Primer informe de gobierno: desahogo, división y distracción

La retórica del presidente López Obrador gira en torno a tres ejes discursivos, de los cuales hubo numerosos ejemplos en el informe que presentó el 1 de septiembre.
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Una forma de entender la retórica del presidente López Obrador es tener presentes sus tres ejes discursivos: desahogo, porque se trata de un discurso emotivo que apela permanentemente al descontento y al enojo; división entre “el pueblo bueno” (sus seguidores) y “los “conservadores malos” (sus opositores); y distracción, para evitar que la opinión pública se enfoque en los problemas y dedique su atención, tiempo y energía a discutir sus frases, escandalizarse con sus insultos y repetir sus ocurrencias.

En su mensaje con motivo del primer informe de su gestión, vimos varios ejemplos de esas tres funciones del discurso presidencial:

Desahogo: el presidente siguió apelando al enojo contra los gobernantes del “periodo neoliberal” y, a pesar de que había prometido ya no hacerlo, sigue culpándolos del estado actual de cosas en el país. Esto lo hizo cuando asegura que: “entre 2006 y 2018, los gobernantes pretendieron resolver la inseguridad y la violencia delictiva mediante acciones de fuerza militar y policial. […] Todavía padecemos de inseguridad y de violencia, considero que por la mala estrategia que se aplicó desde el principio.” Otro ejemplo de desahogo vino cuando el presidente le recordó a la audiencia los “lujos y dispendios del poder presidencial”. El presidente apela al enojo con el pasado para evitar el enojo con el presente. Mientras hay gente que crea que le “devuelve al pueblo lo robado”, perdonará pifias e improvisaciones.

Distracción. Desde que inició la transmisión del evento, la intención de distraer se hizo evidente: el templete en Palacio Nacional decía “Tercer Informe al Pueblo de México”, lo que confundió deliberadamente a la audiencia. ¿Por qué tercer informe? ¿Era un error garrafal? ¿Cuáles habían sido los otros dos? La distracción siguió en otros temas, como cuando el presidente ataca a su espantapájaros favorito, el “neoliberalismo”, para evitar rendir cuentas por la falta de crecimiento económico, al afirmar que “la economía crece poco, es cierto, pero no hay recesión” y “Dejemos a un lado la hipocresía neoliberal, al Estado le corresponde atemperar las desigualdades sociales”, como si lo que se estuviera discutiendo es el rol del Estado en la economía, y no las decisiones que han frenado el crecimiento.

División: Tal vez la parte más criticable del discurso fue el cierre. En vez de trazar con sus palabras un futuro deseable para todos y llamar a la audiencia a trabajar para alcanzarlo, el presidente López Obrador volvió a arremeter contra la oposición a su gobierno con términos cargados de enorme desprecio: “Los conservadores que se oponen a cualquier cambio verdadero y están nerviosos o incluso fuera de quicio […] Además, lo digo con respeto, no quiero que se entienda como un acto de prepotencia o una burla, es lo que estoy percibiendo: están moralmente derrotados. […] porque no han tenido oportunidad de establecer un paralelo entre la nueva realidad y el último periodo neoliberal, caracterizado por la prostitución y el oprobio.” Una vez más, el presidente confirma que el conflicto es el motor del discurso populista –no hay un “nosotros” puro y moral sin un “ellos” inmoral y corrupto– y por ello la división nunca desaparecerá de la narrativa lopezobradorista. Al contrario: crecerá conforme la realidad sea más compleja para el gobierno.

Concluyo con una reflexión sobre el espíritu republicano del acto del informe de gobierno. Se supone que esa ceremonia existe para que el presidente rinda cuentas de lo realizado, escuche a la oposición, haga un balance honesto de pendientes y limitaciones y trace un futuro y un rumbo para todos los ciudadanos como líder político de la nación. El acto y el mensaje del presidente López Obrador fueron en contra de todos estos objetivos, y reflejaron más a un mandatario que disfruta el poder presidencial tanto como el sonido de su voz rebotando en las paredes del Palacio Nacional. Nos toca a nosotros, los ciudadanos, no conformarnos con una retórica que tiene más que ver con la demagogia y la propaganda que con la deliberación democrática y la rendición de cuentas.

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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