Auto etiquetarse como socialista en Estados Unidos es casi un acto suicida. Más de un siglo de adoctrinamiento anti-comunista aunado al contundente fracaso del socialismo real en la Unión Soviética y Cuba, por citar solo dos ejemplos, la falta de libertades políticas en el socialismo chino o el dramático desastre del socialismo tropical en Venezuela, han sellado el fracaso de los políticos estadounidenses que no aprenden las lecciones de la historia.
A finales del mes pasado, una joven activista latina de 28 años que se auto define como socialista afiliada al Partido Demócrata, derrotó a un poderosísimo político blanco de 56 años, progresista de centro izquierda, en la elección primaria del partido por un distrito neoyorkino, y su triunfo ha generado un debate al interior del Partido. El ala radical, insiste en cambiar de piel argumentando que solo dando un viraje extremo hacia la izquierda se recuperará el poder perdido en la última elección.
Su ejemplo es Alexandria Ocasio-Cortez, una activista latina nacida en el Bronx neoyorkino de madre puertorriqueña y padre Nuyorriqueño que contenderá en noviembre contra el republicano Anthony Pappas. Dada la composición del distrito en pugna donde predominan los latinos, lo más probable es que Ocasio gane la elección. Su historia personal es interesante y en cierto sentido conmovedora. De origen humilde, su madre trabajó como empleada doméstica y su padre un pequeño empresario. El padre murió en 2008 obligando a Ocasio a trabajar en restaurantes y bares para ayudar en el sostenimiento del hogar. Estudió economía y relaciones internacionales en la Universidad de Boston, trabajó con el senador Edward Kennedy y más tarde en la campaña presidencial de Bernie Sanders. Fiel a su ideología socialista, Ocasio aboga, entre otras cosas, por una ofrecer educación superior gratis y medicare (el programa de cobertura medica federal) para todos. También pide la abolición de ICE, la Agencia de Inmigración y Control de Aduanas.
Su triunfo sucede en un momento crucial previo a las elecciones intermedias de 2018 y a dos años de la elección presidencial de 2020, y reafirma la discusión interna en el seno del partido demócrata, iniciada aunque con menor resonancia en estados como California donde ya ha habido enfrentamientos entre jóvenes progresistas y viejos moderados. En teoría, las elecciones intermedias son una especie de referendo sobre la presidencia en funciones y todo indica que las de noviembre le serán adversas a los republicanos y principalmente a Donald Trump. Según las encuestas del Pew Research Center, los demócratas podrían ganar ambas Cámaras del Congreso si la base del partido Demócrata, que es de centro-izquierda, sale a votar en cantidades suficientes y a ellos se suman los indecisos. Por ejemplo, tres de cada cuatro que dicen que la reforma fiscal de Trump no les ha beneficiado o los que se quejan por el aumento en el costo de la vivienda y del cuidado de la salud y de los niños. La inmigración que Trump ha explotado hasta la nausea con su base de votantes no es un tema de preocupación en el resto del país. Además la popularidad de Trump se mantiene a niveles bajos.
Yo estoy convencido de que la clave para retomar el control del Congreso no es apelar a la extrema izquierda sino mandarle un mensaje de cambio moderado a los votantes que están en el centro del espectro ideológico y que no han decidido por quien votar. Los obreros que votaron por Trump en Pennsylvania, Wisconsin o Maine no son los obreros que inspiraron a Karl Marx y Federico Engels en las fábricas de Alemania e Inglaterra, sino obreros de industrias sin futuro y a estos no se les atrae con un discurso socialista que hace más de un siglo ha sido demonizado como antinorteamericano.
Si lo que queremos es preservar el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, una restauración completa del sistema de salud conocido como Obamacare, acciones positivas para detener el calentamiento global, un Senado que se oponga a que el actual ocupante de la Casa Blanca incline la composición de la Suprema Corte de Justicia más hacia la derecha, es imprescindible desoír el canto idealista de las sirenas del Bronx.
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.