La imagen, dichos y hechos del Seรฑor Presidente dominan los medios. Eso busca y logra con talento para llamar la atenciรณn pรบblica, concentrada en รฉl, no en los resultados de su administraciรณn, no en el declive de su aprobaciรณn. Empezรณ con mรกs del 80%: una mayorรญa aplastante. Ahora tiene mรกs del 50%: una simple mayorรญa.
Pero no es lo mismo un mandato con mรกs del 80% que con mรกs del 50% o del 45% o del 40%. No es lo mismo el apoyo popular que el cupular y, dentro de รฉste, el apoyo de las distintas cรบpulas: el ejรฉrcito, las cรกmaras legislativas, los partidos, el poder judicial, los otros poderes ejecutivos, el empresariado, la prensa, los profesionales, la opiniรณn extranjera, la Iglesia. No es lo mismo acatar por adhesiรณn a la persona, o por respeto a su investidura y a la ley, que por convencimiento. No es lo mismo legalidad que legitimidad.
No hay que esperar un declive del frenesรญ presidencial. La acumulaciรณn de fracasos no lo arredra, lo estimula a redoblar su impulso hacia el poder total. Cuando fue candidato y fracasรณ dos veces, otro se hubiera retirado. No รฉl.
El declive observable no estรก en รฉl, aunque a veces parece cansado. Estรก en la esperanza que despertรณ, y ha venido disminuyendo. Estรก en el temor que despertaba enfrentarlo. Cualquier resistencia a su voluntad parecรญa “ponerse con Sansรณn a las patadas”. Ya no parece asรญ. El temor ha disminuido junto con la esperanza.
Aunque la adhesiรณn a su persona sigue siendo alta, la reprobaciรณn de sus declaraciones, decisiones y consecuencias es cada vez mayor, incluso entre sus allegados: altos funcionarios de su administraciรณn; legisladores; jueces; incluso de su propio partido. Ya no se diga entre los simpatizantes que tuvo entre los empresarios, mรฉdicos, periodistas, nacionales y extranjeros.
Eso explica la vehemencia con que toma las elecciones de junio y hasta la violencia con que se entromete, al margen de la ley. No teme perderlas, sino que su declive se ponga en evidencia.
El presidente Echeverrรญa no cambiรณ en seis aรฑos. Lo que cambiรณ fueron los chistes sobre รฉl. Frente a sus dichos y hechos ininteligibles, hubo al principio desconcierto, pero no burlas. La sociedad era entonces sumisa. Si lo que estaba haciendo el Seรฑor Presidente no se entendรญa, se daba por supuesto que detrรกs habรญa una razรณn maquiavรฉlica, no una simple tonterรญa. Pero los malos resultados empezaron a ser obvios y las adhesiones disminuyeron. No habรญa una prensa libre, menos aรบn radio y televisiรณn. La decepciรณn no tuvo mรกs salida que las carpas y los chistes.
La decepciรณn con Lรณpez Obrador empezรณ en las cรบpulas, donde se ha generalizado. En menor grado, se ha extendido al resto de la sociedad, golpeada por la escasez de medicamentos, vacunas y servicios mรฉdicos, en medio de una peste letal; por la escasez de inversiones y empleos; por la inseguridad, que ha aumentado en vez de disminuir, sorda ante los llamados de amor y paz; por su desdรฉn al feminismo y los feminicidios.
Ademรกs, la sociedad ya no es sumisa. No respeta ni a un gran jurista, presidente de la Suprema Corte, que deja de respetarse a sรญ mismo. Ve con desprecio a los serviles. Pero ya no se queda en el chiste. Tiene el voto y el deber de ejercerlo.
Publicado en Reforma el 25/IV/21.
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.