Bernie Sanders se ha retirado de la contienda por la candidatura demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Es un acierto.
Desde el triunfo de Joe Biden en Carolina del Sur, la voluntad de la mayoría de los electores demócratas ha sido evidente. Aunque logró consolidar un notable apoyo entre ciertos grupos, entre ellos los votantes jóvenes y los hispanos, Sanders nunca convenció al voto afroamericano, piedra angular de la coalición demócrata. Los electores de mayor edad tampoco le favorecieron. Al final, cuando los votantes más moderados –incluidos aquellos en los suburbios que habían tardado en decantarse– se inclinaron por Biden como la opción más segura para sacar a Trump de la Casa Blanca, no había realmente marcha atrás.
Sanders ha hecho bien en resistirse a la tentación de alargar la disputa hasta el verano. Si lo hubiera hecho, habría contribuido a fortalecer al verdadero antagonista suyo y de todos los demócratas: el presidente Trump. Desgastar a Biden con más debates cuando la candidatura está definida habría sido tan tóxico que incluso podría haber parecido sospechoso. Que Sanders haya evitado ese escenario habla de su lucidez moral y de algo quizás más importante: la voluntad del partido demócrata de llegar unido a la elección presidencial de noviembre.
No es casualidad que, apenas Sanders anunció su decisión de dejar vía libre a Biden, Trump le dedicara un par de mensajes en Twitter. Primero trató de provocar a los simpatizantes de Sanders, invitándolos a abandonar la causa demócrata y unirse a los republicanos. El segundo trino del presidente es quizá más revelador: puso en duda que la generación joven y progresista de políticos demócratas, específicamente el grupo que rodea a la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, termine apoyando a Biden.
El de Trump es un plan con maña que exhibe también su principal temor. Al tratar de polarizar el momento –su especialidad–, Trump incurre en un intento desesperado por dividir a la oposición. Intuye, con una buena dosis de razón, que sus posibilidades de reelegirse son considerablemente menores si del otro lado está un candidato moderado que apele con sensatez al centro del espectro político respaldado por un partido demócrata unido: progresistas y moderados, distintas generaciones detrás de un aspirante único con la prioridad imperiosa de derrotar a una figura de la ponzoña del presidente actual.
La salida de Bernie Sanders augura buenos tiempos. Lo más probable es que Joe Biden elija como compañera de fórmula a una mujer que esté claramente a su izquierda en el espectro ideológico del partido.
La agenda de los demócratas seguramente se moverá también a la izquierda, aunque Joe Biden tendrá que tener cuidado: no debe confundir la alianza con Sanders con la mímesis. No debe imitar a Bernie Sanders. Esa será ahora la clave: entender que los votantes lo prefirieron a él antes que a Sanders como la opción más clara y segura para derrotar a Trump. Votaron por un político de centro dispuesto a abrirse a las ideas progresistas, no por un político de centro que ahora decida disfrazarse de mal clon del candidato progresista derrotado.
Mientras Joe Biden y el resto de sus partidarios lo entiendan bien, Donald Trump llevará las de perder.
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.