La ley electoral mexicana se ha convertido en un laberinto irracional que quiere regular mucho y termina regulando mal. Si hay alguien a quien le conviene esta ley es precisamente a los partidos, porque mantiene sus arcas llenas de recursos pรบblicos y les regala generosos espacios en los medios de comunicaciรณn. Un candidato en Mรฉxico no tiene que salir a ofrecer algo interesante o sensato para ganarse un minuto en radio o televisiรณn. Simplemente tiene que convencer a la dirigencia de su partido que lo haga candidato –o ser dirigente y candidato al mismo tiempo– para recibir un nรบmero de anuncios que “no los tiene ni Obama”. No hay esfuerzo y por eso no hay mรฉrito.
Esa ley creรณ en 2008 un modelo de comunicaciรณn polรญtica que premia la mediocridad. Los polรญticos ansรญan tener anuncios porque estรกn convencidos –no sin alguna evidencia– de que los medios tienen el poder de tomar una figura polรญtica sin muchos mรฉritos y hacerla conocida, reconocida y popular. Piensan que es indispensable bombardear a la gente con la imagen de funcionarios o gobernantes –asรญ sean incompetentes o deshonestos– para convertirlos en un “producto” capaz de ganar despuรฉs en las urnas. Y evitan cualquier roce con el contraste o la crรญtica, que dramรกticamente llaman “guerra sucia”.
El resultado es que estamos llenos de polรญticos que aquรญ ganan gubernaturas, diputaciones y senadurรญas, pero que en una democracia realmente competitiva no ganarรญan ni una jefatura de manzana. Polรญticos que, en otras democracias, no recibirรญan apoyo financiero para una segunda o tercera intentona de llegar al poder, pero que aquรญ se vuelven candidatos eternos gracias al generoso financiamiento pรบblico a los partidos. En Mรฉxico, perder elecciones es un buen negocio.
Si permitimos que nuestros candidatos no debatan en serio, si les ahorramos el fastidio de ser cuestionados, si cuidamos que su delicada epidermis se irrite con la crรญtica en las campaรฑas y no les exigimos que pongan tres ideas hiladas en discursos persuasivos para votar por ellos: ¿podemos esperar que una vez en el gobierno comuniquen bien? ¿podemos esperar que movilicen con su discurso? ¿podemos creer que serรกn capaces de dialogar con sus crรญticos y ganar mรกs adeptos a sus propuestas de polรญtica pรบblica? ¿tendrรกn la capacidad para enfrentar crisis?
No.Los polรญticos mediocres se vuelven candidatos mediocres que dan discursos mediocres y llegan a la cima de gobiernos mediocres. Lo irรณnico es que quienes terminan siendo vรญctimas de ese modelo de comunicaciรณn de “pase automรกtico” sin examen son los propios polรญticos cuando sufren las realidades del poder. Veamos lo que dijo el presidente Peรฑa Nieto en un discurso reciente:
“Y a veces hay quienes suponen que el Gobierno […] solo estรก para citar buenas cifras, para hablar de lo bien que vamos. Esto no significa que no se reconozcan, por supuesto, rezagos […] Pero tambiรฉn es de mencionarse y de reconocerse los avances […] Por quรฉ no hablar bien de las cosas que estรกn resultando positivas, de las buenas cifras, de los buenos nรบmeros […] Estas son cifras que luego ocurre que cuando se citan, pasan a veces desapercibidas y no se les da, ni la justa dimensiรณn, ni el contexto y menos la real apreciaciรณn para ver en estas cifras el reflejo de que como paรญs sรญ estamos avanzando, sรญ nos estamos moviendo hacia adelante, precisamente, en la edificaciรณn del Mรฉxico que todos queremos.”
A mi me parece que el presidente tiene razรณn en que el gobierno tiene que salir a explicar lo que estรก haciendo, y ofrecer evidencia de que algo hace bien. Pero quien tiene que darle “la justa dimensiรณn, el contexto y la real apreciaciรณn” a las cifras es el propio gobierno. Para eso sirve una buena narrativa, que es la base de todo buen discurso. Y una buena narrativa no puede estar desconectada de la realidad. En este caso, el presidente deberรญa estar sumando apoyos entre el sector privado y la sociedad para enfrentar la turbulencia econรณmica que ya nos estรก afectando, no recitando cifras positivas y regaรฑรกndonos por no estar de acuerdo con su evidencia. Deberรญa estar dando certidumbre fiscal a quienes hoy dudan que no habrรก aumento de impuestos. Deberรญa encabezar –en los dichos y los hechos– el combate al principal lastre para el crecimiento del paรญs: la corrupciรณn y la impunidad.
Creo que el gobierno del presidente Peรฑa Nieto estรก pagando el precio de no darle importancia –en sus actos y sus palabras– a lo que piensa la gente y lo que desea ver en sus gobernantes. En vez de eso, hemos recibido reproches como “Ya sรฉ que no aplauden”, “Ya chole con tus quejas” y muchos otros รฉxitos del playlist gubernamental. Y si tus palabras y tus actos no transmiten respeto por la audiencia, esta no va a respetar tus palabras, tus actos ni tus argumentos.
En polรญtica uno solo cosecha lo que siembra. ¿Habrรญa sembrado lo mismo el presidente si desde su campaรฑa hubiera tenido que enfrentarse al debate, a la crรญtica, al cuestionamiento intenso de la sociedad y de medios de comunicaciรณn libres y profesionales? ¿Hablarรญa igual que hoy, si desde su campaรฑa hubiera tenido que ir corrigiendo su estilo de comunicaciรณn para persuadir y convencer, no sรณlo para difundir cifras y compromisos cumplidos? ¿Se habrรญa esforzado por ser y no solo por parecer?
Ha llegado la hora de corregir desde cero, el fallido modelo de comunicaciรณn polรญtica, porque no podemos seguir gastando miles de millones de pesos para premiar la mediocridad.
Especialista en discurso polรญtico y manejo de crisis.