ISIS contra todos nosotros

Los fanáticos que llevaron a cabo los ataques en Francia optaron por ir en contra de sus libertades más entrañables.
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Para comprender el horror del viernes en París y sus consecuencias, primero hay que entender los motivos de ISIS y el resto de los grandes movimientos fundamentalistas islámicos, desde la segunda mitad del siglo pasado hasta nuestros días. Para ello hay que comenzar con el egipcio Sayyid Qutb, quizá el “escritor más influyente de la tradición islamista”, como lo describe el intelectual estadounidense Paul Berman en su clásico Terror and Liberalism. Qutb, padre ideológico de Al Qaeda, le dio estructura intelectual y propósito al resentimiento de los radicales islámicos del siglo XX. Torturado en prisión por sus creencias, escribió varios libros que se convertirían en la médula del fundamentalismo islámico y su feroz reacción contra Occidente. La influencia de Qutb en la vida de Osama bin Laden, por ejemplo, no podía ser más directa: Muhammad, hermano y heredero intelectual de Qutb, fue profesor de estudios islámicos del futuro jefe de Al Qaeda en Arabia Saudita.

¿Y qué pensaba Sayyid Qutb? Esa, en el fondo, no es la pregunta más importante. Sobre todo después de lo ocurrido en París (quizá incluso más que después del 11 de Septiembre), lo que hay que entender es qué resentía Qutb.

Sayyid Qutb escribió la parte más importante de su obra después de un viaje a Estados Unidos, en el que se vio expuesto a la libertad de la sociedad occidental de finales de los años cuarenta. Aparentemente, Qutb regresó a Egipto horrorizado. Paul Berman describe el episodio en Letras Libres de julio de 2003: “En algunos relatos sobre la vida de Qutb, su viaje a Estados Unidos se ilustra como un espantoso trauma —originado sobre todo por las libertades sexuales de los estadounidenses— que lo envió de vuelta a Egipto aturdido y con una mezcla de odio y miedo”. Y aunque Berman apunta enseguida que el fundamentalismo islámico de Qutb ya estaba bien arraigado antes de visitar tierra estadounidense, el viaje sin lugar a dudas lo radicalizó y, sobre todo, cimentó lo que habría de ser, a mi juicio, el verdadero motor ideológico de los movimientos terroristas islámicos de finales del siglo XX: el profundo, visceral, despiadado rencor contra el modo de vida de las sociedades seculares de Occidente.

En su obra, Qutb repudia la degradación moral de los países occidentales. Citado por Berman, Qutb señala que incluso en las “sociedades más ricas y aventajadas en lo material (…) la gente lleva vidas miserables”. ¿Cómo explicaba Qutb la supuesta miseria de Occidente? Berman aclara que Qutb no era antimodernista, lo suyo era más bien un desconsuelo ante lo que, a su juicio, era el desapego patológico de países como Estados Unidos con el rigor espiritual. ¿Y dónde encontró evidencia Qutb de dicho carácter disoluto? Berman remite a una cita reveladora: el hombre, explicaba Qutb, “está agotando su cuerpo y alma, adoptando narcóticos, alcohol y otras ideas perversas y oscuras…” En suma, Qutb resentía hasta el repudio las libertades occidentales.

En un dato escalofriante, Paul Berman revela que, para Qutb, el ejemplo perfecto de esta versión contemporánea de Sodoma y Gomorra era… Francia.

Es inevitable recordar todo lo anterior cuando uno analiza los sitios que los terroristas del Estado Islámico, la representación más pura y beligerante de las ideas de Qutb, eligieron para sembrar el terror el viernes pasado. Los salvajes de París no entraron a escuelas, universidades, bancos u oficinas, congresos o alcaldías. En otras palabras, no atacaron los centros productivos o gubernamentales de Francia. Lo hicieron, en cambio, en restaurantes, una sala de concierto, el magno estadio de futbol de Francia y un barrio particularmente moderno de París. Música, comida, bebida, deporte, amor, sexo: los fanáticos optaron por herir a Francia en el corazón mismo de sus libertades más entrañables y, sí, más occidentales.

No hay, entonces, vuelta de hoja: lo del viernes fue un asalto contra el modo de vida de los franceses y, si se le mira con honestidad, contra el de todos nosotros. Es irresponsable subestimar el calibre de la amenaza que representa esta vertiente del terrorismo islámico. Pero sería todavía más insensato equivocar la interpretación de lo que pretende destruir el Estado Islámico. Que no nos quepa duda: es un choque de ideas de civilización. La libertad contra sus enemigos. Nuestro modo de vida contra el de ellos, de Palmira a París. Es así de fácil… y de inmensamente complicado. Nos esperan años de dolor.

(Publicado previamente en el periódico El Universal)

(Imagen)

 

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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