Entrevista con Rob Riemen: “Vivimos en el imperio de la estupidez”

"Si llamamos populista a todo el mundo, nadie es populista": El ensayista holandés alerta del peligro del momento político actual.
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El ensayista Rob Riemen (Holanda, 1962) se muestra alerta ante los últimos vaivenes políticos en Europa y Estados Unidos. Influenciado por la ética protestante de los valores espirituales y el humanismo eurocéntrico, traslada en sus textos la peligrosidad del momento actual con el advenimiento de nuevas fuerzas de carácter fascista. Así llama él a partidos que hasta la fecha, principalmente, han sido tildado de populistas. Y pone el punto de mira en Alemania, en la nueva coalición italiana y lo que ya viene sucediendo en otros países como Hungría o Turquía, “con el apoyo de Putin y Trump”, sostiene. En sus ensayos publicados en español, Nobleza de espíritu y Para combatir esta era, ambos en Taurus, da las claves sobre por qué triunfan estas fuerzas políticas y qué podemos hacer para luchar contra ellas.

Según usted, el fascismo se esconde tras palabras como populismo. Explíquese.

En primer lugar, populismo es la palabra con menos significado del mundo. Si llamamos populista a todo el mundo, entonces nadie es populista. En segundo lugar, si uno vuelve a la historia de la palabra, populismo viene de la tradición rusa y Alexander Herzen, que se consideraba a sí mismo populista. Y querían reconectar a los agricultores rusos con la clase intelectual. ¿Y por qué ahora se habla del populismo? Porque hay miedo de aceptar una verdad muy dolorosa. Y da vergüenza, pero no mucho después de la II Guerra Mundial volvemos a lidiar con el fascismo. Por otro lado, en el fascismo no hay una idea detrás, y esa es la gran diferencia que hay con el marxismo. Sus características son que cuando la democracia se convierte en una democracia de masas, es decir, cuando ya no es tan cultivada, y ya no existen los valores espirituales sino que todo tiene que ver con una multitud que está encarcelada en sus distintos egoísmos, los demagogos campan por todas partes y ahí los vemos ahora en la Casa Blanca, en Hungría, en la República Checa, en Rusia, en Turquía…

¿Y en España? Aquí, como en otros países, el populismo se ha relacionado con una fuerza de izquierdas. ¿Cómo casa eso con el fascismo del que habla usted?

Lo siento, pero creo que eso lo puedes juzgar tú mejor. Yo no hablo tu lengua. Me encanta este país, la comida, el clima, el fútbol…, pero solo puedo hablar de un fenómeno general en Europa occidental. Lo que sí se ve en todas partes es que la gente ha perdido la confianza en la clase política. Los políticos son las personas en las que menos se confía en cualquier sociedad. ¿Por qué? Porque la gente sabe y ve que casi todo el mundo, con excepciones a la norma, está ahí para servir a sus propios intereses o los de los grupos de intereses. Hemos creado una sociedad kitsch en la que los grupos de intereses avanzan, los demagogos avanzan y también los temas que tienen que ver con la identidad. Y en este proceso, lo que estamos perdiendo son las nociones fundamentales. Todos somos parte de la humanidad y por tanto no deberíamos quedarnos reducidos a las identidades de género, a dónde hemos nacido, la familia, etc., porque todo eso solo son casualidades.

¿La izquierda se está equivocando al entrar en los debates identitarios?

Mi padre fue un líder sindicalista. Yo nací en ese contexto, pero creo que la izquierda es una desgracia porque está actuando como una panda de tontos. En primer lugar, han sido bastante destructivos a la hora de reducirlo todo a temas sociopolíticos y dejando todos los asuntos espirituales. La gente no necesita solo pan para poder vivir. Es decir, las cosas materiales no son suficientes para dar sentido a la vida. La gente necesita amistad, necesita amor, libros… Necesita todo esto para ser un ser humano completo y la izquierda ha abandonado la cultura y la educación, y produjo esta noción de la posmodernidad en la que todo tenía que ver con nuevos valores. Fue con esto con lo que introdujeron la política de la identidad. Y es una pesadilla absoluta porque todo está relacionado con determinados grupos de determinadas identidades. Con una política de identidades lo único que haces es contribuir a hacer una sociedad más dividida y lo que hay que hacer es intentar aunar a la gente. Por ejemplo, las mujeres no van a aceptar ninguna forma de sexismo, porque tú no quieres ser reducida a tu identidad de mujer guapa, pero cualquier política de identidades te está reduciendo a esa identidad, y por tanto, si no aceptamos esto en cuanto al sexismo, ¿por qué lo hacemos para otra cosa? Porque tampoco quieres ser reducir a “persona negra”, o lo que sea.

Hay quien señala, críticamente, que este movimiento actual de las mujeres se está reduciendo a una política identitaria. ¿Lo cree así? ¿No cree es una lucha por la equidad en los derechos?

Toda la tradición del humanismo europeo, que es eurocéntrico, defiende valores cosmopolitas. ¿Conoces la ópera de Mozart La flauta Mágica? En ella, cuando el protagonista llega con los mercenarios y Penélope dice, “¡ah, es un príncipe!”, ellos dicen, “no, es mucho más que eso, es un ser humano”. Es una visión muy profunda para expresar lo que representa el humanismo, que tiene que ver con ser un buen ser humano e ir más allá de esas identidades específicas y particulares. La riqueza de Europa es la enorme diversidad de idiomas, tradición, historias, cuentos… En Europa las calles se nombran por personajes históricos mientras que en EEUU son la avenida 1, 2, 3, la calle Océano etc. Aquí la diversidad es maravillosa…

Sí, pero no me ha contestado a la pregunta.

Hasta donde yo entiendo, en el movimiento feminista hay muchas voces diferentes y al final tiene que ver con el reconocimiento de la dignidad. Independientemente de tu aspecto lo que quieres es que se respete tu calidad humana propia. Y a este respecto la justicia social exige derechos iguales para todo el mundo independientemente del género, la orientación sexual, la raza. En EEUU hay una gran tradición de racismo y después de Martin Luther King y todos los demás es sorprendente ver ahora toda esta gente blanca gritando contra la gente negra. En Europa tenemos nuestros problemas, pero por suerte, la noción principal de la filosofía que conformó la idea de Europa se basa en la igualdad de derechos para todo el mundo, incluyendo los refugiados de Siria.

Pues no parece que Europa lo esté haciendo muy bien con los refugiados sirios, aunque a la Unión Europea se le haya dado el premio Princesa de Asturias a la Concordia. Los países no cumplen las cuotas establecidas por la UE.

Bueno, ahora se está hablando también del Premio Nobel de la Paz para Trump… Los premios son una ridiculez. Hay tanta política detrás de todo esto… Tenemos el caso de Aung San Suu Kyi, que le dieron el Nobel de la Paz y ahí está lo que ha ocurrido con los rohingyas… Bueno, todo el mundo tiene su ego y es bueno tener un premio, pero no significa nada.

En este ensayo habla también de la vuelta del hombre-masa y la pérdida del pensamiento. ¿Qué papel da a las redes sociales en esto?

Las redes sociales hacen a la gente mucho más estúpida. Es un hecho. Hay investigaciones científicas que hablan sobre los efectos neurológicos de haber estado constantemente distraídos por los móviles. La gente ya no se concentra, no se sienta a leer durante horas. Hemos perdido nuestra capacidad para escuchar. Entonces, ¿qué es lo que uno puede expresar en las redes sociales? Eslóganes. Es verdad que las redes comienzan con esta idea genial de que me puedo conectar con el resto del mundo. Bien. Y ciertamente te puedes informar de algunas cosas. Pero todo termina ahí. No hay más. Como mucho es un instrumento para informar a la gente de algo, pero eso de que pueden salvar el mundo, etc., pues no.

Y ahí es donde usted también observa ese escoramiento hacia el populismo.

En EEUU le dieron la presidencia a Trump. Zuckerberg y toda esta gente solo están interesados en una cosa: dinero, dinero, dinero. Y son los suficientemente brutos para dar toda nuestra privacidad para que alguien pueda tener mucho dinero. A mí me alucina. ¿Qué poderes están utilizando estos instrumentos? ¡Estamos hablando de propaganda! Las redes sociales son herramientas de propaganda. Mussolini sabía cómo usar la propaganda, Trump también sabe cómo usarla. Y el mundo comercial sabe cómo utilizarla. Son un lavado de cerebro.

¿Qué hacer? ¿Regularlas?

No. ¡Sal de las redes sociales! Lo único que puedes hacer es salir inmediatamente. Esto no se puede regular.

También desliza una crítica hacia el periodismo y la responsabilidad de los periodistas en este tema. Recupera las palabras del escritor Karl Kraus de principios del siglo XX cuando señalaba que, al preocuparse solo de las ventas, los periódicos se llenaron de banalidades.

Hay una enorme cantidad de hipocresía en el mundo de los medios de comunicación. Ahora se ve en la NBC en EEUU después de Trump. En las elecciones no podían conseguir suficiente información de Trump. En las elecciones de 2020 van a hacer todo lo que puedan para sacarlo porque todo tiene que ver con los índices de audiencias. También en los periódicos. Todo tiene que ver con la venta de publicidad. Puede haber una noticia sobre el horror de Gaza y debajo tienes un anuncio sobre ocio. Kraus hablaba de la hipocresía y de que los medios de comunicación lo que estaban ofreciendo eran opiniones. Y hay una diferencia entre tener una opinión y tener un conocimiento de algo. Hay un ciclo de noticias, pero no hay conocimiento de los temas.

¿La situación es tan grave como usted la presenta en el ensayo? En Francia se echó para atrás a Le Pen y en Holanda a Wilders.

Es muy grave y da mucho miedo. Después de Obama tenemos a Trump. ¿Después de Macron? Pues puede ser Le Pen. Mira lo que está ocurriendo en Alemania y el tipo de coalición que se ha formado en Italia. Y Bruselas está completamente paralizada. Hay nuevas fuerzas que además cuentan con mucho apoyo de Putin y de Trump, que se están instalando en todas partes y no se está haciendo nada al respecto.

¿Y cómo se combate entonces? ¿Más Europa?

No, no tiene nada que ver con Europa. Ese es uno de los grandes problemas. Tiene que ver con cómo cambiar la batalla de la gente y esto tiene que suceder a diferentes niveles al mismo tiempo. Los medios de comunicación tienen que cambiar, la clase política tiene que cambiar antes de que sea demasiado tarde. Después de dos guerras mundiales la gente se dio cuenta del horror, pero no aprendimos absolutamente nada. Todo ya está olvidado.

Bueno, setenta años sin enfrentamientos a ese nivel no está tan mal. No obstante, el olvido del que usted habla, ¿tiene que con cierto resentimiento hacia las elites?

Hay que diferenciar cuáles son las elites ahora. Las financieras, las políticas, los deportistas… El tipo de elites ha estado representado por Milosz, Adam Michnick y hace mucho más tiempo por Sócrates… ¿Dónde están ahora los poetas y los pensadores que son los guardianes de nuestras ideas?

Precisamente, hay un rechazo hacia los intelectuales.

¡Claro! ¡Les odian! Lo primero que sucede en un régimen totalitario es acabar con ellos porque son un peligro. Lo hizo Stalin, Hitler… Todos. Vivimos en un mundo capitalista que no está interesado en el pensamiento. La elite que está en el poder lo que quiere es que seamos estúpidos. Vivimos en el imperio de la estupidez.

 

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es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.


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