World Economic Forum/Sandra Blaser

Colombia: agites, espasmos y una salida por la tangente

Un escritor comenta lo que significa vivir en Colombia, entre la cotidianeidad, el ejercicio de la escritura y la reiterada esperanza en el fin de la  violencia política, meta  difícil de alcanzar con las políticas del gobierno de Gustavo Petro. 
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Supongo que por pura coincidencia, el encargo de este artículo llega en el momento más álgido de la vida colombiana en muchos años. No bien empiezo a tomar notas para escribir, revienta la noticia de que un sicario ha intentado asesinar a Miguel Uribe Turbay, precandidato presidencial por el Centro Democrático, hijo de Diana Turbay, víctima ella hace treinta y cuatro años de Pablo Escobar. Miguel es nieto del polémico Julio César Turbay. Vaya uno a saber si también es coincidencia que dos días antes del atentado el bocazas que tenemos de presidente escribiera el siguiente trino contra Miguel:

¡Dios mío!, ¿el nieto de un presidente que ordenó la tortura de 10.000 colombianos, hablando de ruptura institucional?

Poco antes, el Senado le negó al gobierno la convocatoria de una Consulta Popular (CP) no demasiado trascendente. Sin embargo, Petro pretende revertir a las malas esta decisión y para ello está dispuesto a hacer una pizza con la Constitución, saltándose la autoridad del Congreso. Así, el día anterior al atentado esbozó un infame “decretazo” que convocaría a la CP, con la advertencia de que “ministro que no firme el decreto presidencial de inmediato se va”. Dicho de otra manera, exige a todo su gabinete cometer el delito de prevaricato, a sabiendas, o sea, con dolo.

Pasa apenas un día y hay un temblor muy fuerte en Bogotá –no recuerdo otro parecido en los últimos veinte años–. El país así se parece a los viajes en autobús por nuestras endiabladas carreteras de montaña, con curvas estrechas y desfiladeros a lado y lado. Si el conductor fuera un experto con mucho aplomo, experiencia y seguridad, uno hasta iba tranquilo, pero no, hoy el conductor se llama Gustavo Petro y ya ha tenido un accidente serio, aunque somos muy conscientes de que en los próximos meses podría rodar por el abismo, junto con nosotros, por cuenta de sus caprichos.

El hombre tiene una colección de colaboradores de antología. Está desde el comienzo del cuatrienio Laura Saravia, una dama sin formación y de intenso servilismo, que todo lo encubre. No contento con ella, nombró en sucesivos ministerios, terminando por el más importante que es el del Interior, a Armando Beneditti, un malandro de siete suelas y con varios procesos penales pierna arriba. Benedetti, está acusado de múltiples casos de corrupción y pronto le llegará la hora de la verdad. Tal parece, eso sí, que le tiene guardados a Petro, los cuales hace un par de años amenazó con revelar, sin que hasta ahora lo haya hecho. Por si faltara alguien, acaba de traer del pasado a Eduardo Montealegre, ex Fiscal General y exmagistrado de la Corte Constitucional, quien con el paso de los años se ha ido deschavetando cada vez más. 

Petro asegura que está preso en el palacio de los presidentes. ¿A ver? ¿Cómo así preso, si puede ir y venir, incluso a rumbas peligrosonas en Panamá y Francia? Circulan por decenas cuentos de estas fiestas con alcohol y cocaína. Incluso su antiguo canciller, Álvaro Leyva Durán, dice que las ausencias injustificadas de Petro se deben a que se le fue la mano. Han salido en las redes vídeos suyos en los que son claras borracheras. Igual, la forma de divertirse de un mandatario es asunto suyo, no de la ciudadanía.

Petro lleva casi tres años en el poder con la idea de que va a lograr que la gente avasalle al Estado en las calles. Sin embargo, cada vez salen menos personas a sus convocatorias. Ante las FARC y sus disidencias, lleva ese mismo tiempo siendo débil y blandengue, mientras suman atentados. A quienes no están de acuerdo con él no les rebate los argumentos, sino que les dice “clasistas y racistas”, tengan el color de piel que tengan. Para Petro la burguesía colombiana está integrada por “genocidas y esclavistas”, “dictadores y tiranos”, “fascistas y nazis”, entre otras lindezas. Las periodistas son “muñecas de la mafia”. Yo, que conozco a muchos burgueses, sé que tienen defectos y a veces se les van las luces, pero la caracterización del presidente es una mentira atroz.

Hacía meses procuraba no leer los posts y demás mensajes que pone Petro por su posible intrascendencia. Ahora, eso podría cambiar, así que, ¿me tocará poner más atención? Uno habla con los conductores de Uber o la gente en la calle y nota que están crecientemente exasperados, así el gobierno todavía tenga por ahí un 30% de apoyo. Muchos en realidad estamos esperando a que pase el tiempo y llegue el 7 de agosto de 2026, cuando Petro tendrá que dejar su cargo. Seguramente seguirá con el ruido, pero si elegimos a alguien sensato, pues que haya ruido, qué demonios.

*

Por necesidad y defensa de mi cordura, tengo dos modalidades de mirar lo que pasa. La primera es la que acabo de dejar consignada; la segunda es la que aparece en el título como salida por la tangente y que consiste en olvidar la horrible cotidianidad y recordar que soy un escritor que intenta llegar más allá de las fronteras de Colombia y que existen temas valiosos no atados a la coyuntura política. Verbigracia, tengo tres o cuatro manuscritos que quiero publicar. Uno de ellos saldrá en México, aunque por lo pronto no voy a usar este artículo para la autopromoción.

Ah, y la literatura, mi profesión, sigue adelante a diferencia de las otras artes, algunas de ellas estancadas o desviadas, pues por ejemplo en la plástica hoy se pinta poco y se hacen muchas monerías intrascendentes, bajo el formato de las infumables instalaciones y del inocuo video arte. Igual, estar pendiente de lo demás es una forma de no poner tanta atención a lo de menos. En fin, un poema famoso de Aurelio Arturo, “Interludio”, habla de “los días que uno tras otro son la vida”. Estos en la Colombia reciente llegan muy agitados e inciertos.


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