Algunas lecciones de la crisis catalana

Qué podemos aprender del mayor desafío al que se ha enfrentado la democracia española.
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La crisis catalana es el mayor desafío al que se ha enfrentado la democracia española. Está provocando daños graves a Cataluña, España y la convivencia de los ciudadanos. Pero sería injusto negar que tiene una función pedagógica. En cierta manera es un curso de política acelerado: desde el Estado de derecho a la democracia plebiscitaria, desde el golpe de Estado al monopolio de la violencia legítima. Si muestra cosas que ya sabíamos, también tiene algo de lección de humildad. Por un lado, nos recuerda que no siempre sabemos reconocer cosas que hemos leído en los libros cuando las tenemos delante. Por otro, revela que lo que sabíamos no siempre se aplica a las circunstancias actuales. Aquí señalo algunas de las cosas que se han podido ver estos días.

El pasado no se acaba nunca. Una de las primeras sorpresas la anticipaba una canción de Bob Dylan, que a su vez remitía a El gran Gatsby. “¿Qué quieres decir con eso de que no puedo repetir el pasado? Claro que puedo.” Los críticos de la Unión Europea acostumbraban a minimizar su papel de garante de la paz y estabilidad. Los europeos habíamos dejado de matarnos porque habíamos aprendido otra forma de resolver los conflictos. Las guerras, el enfrentamiento étnico, la discusión sobre las fronteras eran cosa de otros tiempos. Al doblar la curva vemos que el perseguidor no está tan lejos y podría llegar a alcanzarnos: somos más frágiles de lo que pensábamos.

La democracia no se entiende bien. El independentismo ha sido más eficaz en la transmisión de conceptos porque se comprenden más fácilmente. Que el voto es la democracia es inexacto, pero poderoso y claro. La separación de poderes, el Estado de Derecho o el respeto a las minorías son elementos básicos de nuestra organización política, pero se entienden menos. Esto, más allá de este caso concreto, favorece a los populismos en un contexto de desconfianza en la mediación.

El Estado puede tener la fuerza para imponerse, pero eso no basta para imponer el relato. El uso de la fuerza debe ser proporcional, pero también suficiente y eficaz. Se viralizará en redes sociales, se mezclará con fakes, mentiras y propaganda, y será recibido por una sociedad que rechaza la violencia y desconfía de los abusos del Estado. Eso no significa que un Estado no pueda recurrir a la fuerza: puede y a veces debe. Pero tiene que calcular los costes y evaluar las tácticas frente a una forma de comunicación diferente.

Si recurres a la violencia, que no salga en la foto. El golpe es posmoderno y su objetivo era provocar una respuesta moderna, difícil de aceptar para buena parte de la opinión pública y los medios internacionales. El independentismo en Cataluña ha quebrantado leyes y violentado derechos. Ha señalado a los críticos y a aquellos cuyo entusiasmo era insuficiente. Durante años, las voces disidentes eran consideradas histéricas, exageradas o fascistas; muchos, simplemente, decidieron callarse. La votación fue un fraude masivo, y probablemente en ella se ha vulnerado la ley de protección de datos. Estas formas de violencia y abusos son menos fotogénicas que unos antidisturbios golpeando a los ciudadanos.

La realidad es terca. Pese a todo el spin y el énfasis en la voluntad política, las estructuras políticas y los mecanismos económicos importan: como ha escrito Manuel Arias Maldonado, reality bites. No es solo la ley: también los intereses de las empresas y los intereses económicos de las personas. En los últimos días hemos visto que importantes empresas catalanas llevan su sede social fuera de Cataluña. El secesionismo podría encontrarse en un momento parecido al de Tsipras en el verano de 2015. O quizá podría seguir adelante, y meter a Cataluña en una ciénaga que haría que la gestión del Brexit pareciese un charco.

El abismo y la política cotidiana. La cercanía del encuentro entre la fantasía y la realidad ha provocado tensiones entre el bloque independentista. Por otro lado, el frente constitucionalista se une cuando la amenaza es inminente. En cuanto esta se relaja, aparecen las grietas: la tendencia es intentar sacar algo de ventaja al adversario habitual. Esto, a su vez, acaba acercando el peligro de nuevo.

La polarización rompe la sociedad. La estrategia del independentismo era imponer una visión hegemónica. Lo que estamos viendo estos días, como explicaba Aurora Nacarino-Brabo, es la culminación de una estrategia populista. La estrategia ha contribuido a separar a la sociedad en dos. Dividir entre un pueblo y un no-pueblo que se ningunea o desprecia te puede ayudar a ganar en un momento, pero es una victoria pírrica: destruyes un tejido social y una trama de afectos, y construyes un lugar menos plural y habitable.

Otra forma de decirlo es que, como ya sabíamos, el lenguaje crea realidad: las palabras importan, a menudo para mal. En unas circunstancias mucho más dramáticas, W. H. Auden escribió un poema célebre, “1 de septiembre de 1939”, que he recordado estos días. Termino con sus dos últimas estrofas:

All I have is a voice
To undo the folded lie,
The romantic lie in the brain
Of the sensual man-in-the-street
And the lie of Authority
Whose buildings grope the sky:
There is no such thing as the State
And no one exists alone;
Hunger allows no choice
To the citizen or the police;
We must love one another or die.

Defenceless under the night
Our world in stupor lies;
Yet, dotted everywhere,
Ironic points of light
Flash out wherever the Just
Exchange their messages:
May I, composed like them
Of Eros and of dust,
Beleaguered by the same
Negation and despair,
Show an affirming flame.

(Lo único que poseo es una voz / para desarmar la mentira plegada, / la mentira romántica en el cerebro/ del sensual hombre de a pie/ y la mentira de la Autoridad / cuyos edificios tantean el cielo: / no hay nada parecido al Estado / y nadie existe en soledad; / el hambre no deja opción /al ciudadano ni a la policía; / debemos amar al prójimo o morir. // Indefenso bajo la noche / nuestro mundo yace estupefacto; / aun así, diseminados por doquier, / irónicos puntos de luz/ destellan allí donde los Justos / cruzan sus mensajes: / ojalá yo, compuesto igual que ellos / de Eros y polvo, / atormentado por la misma / negación y desesperanza, / muestre una llama afirmativa.)

La traducción del poema es de Eduardo Iriarte.

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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