Volodímir Zelensky es el personaje del momento. El sexto presidente de Ucrania se ha convertido en líder y símbolo de la resistencia a la invasión rusa. Sus discursos, mensajes y videos en redes sociales se han viralizado, catapultándolo a la fama global. Este éxito de comunicación no es producto de un accidente. Como ya se ha dicho en todos lados, Zelensky no es un político profesional, sino un actor cómico que alcanzó fama local por una serie de televisión en la que interpreta a un profesor inconforme con el sistema que termina convirtiéndose en presidente. Por eso sabe hablar muy bien lenguaje televisivo, con mensajes simples y directos que apelan a la emoción.
Gracias a esa capacidad para comunicar, Zelensky llegó al poder con 73% de los votos. Mientras que en la serie de televisión lograba grandes cambios solo con honestidad y buenas intenciones, en la vida real descubrió que gobernar sí tiene mucha ciencia, sobre todo en un país con instituciones débiles e inmaduras. A sus malos resultados se sumó un terrible manejo de la pandemia: Ucrania está entre los diez países con más muertes por cada 100,000 habitantes. Por si fuera poco, Zelensky apareció en los Panama Papers porque su empresa productora de televisión sacaba sus ganancias del país, presuntamente para invertirlas en paraísos fiscales. No sorprende que, para octubre de 2021, solo el 18% decía que votaría de nuevo por él en la siguiente elección.
Claramente, Zelensky no era un líder ejemplar. Al contrario, parecía que iba a sumarse a la lista de políticos ucranianos fracasados. Y precisamente por eso, ahora es irresistible como figura épica. El destino lo puso en “el viaje del héroe”, una estructura narrativa que el escritor y antropólogo Joseph Campbell describió como el común denominador de todos los grandes mitos, leyendas y poemas épicos de la historia humana y que ha trascendido a nuestros días como la base de la trama de novelas, películas y series de televisión.
En “el viaje del héroe”, una persona común y corriente es llamada a cumplir una gran misión para salvar a una comunidad. La persona no quiere, se resiste, expresa dudas, insuficiencias personales y temores ante lo grande y difícil de la misión. Pero una circunstancia fuera de su control lo lleva a enfrentar a un enemigo poderoso, malvado y cruel. Ese choque con la realidad hace que la persona común y corriente se lance al “viaje”, donde irá pasando tribulaciones en su lucha contra enemigos y adversidades. Cuando está a punto de rendirse, recibe una ayuda en la forma de un objeto mágico, el apoyo inesperado de un aliado o descubre que en realidad sí tiene un poder o habilidad especial. De este modo logra salir adelante y completa su periplo al regresar a casa con la victoria, donde recibe su justa recompensa. La persona común se transforma así en héroe.
La historia de Zelensky encaja en este molde narrativo. Todos hemos visto al comediante convertirse ante nuestros ojos en un líder. Empezó a llamar la atención del mundo con un conmovedor discurso en el que apela a la humanidad del pueblo ruso para que no apoyen la artera invasión: “Ustedes conocen nuestro carácter, nuestra gente, nuestros principios. Escuchen su interior. Escuchen a su sentido común. Escuchen nuestras voces. La gente de Ucrania quiere paz.” Pudimos ver a un Zelensky calmado y resuelto ante la amenaza de un enemigo poderoso y cruel.
En contraste, Vladimir Putin parece determinado a encajar en el arquetipo del villano del relato. Cuando le tocó exponer sus razones para la guerra, dio un discurso de una hora, lleno de odio e insultos contra Ucrania. Más que un libertador, Putin habla como los enemigos megalómanos de James Bond, dispuestos a destruir al mundo por sus caprichos y que actúan como déspotas con sus subordinados. Hay además un factor que Putin no consideró: la voluntad de pelear de Ucrania, tanto en el campo de batalla como en el de la propaganda. Mientras él y sus voceros hablan de un país gobernado por auténticos nazis, la prensa internacional transmite las imágenes de un pueblo ucraniano estoico y valiente. Hombres y mujeres de todas las edades y ocupaciones aparecen enlistándose voluntariamente para plantarle cara al invasor y enfrentar, así sea con modestos rifles y cocteles molotov, a los poderosos tanques y helicópteros rusos. Ucrania se ha ganado así el corazón de millones.
A esas historias se sumó el hábil manejo de la comunicación visual de Zelensky, quien dejó el traje y se vistió de verde olivo, dando la impresión de que saldría a defender a su país codo a codo con sus compatriotas. Todos los días, el presidente ucraniano ha subido a las redes videos con mensaje como: “el presidente está aquí, nuestros soldados están aquí, nuestros ciudadanos están aquí, y nosotros estamos aquí” o “necesito municiones, no un aventón”, en referencia a una oferta estadounidense para evacuarlo del país. Mientras tanto, Putin aparece siempre dentro de las paredes de mármol y oro del Kremlin, con sus asesores e interlocutores sentados a varios metros de distancia. El contraste del valeroso hombre del pueblo luchando contra el tirano escondido en su palacio no podría ser más claro. Rusia va perdiendo por mucho la batalla de la imagen y, con ella, la de la legitimidad internacional.
En la estructura narrativa del “viaje del héroe”, en el momento más crítico, cuando todo parece perdido, el protagonista del relato siempre recibe una ayuda inesperada que cambia el rumbo de la historia y le permite salir adelante. Por el bien de Ucrania, de Rusia –y del mundo– no queda más que desear que la ayuda militar y la presión económica y política detengan esta guerra sin sentido y se evite así más sufrimiento humano.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.