Constitución: Salvando las distancias

Se cumplen cuarenta años de la constitución española y de la apertura económica de China.
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Estos días estamos conmemorando un acontecimiento absolutamente clave en la historia de este país. En diciembre de 1978 —hace justo 40 años— se dio por superado un largo y oscuro período marcado por el personalismo desbocado, el retraimiento comercial, el malestar social y el declive cultural, y se tomó decididamente la senda de la apertura y de la prosperidad. Con motivo de este aniversario, resulta oportuno detenerse un instante para volver la vista atrás y contemplar el camino recorrido.

Vaya por delante, por supuesto, que no todo ha sido idílico en estos 40 años, y que hay que evitar caer en la complacencia. No obstante, todos cuantos tenían uso de razón hace cuatro décadas estarán de acuerdo en que los avances experimentados eran inimaginables por aquel entonces.

El retraso que previamente se había acumulado suponía una gigantesca losa. Dicho retraso se debía a multitud de factores —entre ellos, la terrible destrucción de la guerra civil— que confluyeron para provocar un descarrilamiento de proporciones históricas. No olvidemos que, siglos atrás, este país llegó a ser una potencia mundial de primerísima línea, con lo que su empobrecimiento relativo y su descrédito internacional no representaban la regla, sino más bien la excepción.

La apuesta progresiva por una economía basada en el mercado ha ido en sintonía con las tendencias globales, repercutiendo muy positivamente sobre el crecimiento. Un círculo virtuoso se ha puesto en marcha, en el que el estrechamiento de los lazos con Europa ha constituido un elemento fundamental. La recuperación del protagonismo internacional es a la vez causa y consecuencia de que este país acogiese con éxito el mayor evento a escala mundial, los Juegos Olímpicos, que supusieron una inyección de confianza de valor incalculable.

Sin embargo, como a menudo ocurre, el crecimiento no se ha repartido de forma equitativa, y siguen existiendo segmentos de la población en situación de gran vulnerabilidad. Las diferencias entre las zonas rurales y las urbanas se han ensanchado, erigiéndose en uno de los principales ejes del repunte de la desigualdad. En ocasiones, especialmente durante los últimos años, ciertos sectores de la clase política han sucumbido a la tentación de intentar ocultar las frustraciones socioeconómicas bajo el rojo y el amarillo de la bandera, en vez de abordarlas de raíz.

A la desigualdad se le suma una corrupción muy extendida, que alimenta la sensación de injusticia y erosiona el prestigio institucional. Otro de los grandes retos de presente y de futuro es el demográfico: la ONU estima que la edad mediana de la población estatal en el año 2050 se situará en torno a los 50 años. La automatización podría paliar el impacto negativo del envejecimiento poblacional sobre el mercado laboral, pero también podría agudizar la desigualdad. Que el efecto neto de la automatización sea positivo dependerá de que se adopten medidas estratégicas con suficiente antelación y acierto.

Un desafío adicional —seguramente el mayor de ellos— es el cambio climático, cuyas consecuencias ya se están haciendo notar. La transición ecológica debe interpretarse como un imperativo desde el punto de vista de la seguridad humana, pero también como una oportunidad económica. Y es que, cuando se poseen los recursos necesarios para explotar las ventajas de las energías renovables (por ejemplo, la solar y la eólica), carece de sentido ir a remolque. Este país puede contribuir a pilotar un sector con un alto valor añadido, como es el energético, cuya evolución marcará el devenir de nuestro planeta.

Como resultará evidente, los párrafos anteriores están dedicados a España, a propósito del 40 aniversario del referéndum constitucional y en homenaje al espíritu clarividente del 78, que debe seguir guiándonos a través del siglo XXI. Pero todos y cada uno de esos párrafos son también aplicables a China, que celebra los 40 años del inicio de su reforma y su apertura: un triunfo sin precedentes en la historia económica de la humanidad.

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Javier Solana es presidente de ESADEgeo - Center for Global Economy and Geopolitics y distinguished fellow en la Brookings Institution. Fue Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE y secretario general de la OTAN.


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