La batalla por el relato ha marcado la política española en los últimos años y el presidente del Gobierno se ha arremangado para construir el suyo. Pedro Sánchez acaba de publicar Manual de resistencia (Península), un libro en el que se presenta como un hombre cosmopolita que trabajó como consultor en Nueva York, que se codeó con Kofi Annan, vio a Bill Clinton y a Madeleine Albright en los Balcanes. Un hombre que, allí mismo, sintió la llamada de la política. Sánchez dice que él ve la CNN y escucha la BBC, y que una de sus primeras decisiones tras llegar al palacio de La Moncloa fue cambiar la prensa deportiva que recibía su predecesor por los periódicos internacionales.
Manual de resistencia es una oda a sí mismo, un libro en el que Pedro Sánchez demuestra cuánto se gusta. El jefe del ejecutivo traza un relato no lineal de su trayectoria, salta de aquí para allá en un texto deslavazado, falto de ritmo. Pinceladas personales se mezclan con su trayectoria política. Sánchez, curtido como fontanero de Pepe Blanco en Ferraz, da su propia versión de las primarias que le auparon en 2014 a la secretaría general del PSOE. En aquel proceso interno se impuso a Eduardo Madina y a José Antonio Pérez Tapias y lo hizo, en gran medida, gracias al respaldo de la federación andaluza. El líder socialista niega ningún pacto con Susana Díaz y, a toro pasado, habla con resquemor de aquello: “ya entonces percibí que algunos me respaldaban solo para ganar tiempo hasta que Susana ocupara mi lugar. Obtuve el cargo de secretario general, pero esa élite no me concedió la legitimidad política para ejercerlo. Durante dos años y dos meses esa interinidad que algunos habían decidido para mi mandato volvía frágiles mis decisiones y mi posición en la dirección política del partido”.
Asegura Sánchez que se sintió un outsider dentro del partido, que sufrió deslealtades desde el minuto cero. No fue el único obstáculo que tuvo que superar tras alcanzar el liderazgo del PSOE: “Aquella fue la época de Pedro el guapo, cuyo mensaje implícito decía: como es guapo, es frívolo. O algo así. Para combatir esos juicios sobre mí -que eran, estrictamente hablando, prejuicios-, no tenía más remedio que darme a conocer”. El secretario general de los socialistas se puso el traje de intelectual orgánico de Gramsci y acudió a programas televisivos como El Hormiguero, trabó amistad con Jesús Calleja. Sánchez da todo tipo de detalles de su ya célebre intervención en Sálvame para explicar la postura de su partido sobre el Toro de la Vega.
El líder del PSOE también relata las negociaciones que rodearon a su investidura fallida en marzo de 2016, la buena sintonía con Albert Rivera y lo difícil que fue su relación al comienzo con Pablo Iglesias. Al punto de que fue el rey quien comunicó a Sánchez en La Zarzuela que el secretario general de Podemos iba a ofrecerle un ejecutivo de coalición. Asegura el hoy presidente del Gobierno que durante aquel proceso cristalizó una estrecha relación con Felipe VI: “enseguida nos reconocimos mutuamente como las personas que íbamos a sacar al país del riesgo de bloqueo. Conectamos de forma de especial, confiamos el uno en el otro y se estableció una relación muy franca. Hablábamos por teléfono de manera regular. Una corriente de confianza mutua se estableció entre nosotros”.
Manual de resistencia es un libro lleno de anécdotas intrascendentes, encuentros en panaderías, en la calle, noches comiendo pizzas con sus colaboradores, sin ahondar en el traumático comité federal del uno de octubre de 2016 que acabó con su dimisión como secretario general de los socialistas. Su archienemiga, Susana Díaz, aparece mencionada una decena de veces, pero apenas hay un golpe directo contra ella, al rememorar la convención autonómica que el PSOE celebró en Valencia en 2015, coincidiendo con la manifestación que aquel mismo fin de semana convocó Podemos en la Puerta del Sol de Madrid. “Susana Díaz no asistió porque estaba enferma, y su ausencia se convirtió en la noticia más importante de nuestra convención autonómica. El lunes la vi en un acto público y me alegré mucho de su rápida recuperación”.
Pedro Sánchez recuerda con dolor su renuncia al escaño para no apoyar la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno en octubre de 2016, pero ni siquiera acierta con el día de la dimisión. Escribe que fue un viernes, cuando en realidad se produjo un sábado. También patina al atribuir una cita de Fray Luis de León a San Juan de la Cruz, o al confundir las palabras de Hemingway con las de Einstein.
Sánchez tira de épica para narrar cómo reconquistó la secretaría general del PSOE, las señales le indicaron que él era el elegido para coser al partido. Viajó a México, Sudáfrica, se reunió con Antonio Costa en Portugal… El acto de Xirivella (Valencia) marcó el camino para volver a la carretera y palpar en persona lo que, dice, ya sentía en las redes sociales: “yo me encontraba a gente en los actos que se me acercaba y me decía: “Nos conocemos, Pedro, soy Fulanita, de Facebook”. Claro, yo tenía más seguidores que la propia cuenta del Partido Socialista y no podía conocer personalmente a toda la gente con la que interactuaba en internet, pero es maravillosa esa sensación de cercanía que te dan las redes”.
No hay nombres, pero sí palos a dirigentes del IBEX y a periódicos que no creyeron en su resurrección política. Susana Díaz fue una de las primeras en felicitarle el 21 de mayo de 2017. Un año después de recuperar el liderazgo del PSOE se convirtió en presidente del Gobierno, el primero de la historia de nuestra democracia que lo lograba a través de una moción de censura. Pedro Sánchez asegura que fue duro desalojar a Mariano Rajoy del poder de esa manera, atrás habían quedado los tiempos en que le llamó indecente en un debate televisado, en los últimos meses ambos políticos habían acercado posturas. Sánchez dice que habían hablado mucho sobre Cataluña y subraya el papel desempeñado por el PSOE en la aplicación del artículo 155 de la Constitución, manteniéndose el lado del ejecutivo popular. Una negociación que pilotó una de las personas de máxima confianza del presidente del Gobierno, Carmen Calvo. “Es muy buena negociadora y tiene mi máxima confianza”, afirma.
En Manual de resistencia Pedro Sánchez pasa de puntillas por su etapa como jefe del ejecutivo. Hay un capítulo dedicado a la acogida de los migrantes del Aquarius y una revelación que abre el libro, la primera decisión que tomó como presidente del Gobierno: “renovar el colchón de la cama de matrimonio y pintar nuestra habitación del Palacio de la Moncloa”. Un colchón que ya ha entrado en la precampaña de las elecciones del 28 de abril. Un comienzo que no pasará a la historia de la literatura.
Lara Hermoso es periodista en RNE.