El socialismo ochentero en la literatura infantil de Christine Nöstlinger

El pasado 28 de junio murió la escritora juvenil austriaca, famosa por libros como 'Querida Susi, querido Paul' o 'Historias de Franz', publicados en la colección Barco de Vapor.
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Al leer el nombre muchos lectores arquearán las cejas: ¿Quién es Christine Nöstlinger? Solo tres pistas: Querida Susi, querido Paul, Konrad, o el niño que salió de una lata de conservas, e Historias de Franz. Quizá ahora sí. Los tres títulos fueron publicados a finales de los setenta y comienzos de los ochenta y se convirtieron en parte de la educación sentimental de la generación europea que aún no había terminado el colegio en aquellos años. También en España cuando fueron traducidos al español y publicados en la joven colección Barco de Vapor de la editorial SM a mediados de los ochenta y más tarde en Alfaguara. Según datos de SM, desde entonces los libros de la serie Querida Susi –cinco títulos– han vendido 234.000 ejemplares y algunos de estos títulos han tenido hasta 54 reimpresiones. De la serie Mini se han publicado un total de 15 títulos y se han llegado a imprimir 250.000 ejemplares. A día de hoy se siguen reeditando con otro diseño, pero es muy probable que aquellos libros de tapa azul –hasta los 9 años de edad– persistan en la memoria de muchos que ahora frisan los cuarenta.

Hace unos días que Nöstlinger murió en Viena. Fue el 28 de junio, aunque su editorial austriaca no lo anunció hasta el pasado 13 de julio. Tenía 81 años. Pese a que en la prensa alemana y austriaca se publicaron muchos obituarios, en España pasó inadvertido su fallecimiento. No era quizá el nombre de los totémicos Astrid Lindgren o Michael Ende, con el que por cierto Nöstlinger no se llevaba bien, pero también es cierto que en España siempre ha costado un poquito más girar la cabeza hacia la cultura centroeuropea y nos hemos dejado arrastrar mucho más por la anglosajona y la francesa. En Austria y Alemania fue reverenciada y considerada una de las creadoras de la literatura infantil contemporánea.

Nöstlinger era moderna y también progresista, y su figura da muchas pistas sobre la Europa de entonces, aquella salida del Mayo del 68. También sus libros encajan como un guante en el país que salía del franquismo, en el de la victoria del PSOE del 82, y en el de esa población que buscaba aires nuevos y frescos y quería para sus hijos una educación más libre. Nöstlinger nació en Viena en 1936, solo dos años antes de la anexión de Austria por la Alemania nazi. Vivió en Brittenau, un barrio obrero muy cerca de Leopoldstadt, el vecindario de moda en la capital actual. Hoy se pueden ver muchas parejas jóvenes con sus carritos de bebé en el parque Augarten, tiendas de vinos ecológicos y aceites de oliva a precio de oro. Pero Nöstlinger fue una niña en un país mucho más oscuro. Sus padres eran socialistas y opuestos a esa Austria que abrazaba sin pudor el nazismo. De ese socialismo de los años treinta y cuarenta. Aquellas ideas la influyeron en tiempos muy difíciles. Era la hija del segundo matrimonio de su madre, con una abuela de fuerte carácter y, como sucedió después de la Segunda Guerra Mundial en Alemania y Austria, formó parte de una generación de mujeres que se alejaron del conservadurismo.

Su llegada a la literatura infantil dice mucho de su forma de ser y su ideología. Como contó en las entrevistas que le hicieron los medios austriacos cuando cumplió ochenta años en 2016, publicó su primer libro, Federica, la pelirroja (1970), porque el editor era amigo de su marido y ella le regaló el manuscrito con sus propias ilustraciones. “Lo hice porque de no haber sido por mi marido, nunca hubiera tenido acceso a una editorial”, afirmó. Ella quería ser ilustradora, que es lo que había estudiado, pero lo que ocurrió después es que la historia, y no solo los dibujos, tuvo un éxito enorme y la colocó en la primera fila de una literatura infantil que no se había escrito hasta entonces. Con su siguiente obra, Los chicos del sótano mágico (1971) obtuvo el premio nacional de literatura juvenil de Alemania.

Estos libros ya mostraban qué es lo que interesaba a Nöstlinger. En Federica, la pelirroja hablaba del bullying que sufría una niña en el colegio por el color de su pelo. La palabra bullying ni siquiera existía entonces. Publicado unos años después, Konrad o el niño que salió de una lata de conservas (1977) narraba la historia de una mujer divorciada que se topa de repente con un niño en su buzón de correos. La lectura también tenía un nivel para los adultos puesto que se enfocaba en cómo criar a los niños adoptados y también en cómo abordar la crianza siendo una madre soltera. Un tema que hoy sigue de plena actualidad.

Más adelante, ya en los ochenta, llegaron las series de Susi y Paul y las Historias de Franz. En las primeros apuntaba a la amistad y el amor, y cómo se puede dar esa amistad entre niños y niñas, dentro de una educación mixta. Hoy quizá parece de Perogrullo, pero no lo era tanto hace casi cuarenta años. Es más, han vuelto con fuerza las opiniones que hablan de segregación en los colegios. Con el personaje de Franz, Nöstlinger hablaba de un niño del que se ríen en el colegio porque sus tirabuzones rubios le dan aspecto de niña. La escritora apuntaba a la integración y la convivencia, a cómo debemos aceptar al otro, más allá de su aspecto. Hoy, asuntos como la orientación o la identidad sexual de los niños siguen estando en la conversación.

Así, en todos sus títulos –publicó hasta 150– Nöstlinger esboza unas temáticas que todavía hoy transmiten libertad. Y es curioso y triste que en ocasiones ella parezca más moderna que el mundo actual. Escribió sobre la discriminación, el racismo, la marginación, la intolerancia, la liberación de la mujer, las relaciones familiares y en el colegio. Por eso no extraña que uno de los que haya recordado a la escritora estos días haya sido Martin Schulz, quien fuera candidato a la cancillería alemana por el SPD, los socialdemócratas alemanes, además de librero. “Sus libros hablan de la lucha por la integración y la emancipación y de que se necesita coraje para luchar por tu lugar en el mundo. Que vale la pena luchar, y que siempre habrá gente para apoyarte. Astrid Lindgren escribió sus libros bajo el lema ‘Nunca violencia’. La obra de Christine Nöstlinger podría estar bajo el lema ‘Siempre coraje’. Ha envalentonado a las generaciones y sus obras envalentonan a muchas más generaciones”, escribió el político en el semanario Der Spiegel.

Para la escritora era normal abordar esos temas. “En ese momento creía que en 20, 30, 35 años la vida en Europa sería más justa, más libre, más gloriosa y más socialista. Si crees eso, hablas de manera diferente a los niños. Entonces uno imagina que estos niños serán personas completamente diferentes como adultos. Y piensas que tienes que animarlos para resistir y ser rebeldes”, contó hace dos años en una entrevista publicada en el periódico austriaco Der Standard.

No obstante, pese a recibir premios y ser apreciada por los lectores, también se encontró con obstáculos. No todo el mundo recibía su literatura por igual. “Los libros para niños, tal y como los escribí, a veces eran recibidos con alegría, pero también fueron rechazados por el otro lado. Hubo discusiones amargas sobre cómo debe ser un libro para niños”, relató en una entrevista para el Frankfurter Allgemeine donde comentaba con cierta amargura cómo esa discusión ni siquiera existía ya hoy: “Hoy en día, un libro para niños es un buen libro para niños cuando se vende mucho. Y a lo sumo eso significa que lo principal es que los niños lean. Y yo pregunto: ¿si leen propaganda nazi también debemos decir ‘al menos los niños leen’?”, se preguntaba de forma cáustica.

Esta escritora socialista afirmaba en sus últimos años estar desconectada de la juventud. Aunque escribió hasta 2013, decía que no entendía a los niños y jóvenes en absoluto. Criticaba el uso compulsivo de los smartphones y achacaba incluso la deriva política de Austria poco antes de que entrara la ultraderecha en el gobierno a las redes sociales. “Durante décadas hemos regañado a la prensa sensacionalista por hacer que la gente sea estúpida. Pero ahora tenemos alrededor de un tercio de la población que ya no se basa en la prensa sensacionalista, sino en las redes sociales. Y este algoritmo tiene la fatalidad de que las personas sigan recibiendo solo los mensajes que confirman su visión del mundo. No sé cómo influir en estas personas”, declaró a Die Welt.

Ella hablaba de otras cosas. “Dado que los niños viven en un entorno que no les anima a desarrollar utopías por sí mismos, debemos tomarlos del brazo y mostrarles cuán hermoso, alegre, justo y humano podría ser este mundo”, señaló cuando recibió el premio Andersen –el Nobel de la literatura infantil– en 1984. Muchos le estamos muy agradecidos.

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es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.


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