Los países hispanoamericanos hablan un mismo idioma y comparten un mismo silencio: el que se impone sobre la educación sexual integral a niñas, niños y adolescentes. “No existe la posibilidad de no educar sexualmente. Educamos con lo que hacemos, con lo que decimos y con lo que callamos”, escribió Leandro Cahn, director de Fundación Huésped, una organización argentina con alcance regional, que trabaja en áreas de salud pública.
El silencio que se impone sobre la educación sexual no es solo patrimonio de la región, así como la falta de educación no puede ser suplantada solo con aquello que los adultos callan. Cuando los chicos buscan información, cuentan con una fuente inagotable de datos: internet. Y es sabido que no todo lo que allí se encuentra es contenido educativo. En ese marco, el Salón Erótico de Barcelona publicó hace unas semanas un video, que se hizo viral, que señala que ante la falta de educación sexual surge un vacío informativo, el cual llena el porno, accesible para cualquiera desde un teléfono celular. “En una sociedad sin educación sexual, el porno es tu libro de instrucciones”, asegura el video.
Un dato llamativo sobre cómo los jóvenes latinoamericanos entienden las relaciones sexoafectivas es que el 62% de los varones de 15 a 19 años justifica la violencia sexual por el consumo de alcohol en los hombres, y el 72% entiende que las mujeres son responsables de las agresiones que sufren, en razón de la ropa que usan. El dato fue aportado por el estudio Rompiendo moldes, que analiza los comportamientos y creencias que tienen jóvenes de ocho países de América Latina.
En tiempos donde #NiUnaMenos se convirtió en un grito global y en los que la ola violeta del feminismo se expande por toda la región, la demanda de educación sexual se expresa a viva voz por parte de organizaciones que trabajan en temas de Derechos Humanos, LGTBIQ y activistas feministas. Una demanda tan precisa como urgente: se reclaman programas de educación sexual que contengan una perspectiva integral, con visión de género, no biologicista y no asociada solamente a lo anatómico, sino que incorpore temas como el placer, la diversidad sexual, los diferentes tipos de cuidado y los noviazgos violentos.
“No hay políticas públicas sobre educación sexual, ni capacitaciones masivas a docentes, ni regulación por parte del Estado de lo que hacen las escuelas públicas o privadas con la educación sexual”, asegura Eva Trebisacce, docente e integrante de la Asociación Interdisciplinaria de Educación Sexual Integral (AIESI) de Argentina. De acuerdo a su experiencia hay muchas escuelas que dicen enseñar educación sexual desde una mirada integral, pero donde los prejuicios de los docentes interfieren en el aula. “Por ejemplo recuerdo el caso de un profesor que escuchó que una joven había tenido relaciones con un chico que no conocía y se acercó a decirle que eso no estaba bien, que no debía tener sexo con desconocidos. Eso no es educación sexual integral”, aseguró Trebisacce.
Sebastián Sustas, investigador y autor de La sexualidad va a la escuela, explica que desde los años 90 los Estados comenzaron a legislar en asuntos que previamente se entendían como dimensiones exclusivas de la esfera privada. El cambio de paradigma generó resistencias: “Los grupos religiosos son reactivos frente a esta demanda: consideran que la sexualidad refiere a aspectos de la intimidad, que se deben resolver dentro de la familia” explica Sustas. Quienes se oponen a la educación sexual “buscan que los jóvenes posterguen el inicio de su sexualidad; no quieren hablar del placer, de afectividad y buscan que todo esté regido por una matriz heteronormativa”.
Guillermo Romero es un investigador argentino que se ha dedicado a indagar qué sucede con la educación sexual en escuelas católicas, ya que es una de las religiones que más se oponen a su enseñanza. Romero encontró durante su investigación una suerte de grieta o tensión entre lo que busca establecer la jerarquía católica y lo que realmente sucede en las aulas. “La jerarquía tiene una visión restrictiva donde los estudiantes no son sujetos de derechos, y se plantea que es la familia tradicional la que debe educar a los hijos, cumpliendo la escuela un rol subsidiario que nunca debe contradecir lo que se enseña en la casa”, detalla Romero. Sin embargo, este investigador no encontró docentes que se plegaran de forma total a los postulados que propone la jerarquía católica. “Un eje central son los métodos anticonceptivos: casi ningún docente se niega a dar esa información”, asegura el investigador.
Los hijos, sean del signo político que sean, están bajo el alcance de normativas internacionales en las que se garantiza su derecho a recibir información sobre su cuerpo y su sexualidad sin que esto pueda ser “obstaculizado por el requisito de consentimiento o la autorización de terceros”, según especifica la Convención sobre los Derechos del Niño en la Observación general número 20. Esta normativa insta a los Estados a que adopten políticas de salud sexual y reproductiva para los adolescentes y señala que todos ellos deben poder acceder a servicios, información y educación en materia de salud sexual y reproductiva.
La normativa incluso señala qué tipo de contenidos deben brindarse: “Se debe prestar atención a la igualdad de género, la diversidad sexual, los derechos en materia de salud sexual y reproductiva, la paternidad y el comportamiento sexual responsables, así como a la prevención de la violencia, los embarazos precoces y las enfermedades de transmisión sexual”. Sin embargo, el Fondo de Población de la ONUalertó tiempo atrás sobre el retroceso que sufre Latinoamérica en materia de educación sexual, el cual se refleja en el hecho de que se trata de la segunda región del mundo con la tasa más alta de embarazo no planificado en la adolescencia.
Así, mientras los jóvenes demandan más información sobre los cuidados que deben tenerse en las relaciones no heterosexuales y piden que el abordaje de la educación sexual informe sobre placer, goce y disfrute, los grupos que levantan la bandera del “Con mis hijos no” se hacen visibles con campañas publicitarias callejeras y por medio de las redes sociales. El grupo de Facebook #ConMisHijosNoTeMetas de Chile cuenta con 50 mil seguidores y en Twitter tienen cuentas que aglutinan a activistas contra los derechos sexuales en Colombia, Argentina y varios países de la región.
Lilián Abracinskas es una activista feminista uruguaya que forma parte de una investigación regional, coordinada desde Brasil, para estudiar cómo están desembarcando en América Latina los grupos antiderechos. Abracinskas explicó que estos grupos actúan por intermedio de la iglesia católica y de los grupos evangélicos. “Además, se meten en las instituciones del Estado y empiezan a actuar desde ahí, en particular en los departamentos y en los ministerios de Educación y Salud”, asegura.
Mientras esta avanzada de los grupos antiderechos se produce en la región, y ante el abandono por parte de los Estados de la responsabilidad de impartir educación sexual con bases científicas y desde una perspectiva integral, el porno continuará siendo el libro de instrucciones para muchos adolescentes.
Licenciada en Comunicación Social y periodista digital. Colabora con varios medios de Argentina y con áreas de comunicación en organizaciones especializadas en derechos humanos.