Después de un proceso largo, Joe Biden, candidato presidencial del partido Demócrata, ha elegido a Kamala Harris, senadora de California, como su compañera de fórmula. Es un acierto. Antes que nada, Biden tenía que evitar riesgos innecesarios, más ahora que encabeza con claridad las encuestas. Con Harris, lo consigue con creces. La elección de Harris evita abrir flancos peligrosos, como permitirle a Trump sugerir que Biden es un instrumento del ala izquierda del partido. A pesar de que en campaña buscó, inexplicablemente, rebasar a Biden por la izquierda, Harris es en realidad una figura prototípica de centro.
Su carrera política, relativamente breve pero exitosa, también es un activo. A sus años como fiscal general de California no les falta polémica, pero no por las razones que Trump espera: Harris se hizo fama de mano dura antes que de laxitud. Además, Harris ha estado poco tiempo en el Senado. No tiene votos problemáticos que defender ni mayor cola que le pisen. Es una figura atractiva, ideológicamente moderada, que cumplirá a la perfección con la encomienda de entusiasmar a la comunidad afroamericana y, crucialmente, al voto femenino.
Tiene, además, una historia personal notable. Es la primera mujer afroamericana en buscar la vicepresidencia de Estados Unidos. Por si fuera poco, en otro dato menos conocido pero igualmente crucial, es hija de dos inmigrantes. Los dos padres de Harris, en cambio, nacieron lejos de Estados Unidos: él en Jamaica y ella en la India. Solo Geraldine Ferraro, candidata vicepresidencial en 1984 e hija de un inmigrante italiano, se le acerca. Así, la elección de Harris como compañera de fórmula de Biden es, también, un mensaje claro en defensa de la identidad inmigrante. En tiempos de nativismo, no es poca cosa.
La decisión de Biden también es un triunfo para California, el estado demócrata (e inmigrante) por excelencia. Al elegir a Harris, Biden coloca a California en el centro del escenario electoral. Parece una decisión obvia para el partido Demócrata, pero no lo ha sido tanto. Por increíble que parezca, los demócratas no han tenido un candidato presidencial o vicepresidencial de origen californiano desde mediados del siglo pasado (los republicanos son, curiosamente, otra historia). Con Harris, Biden reconoce la importancia de California no solo en la elección de este año, sino en la conformación del futuro estadounidense, con todos sus desafíos.
La elección de Harris como candidata vicepresidencial consolida, por último, una variable que hasta hace unos meses parecía improbable: la unión de todo el partido demócrata alrededor de la dupla que aspirará a derrotar a Trump. A excepción de algunas voces del círculo más cercano a Bernie Sanders, el nombramiento de Harris ha sido recibido con entusiasmo unánime. Cuando los demócratas se reúnan virtualmente en su convención remota dentro de unos días, el electorado estadounidense escuchará voces de distintas generaciones y filiaciones ideológicas. Pero todos, desde Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez hasta Barack Obama o Bill Clinton, estarán ahí para respaldar a Biden y Harris. Sin fracturas ni titubeos: un partido unido contra Donald Trump, exactamente lo opuesto a lo que este esperaba a finales del 2019.
El desafío para el presidente y sus secuaces será mayúsculo.
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.