo; no en vano apunta Todd con sarcasmo que los intelectuales franceses demandaban castigos tanto mรกs duros cuanto menos se habรญan arriesgado personalmente durante la ocupaciรณn. Brasillach no recibiรณ el indulto, aunque sรญ lo hizo el escritor fascista Lucien Rebatet, por quien Camus tambiรฉn intercediรณ. En la primera mitad de 1945, Camus habรญa cambiado ya su posiciรณn y se oponรญa con fervor a la pena de muerte; en agosto, consideraba la depuraciรณn completamente desacreditada.

En este caso, la vida enseรฑรณ a Camus a no ser demasiado rรญgido y contuvo su inclinaciรณn natural al moralismo. Esto no siempre es un problema: pocos momentos histรณricos se prestan tanto al juicio tajante como la larga guerra de las democracias contra el totalitarismo. Pero no puede decirse lo mismo de la posguerra; la atenciรณn al detalle exige matices que la severidad puede pasar por alto. Tambiรฉn podemos mencionar la decepciรณn que sufriรณ Camus con una prensa a la que querรญa ferozmente independiente y que terminarรญa sucumbiendo en la posguerra a las presiones habituales: la necesidad financiera y la influencia partidista. Se iba extinguiendo asรญ la oportunidad que la guerra, situaciรณn excepcional que suspende el antagonismo entre quienes se ven amenazados por un enemigo comรบn, parecรญa haber creado: la democracia francesa seguirรญa siendo terrenal y la fraternidad continuarรญa siendo un ideal antes que una realidad.

Cuando publicรณ su รบltima pieza en Combat, una breve nota que apareciรณ el 14 de marzo de 1949, Camus ya no era tan joven; tenรญa treinta y seis aรฑos y, aunque no lo sabรญa, solo le quedaban once por delante. Pronto publicarรญa La peste, que puede verse como una alegorรญa sobre la ocupaciรณn nazi y como un estudio sobre la valentรญa, si bien las amargas lecciones de la guerra quedarรญan condensadas de manera aรบn mรกs cumplida en La caรญda, que aparece en 1956. Los editoriales compilados en este volumen ocupan asรญ una posiciรณn central en el tenso arco de la obra de Camus: si queremos saber quรฉ hizo el escritor durante la guerra, como se preguntaba aquella pelรญcula de Blake Edwards, la respuesta se encuentra en estas pรกginas absorbentes. Lo que hizo Camus fue combatir; a su manera, con sus armas. Podemos agradecรฉrselo de la mejor manera posible: honrรกndole con nuestra lectura.

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(Mรกlaga, 1974) es catedrรกtico de ciencia polรญtica en la Universidad de Mรกlaga. Su libro mรกs reciente es 'Ficciรณn fatal. Ensayo sobre Vรฉrtigo' (Taurus, 2024).


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