El periodista Bruno Bimbi, doctor en Lingüística y experto en política brasileña, excorresponsal en Brasil para la cadena Todo Noticias y autor de El fin del armario, denuncia la discriminación del castellano en las universidades catalanas y el fanatismo y la xenofobia del independentismo.
Tu artículo no solo provocó una turba en redes sino que incluso el medio en el que lo publicaste, CTXT, emitió una carta de disculpa.
Fue algo espantoso. Supongamos que todo lo que escribí en el artículo estuviera mal, que yo creo que no está mal, ¿eso justifica que yo haya recibido durante cinco días miles de insultos y amenazas en las redes sociales, que me hayan llamado monstruo, escoria, basura, lacra…? Incluidos insultos xenófobos, como sudaca, vete a tu país.
No fue algo espontáneo. Trabajé durante diez años en Brasil y conozco bien cómo funciona esto, porque el gabinete del odio en Brasil que dirige el hijo de Bolsonaro se dedica exactamente a hacer esto. Trabajé con un diputado, Jean Wyllys, que era la víctima predilecta de Bolsonaro y tenía todo un sistema de odio dirigido hacia él, hasta que tuvo que renunciar a su escaño como diputado e irse del país.
Cuando ves que de la nada surgen miles de cuentas insultándome y se reproduce de maneras industriales, y hay muchos usuarios con nombres con combinaciones de letras y números y los mismos insultos, ves que no es espontáneo. Es algo que cuesta dinero. A mí me gustaría saber quién dio la orden de hacer eso. Primero aparecen las cuentas falsas, que simultáneamente repiten los mismos insultos y producen un efecto manada. Después aparecen cuentas de personas públicas con miles de seguidores, que de una manera menos brutal te apuntan con el dedo. Y luego hay un efecto contagio. Esto lo hace Vox todos los días y también los independentistas en Cataluña. A ver, ¿quién es la extrema derecha acá?
¿En Cataluña?
Sí. Claramente es un sector del independentismo. Lo que han hecho los independentistas conmigo es lo mismo que hacen los de Vox contra Ada Colau o Pablo Iglesias cada día.
Todo empieza con una catarata de insultos. Es lo que le pasó a Jean Wyllys. Al principio son perfiles falsos. Luego crece y se multiplica y empiezan a aparecer los insultos en la calle, las amenazas al ir a trabajar al congreso. Los emails con amenazas de muerte, amenazas a su madre y hermanos.
Una diputada brasileña amiga mía no pudo ir a votar en las elecciones a su propia ciudad porque está amenazada de muerte. Yo sé cómo funciona esto y hasta dónde puede llegar cuando se dispara. Hay un sector del independentismo que está usando los mismos métodos que Vox y Bolsonaro.
En el artículo te quejas de la falta de transparencia lingüística en la universidad catalana.
Si un curso se oferta en español se tiene que dar en español. Y si se oferta en catalán se tiene que dar en catalán. En este momento, hay una disciplina en la que no voy a clase. Estoy solo, con los libros en mi casa. Me presento al examen sin saber absolutamente nada de lo que se dijo en clase. Solo tengo la bibliografía. Y eso en una disciplina que tiene once grupos. No costaba nada que uno de los once fuera en español. Pero además, dos de esos once fueron publicitados como que se impartían en español. La universidad me mintió.
Antes de escribir el artículo busqué varias vías. Hablé con la primera profesora y me expulsó de la clase. Y ese mismo día recibí un email en el que la directora del grado me decía que me tenía que ir de ese grupo. La directora del grado, por indicación de la profesora, me decía que lo mejor es que me saliera del grupo. Se me critica que no diga quién es y dónde. Pero si yo pusiera su nombre le habrían acosado desde el otro lado. Me pasaron a otro grupo que se ofertaba en español, pero también era en catalán. Hablé con la tutora, la jefa de estudios, intenté todo. La universidad, ante este problema, no busca una solución. Ni lo intenta, simplemente lo ignora.
Yo pedí a la profesora que al menos me diera bibliografía porque no entendía sus clases. Me respondió que era un maleducado, que como le decía una cosa así. Es una clase teórica, de dos horas, en la que se usa terminología técnica. Hay muchas palabras o expresiones que pueden ser falsos amigos.
En el artículo dices que esta cuestión, tanto la del español en las universidades como en general en Cataluña, es un tabú para muchos. Lo es para los independentistas pero también para una parte de la izquierda.
Siempre he evitado hablar sobre el conflicto catalán, aunque tengo mis opiniones. No me parecía prudente meterme. En este caso hablo de la lengua, que está vinculada al conflicto pero es otro tema. La cuestión de las lenguas está tan contaminada con odio que cualquier cosa que uno diga le encasillan en un extremo. Por un lado el discurso de la extrema derecha nacionalista española, que diría que las clases deberían ser solo en español. Y el de la extrema derecha nacionalista catalana que te dice que todo tiene que ser en catalán.
En las encuestas, la sociedad catalana no está de acuerdo con esos extremos. Y hay un porcentaje bajísimo de ciudadanos catalanes que quieren una educación solo en castellano. Abunda la posición en favor del bilingüismo.
O incluso el trilingüismo. Cuando se le pregunta a la gente si está de acuerdo con la inmersión lingüística, más o menos la mitad dice que está de acuerdo y la otra mitad que no. Si en una sociedad polarizada haces una pregunta en la que solo das dos opciones, te va a salir la fractura. Este es el debate en la escuela, creo que es distinto en la universidad.
Tengo una visión muy crítica del independentismo porque siento mucha aversión hacia todos los nacionalismos. Incluso en Argentina, de donde soy. La idea de poner más fronteras y dividir no coincide con lo que pienso. Simpatizo más con la UE que con la idea de dividir un país en pedacitos. Si hubiera un referéndum en Cataluña y yo fuera ciudadano español, votaría no. Al mismo tiempo, no me parece bien que, por ejemplo, Oriol Junqueras esté en la cárcel. Creo que los independentistas presos son presos políticos. No estoy de acuerdo con que nadie esté preso por sus ideas. Si yo hubiese escrito un artículo sobre esto último, los que salieron a insultarme me habrían aplaudido, y viceversa.
Estudié lingüística, para mí preservar una lengua es fundamental. Pero la política lingüística catalana hoy no es la mejor para preservar una lengua. Se protege el catalán enfrentándolo al español. Lo que más molestó de mi artículo es que lo escribiera donde lo escribí. Una crítica al modelo lingüístico catalán en un medio de izquierdas por un periodista de izquierdas. Mientras estas discusiones estén encapsuladas en burbujas ideológicas, seguirá ocurriendo esto.
El tema del castellano en Cataluña generalmente lo trata la derecha.
Conozco mucha gente de izquierdas que está de acuerdo con mi artículo y no lo va a decir. Esto sucede. Me ha pasado muchas veces en mi vida. Viví diez años en Brasil. He escrito decenas de artículos sobre Bolsonaro y la extrema derecha en el país. Era corresponsal para Todo Noticias, el canal argentino. Dije que el impeachment contra Dilma fue un golpe de Estado encubierto y que el país corría el riesgo de volverse autoritario si ganaba las elecciones Bolsonaro. Cuando decía eso, a la izquierda le gustaba. Pero cuando escribía que lo que sucede en Venezuela es una barbaridad, que hay exiliados, torturados en las cárceles, partidos proscritos y que las elecciones son un fraude, esos mismos me insultaban. No tengo dictadores favoritos.
¿Qué opinas de las respuestas que ha habido a tu artículo, más allá de los insultos? El vicerrector de la Universidad Pompeu i Fabra, José Luis Martí, escribió un artículo en el que dice que “No existe un problema general con/para el castellano en Cataluña. Y no existe un problema particular con/para el castellano en las universidades catalanas”
Hay argumentos que no se sostienen. La respuesta de Martí es muy educada, ojalá todas hubieran sido así. Pero se dijo que mi artículo trataba sobre una cuestión particular y era muy subjetivo. Pero el de Martí cae en eso también. Cuenta su experiencia como profesor, igual que yo cuento mi experiencia como alumno.
En mi artículo, partí de mi experiencia personal, pero también hablé con profesores y alumnos (que por razones ahora obvias no habrían querido que los mencionase), investigué datos y encuestas. Martí usa los mismos datos que yo uso, el Informe de Política Lingüística de la Generalitat. Yo extraigo de esa encuesta los datos sobre el uso del catalán y el español en Cataluña que demuestran que más de la mitad de los catalanes se identifica con la lengua española. Alrededor del 30% se identifica con el catalán. El artículo de Martí se centra en el uso del catalán y el español en la universidad. Y muestra que, en promedio, el 75,6% de las disciplinas en grado son en catalán exclusivamente, el 13,7% en español, y el 10,7% en inglés. Él plantea esta estadística como prueba de que me estoy equivocando. Pero lo que prueba es que lo que yo digo es verdad.
Una cosa que me decían era: fuiste a estudiar a una universidad en Brasil, ¿te quejaste de que las clases fueran en portugués? Pero es que en la universidad donde yo estudié, en Río de Janeiro, el 100% de la población habla portugués. Y la lengua oficial es el portugués. La lengua que utiliza el 100% de la población es el portugués. Es obvio que las clases sean en portugués. En Cataluña, el 98% o 99% sabe hablar español. El porcentaje de los que entienden catalán es un poco inferior. Ahora bien, si miramos el conocimiento escrito, la diferencia es mayor, de casi veinte puntos. El 65% de los catalanes escribe en catalán, frente al 97,6% en castellano. Barcelona es una ciudad en la que más de la mitad de la población prefiere el español al catalán, cuya lengua materna y de identificación es el español. Comparar esto con Río de Janeiro es ridículo.
Las cifras que ofrece Martí hay que cogerlas con pinzas. Son datos de un promedio. Hablan de la oferta que hay. Si miras en cada carrera, puedes ver el porcentaje de clases que se ofertan en cada lengua. Pero la cuestión no es qué se oferta sino cuál es el itinerario del alumno. Hay disciplinas obligatorias y optativas. En las obligatorias tienes, por ejemplo, 13 grupos. Pero si de ellas no hay ninguna asignatura en castellano, no tienes alternativa. En el caso de las optativas, como solo puedes darlas en castellano, pues eliges solo las que puedes dar en castellano. La oferta de optativas, por lo tanto, se reduce y es como si fueran obligatorias.
Hay otra cuestión. Si a mí cuando me matriculé me hubieran dicho: tienes estas disciplinas y las tienes que dar en catalán, no hay alternativa, pero son en el último año y te ofrecemos la posibilidad de aprender catalán gratuitamente en la universidad, a mí me habría parecido fantástico. Pero no es así, lo que se te dice es: no puedes hacer esta carrera.
Es una barrera de entrada.
Si uno entra en la Facultad de filología de la Universidad de Barcelona ve que la información sobre los porcentajes de lengua en cada asignatura solo está en la versión en catalán. Por ejemplo, tomemos Estudios Árabes y Hebreos, una asignatura que no tiene nada que ver con el español ni el catalán. Catalán, 55,2%, castellano, 6,9%. Si yo quisiera estudiar Estudios árabes y hebreos no podría. Otro ejemplo. Filología clásica. Se imparte en catalán en un 69,2%, en castellano en un 21%. Incluso en Filología Hispánica tienes un 24% de disciplinas en catalán. Hay otros grados con un 70 u 80% en catalán.
La pregunta para mí no es sobre porcentajes, es más simple. ¿Puede un estudiante que no habla catalán ingresar a un grado en la Universidad de Barcelona? Decir que no hay un problema es tapar el sol con la mano. Podemos estar en desacuerdo sobre cómo resolver el problema. Pero lo hay. El artículo de Martí cae en eso, en decir que no hay ningún problema.
¿Es justificable que en una ciudad en la que más del 50% de sus habitantes elige el español como lengua de identificación no se pueda estudiar si no hablas catalán? Si el día de mañana Cataluña se convierte en un país independiente, esta discusión seguirá existiendo. Seguirán existiendo los castellanoparlantes y gente que se siente más cómoda con el catalán o con el español. A no ser que lo que realmente quieras es echar a los que no quieren hablar catalán. La universidad no puede crear más barreras, debe existir para derribarlas. Es un mecanismo de ascenso social también. Tiene que eliminar restricciones. La cuestión es cómo garantizar el acceso a la mayor cantidad de estudiantes a la universidad.
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).