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Caras largas del staff de Obama durante la visita de Trump a la Casa Blanca.

¡Cómo vamos a extrañar a Obama!

Una revisión de los logros y fallos de Obama en economía, reforma sanitaria y migración.
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Yo no se usted pero los millones de personas que dos veces votamos por él para elegirle presidente vamos a extrañar mucho a Barack Obama, sobre todo por su reposada inteligencia, decencia, integridad, elegancia e impecable conducta personal.

De mayor calado histórico será la hazaña de haber sido el primer presidente afroamericano electo en este país. Una proeza no fácil de lograr dados los enormes rezagos que subsisten en cuestiones de igualdad racial. 

Habrá quien le reproche a Obama no haber ejercido un liderazgo más firme en cuestiones domésticas: su falta de recursos políticos para lidiar con un Congreso opositor y obstruccionista (aunque hay testimonios grabados del líder de la mayoría republicana en el Senado anunciando su intención de obstruir todas las iniciativas presidenciales). El reproche, sin embargo, creo que es justo en tanto que Obama no ejerció un liderazgo al estilo de Roosevelt para lograr una transformación trascendental del país. Tampoco tuvo la destreza política con la que Lyndon Johnson se manejó para concretar los programas de la Gran Sociedad. Quizá porque las circunstancias históricas eran totalmente diferentes o quizá porque su manera razonable de presentar sus  propuestas no encendió el ánimo de la ciudadanía. Lo cierto es que sus políticas más ambiciosas son las que hoy corren el mayor peligro de acabar diluidas o eliminadas.

Un examen de sus logros en esta transición, hacia un futuro incierto, es difícil y arriesgado, sobre todo porque nadie sabe lo que hará su impredecible sucesor, pero el recuento es necesario para poder hacer una evaluación justa de su legado. La revisión de sus logros debe partir del momento en el que asume la presidencia con una economía en caída libre, con un país empantanado en dos guerras que no puede ganar y con un deterioro brutal de la imagen de Estados Unidos en el mundo entero.        

El rescate económico

Para el abogado neoyorkino Daniel Belin, donante a las causas del Partido Demócrata, lo primero que habría que destacar del legado de Obama es “su estable enfoque para reconstruir una economía que se encontraba en un estado desastroso”. Obama mismo ha declarado, en una entrevista con The New York Times, que “muy probablemente manejamos esa situación mejor que cualquier país con una economía semejante en la historia moderna”. Sin embargo, el problema fue que para el ciudadano común y corriente ni el rescate de lo bancos, ni el de la industria automotriz o del mercado de bienes raíces fueron vistos como una victoria para la gente que sufría los embates de la recesión, sino como una tabla de salvación para los banqueros, industriales y otros miembros del 1% de la población. Obama parece haberse dado cuenta del problema cuando admite, en la misma entrevista, que “el manejo de la crisis fue tan rápido que no pudimos explicar todo lo que estábamos haciendo”.   

Por otro lado, no debemos olvidar que la economía que Obama le entrega a su sucesor está notablemente mejor que cuando él asumió la presidencia en 2008. El desempleo que rondaba el 10% está hoy alrededor del 5%; hace más de setenta meses que crece el número de empleos en el sector privado y rebasa ya la cifra de los 14 millones; el déficit presupuestal se ha reducido en aproximadamente 1 millón de billones de dólares y el crecimiento económico anual del país es mayor al de cualquier otra nación del primer mundo.

La reforma sanitaria 

En el país más próspero del mundo no existía un sistema de salud de cobertura universal. En los primeros dos años de su gobierno, contando con un Congreso dominado por el Partido Demócrata, Obama logró la aprobación de la reforma sanitaria conocida como Obamacare, que si bien nunca llegó a tener ese carácter universal, por lo menos le dio cobertura a veinte millones de personas que hasta entonces se encontraban desprotegidas. Tan orgulloso estaba Obama de su hazaña que en una entrevista dijo, “pondría nuestros logros legislativos en los dos primeros años por encima de lo logrado por cualquier presidente con la posible excepción de Johnson, Roosevelt y Lincoln”. El uso de la palabra “posible” no solo es desafortunado, sino desproporcionado. 

El problema, sin embargo, fue otra vez la manera en la que se procedió a la hora de aprobarlo, explicarlo e implementarlo. A pesar de los evidentes beneficios que la ley aportaba, hoy sigue siendo una medida impopular, su costo no lo asume el Estado sino que se ofrece a través del sector privado y su implementación ha sido complicada, difícil de entender y onerosa para el beneficiario. Peor aún, su permanencia está seriamente amenazada por el Presidente y el Congreso Republicano entrante. 

 La encrucijada migratoria 

Durante su primera campaña presidencial Obama prometió liderar la lucha por una reforma migratoria integral. No cumplió su promesa. El desgaste político sufrido durante el proceso de aprobación del Obamacare fue enorme y la pérdida de curules demócratas en la Cámara de Representantes en la elección de 2010 impidieron cualquier intento hacia una reforma migratoria. 

Peor aún, entre 2008 y 2015, Obama deportó más inmigrantes a sus países de origen que George W. Bush. Es importante puntualizar que en los últimos cuatro años ha declinado el número de deportados, más del doble de las deportaciones han tenido lugar en la frontera, no dentro del país (se ha impedido el paso a los migrantes sin documentos pero ha disminuido enormemente la expulsión de personas ya viviendo en Estados Unidos) y el mayor número de deportados han sido de individuos con antecedentes penales.

Por otro lado, desde junio de 2012, y valiéndose de una orden ejecutiva, Obama estableció el programa conocido como DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals) que protege de la deportación a personas indocumentadas que llegaron al país siendo menores de edad y les permite obtener permisos para trabajar. Hoy el programa está en suspenso porque el presidente electo ha dicho que expulsará a todos los inmigrantes sin documentos y no se sabe con certeza que hará con los llamados “dreamers”.   

Un último dato en este recuento de las políticas nacionales de Barack Obama. El Presidente deja el puesto con un índice de aprobación del 55%, semejante al de Ronald Reagan al dejar la presidencia, por encima del de  Bill Clinton y 20 puntos arriba del de  George W. Bush. 

 

En el próximo artículo revisaré la política exterior de Obama.

 

 

 

 

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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