Foto: Héctor Guillermo, CC BY 2.0

El poder de Padilla

Raúl Padilla fue un líder carismático que se colocaba por encima de las instituciones que formaba. Paradójicamente, su poder se institucionalizará.
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Con admiración, QEPD.

Raúl Padilla fue un hombre de poder. Es lo primero en lo que pienso cuando pretendo definir a quien fuera rector y líder de la Universidad de Guadalajara y me percato al escribirlo de que esta obviedad requiere una explicación detallada. Qué tipo de poder, para empezar. Poder político, dirán los expertos. Ese que consiste en tener influencia o control sobre las instituciones a través de las cuales se gobierna.

¿Pero qué tipo de animal político fue ese hombre que tuvo el poder sin haber gobernado? Me gustaría haber indagado más en ello antes de que muriera. Hoy no me queda más que recurrir a los retazos de la historia de Jalisco, a mi limitada indagación como periodista y a algún maestro del pensamiento político que venga en mi ayuda.

Raúl Padilla tuvo una innegable influencia en la vida pública de Jalisco, en la vida política del estado, en las elecciones, en parte del rumbo de los gobiernos que le tocaron y, marcadamente, en la Universidad de Guadalajara, desde finales de la década de los 80. Fue un hombre que se volvió una institución en Jalisco y un referente para la industria editorial hispana, un hombre al que había que recurrir para que las cosas sucedieran, un hombre al que había que escuchar para que las autoridades universitarias se renovaran, un hombre al que había que acudir para que se abrieran puertas en carreras públicas y profesionales. No había proyecto sin su bendición.

Y sin embargo, Padilla no tenía cargo formal en ninguno de los espacios en los que incidía. Durante un tiempo, tras su rectorado, fue funcionario de la UdeG, pero dejó de serlo para tener solo el prestigioso nombramiento honorario de presidente de la Feria Internacional del Libro, que él creó y desde donde hacía sentir su importancia.

¿De dónde salía el poder de Padilla? Sus detractores hablan de enriquecimiento personal y del monopolio de las instancias directivas. Si eso es verdad, es un argumento insuficiente. México es un país en donde ese tipo de políticos proliferan: hombres y mujeres que adquieren bienes gracias al patrimonio público del Estado de México o Sonora, y que controlan feudos en la Universidad de Hidalgo o en la alcaldía de Cuauhtémoc, sin que ejerzan una influencia como la del exrector.

¿De dónde venía tanta importancia? Mi hipótesis es que la fuerza política que tuvo Padilla está en el origen de su poder y en los objetivos de este. El origen está en el mismo exrector, que de sí mismo hizo una fuerza para crear instituciones que le dieran fuerza. Fue él quien aniquiló el movimiento armado de los estudiantes de la universidad, quedándose con el control de la federación universitaria. Fue él quien extendió los brazos, las ramas y los pasos de la casa de estudios al formar centros en todo el territorio de Jalisco. La universidad creció. Y creció él. Fue él quien abrió una nueva dimensión para el prestigio de la institución con la Feria Internacional del Libro y con la creación de centros y cátedras para acoger a intelectuales estatales, del país y del mundo. La Universidad creció y creció él.

Fue Padilla quien impulsó las redes internacionales. La universidad creció. Y él. Fue Padilla quien se inventó el Centro de Estudios Estratégicos, quien impulsó los medios universitarios y quien consolidó un grupo político compacto con actividades dentro y fuera de la universidad. La universidad creció y, lógicamente, la influencia de Padilla también.

Escribió uno de los grandes pensadores sobre el poder, San Agustín, que los poderosos que realmente están hechos para el poder no son quienes dejan heredero o aniquilan al enemigo, sino los que ejercen el mando en el presente para aumentarlo y transformar con este la realidad de ese presente.

Padilla lo hacía. Usaba la FIL, usaba la U de G y usaba al grupo político para que cada espacio fuera cada vez más potente y para tener cada vez más espacios que a su vez fueran cada vez más poderosos.

La Feria Internacional del Libro es el espacio cultural más importante de habla hispana, pero decir eso es decir que escritores encontraron lectores, que libros cambiaron vidas, que lectores hicieron a escritores, que hubo y hay ideas e imaginación en una magnitud impensada. Lo mismo vale para el Centro de Estudios Estratégicos y para cada uno de los centros y bibliotecas que crecieron en las últimas décadas.

Una vez intenté escribir un ensayo largo sobre el Grupo U de G y para ello entrevisté a una decena de personajes relevantes. A todos, menos a Raúl. Ahora lo lamento, pero comparto un par de reflexiones sobre la forma en la que funcionaba el grupo. Es verdad que había una puerta de entrada y una de salida para hacer política en la Universidad y que las llaves de esas puertas las tenían los del Grupo U de G, es decir, los padillistas. La forma en la que operaban era compleja: una combinación entre carisma, seducción, cooptación y elecciones. Hay una vida estudiantil muy intensa que sirve de cantera, con competencia por el ascenso en la vida directiva y académica de la universidad. Los jóvenes buscan o retan a los liderazgos arriba de ellos, que se arropan o a su vez retan a los liderazgos superiores y así hasta llegar a un grupo de cuatro o cinco (varía según el rector en turno, que siempre forma parte de ese grupo), cuyo líder era Raúl Padilla. Esa es la maquinaria. O era. Grilla pura y dura.

Padilla fue un hombre de otras épocas. Por un lado, visionario. Por otro, anacrónico, pues era un líder tradicional y carismático que se colocaba por encima de las instituciones que formaba. ¿Qué va a pasar con su ausencia? Anticipo que, paradójicamente, su poder se institucionalizará. El poder de Padilla no se va con su partida. Él lo dejó completo, como voz, veto, voto, recursos, prestigio y miles de activos individuales en la Universidad de Guadalajara. ~

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es politóloga y analista.


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