Ilustración: Letras Libres

Un contrapeso indispensable

China es tal vez el único país que ha asumido ser un rival con el poderío suficiente para desafiar a Estados Unidos. Su estrategia es multifacética.
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La cascada de decretos presidenciales que Donald Trump ha firmado en los últimos días parece una serie de golpes de poder sin una estrategia que los sustente. Más allá de que es difícil entender en qué puede beneficiar a Estados Unidos la deportación masiva de trabajadores indispensables en áreas como la agricultura y los servicios, y el aislamiento económico tras una muralla de aranceles, las iniciativas han sembrado un desconcierto generalizado.

Antes de la elección, algunos países se refugiaron en la creencia hueca de que Trump no llevaría a cabo sus promesas de campaña; otros apostaron todas sus fichas al triunfo de Kamala Harris. China fue tal vez el único que asumió que era, en efecto, como lo ha afirmado hasta el cansancio Trump, el único rival con el poderío suficiente para desafiar a E.U. y decidió apuntalar su poder para protegerse. Tras las bambalinas de mensajes “cordiales” y muestras de atención en dosis suficientes para convencer a Trump que lo respeta (“porque sabe que estoy fucking crazy“, explicó Trump con su elegancia habitual), el líder chino Xi Jinping diseñó una estrategia multifacética.

“Si conoces a tu enemigo, te conoces a ti mismo”, sentenció el célebre estratega chino Sun Tzu hace milenios. Y con marxismo o sin él, sigue vigente en China. Con Sun en la mano, Xi estudió detenidamente a Trump desde que apareció en la escena política. Si Trump hubiera hecho lo mismo, habría entendido que su oponente es, a diferencia de él, un hombre interesante y complejo, con rostros diversos, que llegó al poder después de haber vivido durante años, en su juventud, una persecución inclemente durante la cruenta Revolución Cultural maoísta.1

Un sobreviviente que había aprendido que el poder es fugaz y caprichoso y, a la vez, el único instrumento que garantiza la seguridad personal y el control político. Por eso ha mantenido la deplorable mano dura del régimen frente a disidentes y movimientos separatistas, pero también, la adaptabilidad y eficacia de un sistema económico próspero que garantice la paz social.

Ante el avance de los populismos nacionalistas en Occidente, decidió emprender una verdadera revolución económica. Técnicos e ingenieros altamente calificados elaboraron en 2015 un proyecto llamado Hecho en China 2025, que buscaba dirigir los recursos del Estado para modernizar tecnológicamente la planta industrial. A la tradicional, que llevaba decenios recibiendo apoyo, y a la moderna. El Estado favoreció con subsidios y créditos baratos a los productores de bienes como paneles solares, aviones y autos (especialmente los vehículos eléctricos o VEs) y, por supuesto, drones.

El proyecto ha sido, afirma The Economist,2 un éxito arrollador. El porcentaje de producción que había colocado a China como la primera potencia industrial en el mundo en 2015 –26%–, se elevó a 29%. Más notable ha sido el resultado en industrias de punta –donde la competencia con E.U. es fundamental–. El plan establecía como meta producir 3 millones de VEs para exportación en 2025. El año pasado China exportó 10 millones. Elon Musk debe conocer bien estos resultados, porque a fines de 2024, China produjo y vendió más vehículos eléctricos que Tesla.

La industria china dedicada a la producción de drones –fundamental en el ámbito de la estrategia militar– es aún más dominante que la de VEs. Controla más del 90% del mercado global. Finalmente, en su cara verde, el Proyecto 2025 ha impulsado, entre otras cosas, la fabricación de paneles solares: abarca hoy, el 65% de la producción mundial.

Con esa fortaleza económica como telón de fondo, China podrá, a diferencia de otros países, aplicar la estrategia que más le convenga frente a Trump: “adaptarse” al poderío de E.U., fortaleciendo aún más su economía, y posponiendo iniciativas que podrían desatar un conflicto directo con E.U. –como la invasión de Taiwán–; “diversificarse”, expandiendo aún más su influencia económica en el mundo, o “retaliar” con las mismas armas con las que Trump ha amenazado a China: mayores aranceles, regulación de exportaciones de materiales estratégicos, impuestos a industrias norteamericanas en China, y más. El monopolio del poder absoluto en manos de un líder autoritario como Trump, tendrá consecuencias desastrosas para el orden mundial y para países como México. Contrapesos externos como China son indispensables para limitar el margen de acción de su gobierno. ~



Publicado en Reforma el 26/I/25.

  1. Michael Sheridan, The Red Emperor: Xi Jinping and his new China, 2024. ↩︎
  2. The Economist, “An initiative so feared that China has stopped saying its name”, 16 de enero de 2025. ↩︎


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