Javier Pradera falleciรณ un 21 de noviembre de 2011, hace ahora justo diez aรฑos. Apenas dos dรญas antes, en vรญsperas de la prevista y abultada victoria del PP en las elecciones generales, firmaba su รบltima columna en El Paรญs, โAl borde del abismoโ, en la que describรญa el temible, y en ese momento probable, escenario de un rescate europeo de la economรญa espaรฑola con un gobierno en funciones. Una de sus frases mรกs repetidas alertaba contra el peligro de proyectar el propio declive personal con el de los tiempos, pero no cabe descartar que pensara en otro abismo cuando le dictรณ ya muy enfermo ese tรญtulo a su esposa Natalia.
La peripecia vital de Pradera se ajusta a la de uno de esos intelectuales, desarraigados viajeros del siglo, que tan bien caracterizรณ Tony Judt en el prรณlogo a Sobre el olvidado siglo XX, cuya trayectoria tรญpica va del compromiso polรญtico o ideolรณgico tras la Revoluciรณn rusa de 1917 a un escepticismo cansado, compatible con una especie de liberalismo desengaรฑado y pesimista y opuesto a cualquier lealtad nacional o ideolรณgica. En su mayorรญa, subraya Judt, estos viajeros del siglo eran judรญos.
No era, claro, el caso de Pradera. Su abuelo, destacado carlista, y su padre fueron fusilados por milicianos en la desordenada retirada de San Sebastiรกn, y su tรญo fue vicesecretario general del Movimiento: su lugar inequรญvoco era en el bando vencedor de la guerra. Sin embargo, a mediados de los cincuenta ya habรญa entrado en el Partido Comunista de la mano de Federico Sรกnchez, alias de Jorge Semprรบn, y habรญa colaborado en el famoso manifiesto de 1956, cuyo arranque deberรญa seguir resonando en la memoria de todos los espaรฑoles: โNosotros, hijos de los vencedores y de los vencidosโฆโ.
Desengaรฑado por la reticencia del PCE a aceptar la realidad del interior, acabรณ dejando el partido tras la salida de Jorge Semprรบn y Fernando Claudรญn para labrarse una brillante carrera como editor en FCE, Alianza y Siglo XXI, y como editorialista y columnista en El Paรญs, cuya secciรณn de opiniรณn dominรณ durante los aรฑos claves de la Transiciรณn, hasta su polรฉmica salida tras firmar un manifiesto de apoyo al gobierno socialista en el referรฉndum de la OTAN. De ahรญ, y de su cercanรญa a Felipe Gonzรกlez, su reputaciรณn como โeminencia grisโ, โdisco duroโ o โcaja negraโ de la Transiciรณn.
Su muerte sirviรณ para desmentir su fama de รกgrafo, con la publicaciรณn de Mitologรญa falangista (una tesis doctoral escrita en los sesenta, pero abandonada ante la imposibilidad de seguir una carrera acadรฉmica), el duro ensayo Corrupciรณn y polรญtica: los costes de la democracia (escrito en 1994, pero guardado en un cajรณn), los dos artรญculos que componen La Transiciรณn espaรฑola y la democracia y Camarada Javier Pradera, escrito por Santos Juliรก a partir de notas y cartas del propio Pradera. A partir de todo ese material y de la imprescindible biografรญa de Jordi Gracia, es imposible no preguntarse por cรณmo caerรญa su lรบcida e implacable mirada sobre este 2021.
Vaya por delante que cualquier elogio hacia su lucidez siempre encontraba el mismo desmentido: โยกYo que he sido catรณlico con Pacelli y comunista con Stalin!โ. Sin embargo, acertรณ el diagnรณstico de la equivocada estrategia del PCE antes que nadie, acertรณ al apostar por el libro de bolsillo en una Espaรฑa en pleno crecimiento, acertรณ al ver en Felipe Gonzรกlez el lรญder que la izquierda espaรฑola y la democracia necesitaban, acertรณ al advertir los futuros problemas que la salida a bolsa del grupo Prisa podrรญa acarrear a El Paรญs. A los buenos editores hay que juzgarlos por los aciertos que tienen, no por los errores (como bien sabe Carlos Barral), y Pradera no es la excepciรณn. Su balance es muy bueno.
De su temible sinceridad cabe retener dos ideas: ni el rรฉgimen ni la oposiciรณn antifranquista tenรญan en la cabeza la democracia que surgiรณ de la Constituciรณn del 78. Fue un punto de llegada compartido permitido por โuna transformaciรณn cualitativa de la cultura polรญtica espaรฑola, basada hoy fundamentalmente en el diรกlogo tolerante, la voluntad de acuerdo, la negativa a transformar al adversario en enemigo, la capacidad para abstraer del presente las ofensas recibidas en el pasado, el estudio de la historia para no repetir los errores y la orientaciรณn al futuroโ, como decรญa รฉl mismo en 1990 en uno de los textos de La Transiciรณn espaรฑola y la democracia; transformaciรณn a la que contribuyรณ como el que mรกs desde aquel lejano manifiesto. La segunda deriva de la comprobaciรณn de que muchas de las virtudes de la Transiciรณn se convirtieron en vicios de la democracia. No parece probable que su balance de los รบltimos diez aรฑos en lo que toca a mantener esa cultura polรญtica y corregir esos vicios fuera positivo.
El declive de los periรณdicos tradicionales y la crisis de su modelo de negocio, agravado en el caso de El Paรญs por una gestiรณn digamos subรณptima, ha acabado revelando lo justificado de su alarma por la decisiรณn del aรฑo 2000 que sacรณ el grupo a bolsa โy que provocรณ su dimisiรณn del consejoโ. Los problemas financieros han acabado con el control del grupo, ya reducido prรกcticamente a El Paรญs y la Cadena SER, en manos de inversores ajenos a lo que tradicionalmente ha sido el periรณdico.
La rรฉplica obvia es que el periรณdico ha sido muchas cosas, una plataforma para Fraga y Areilza en su arranque; una apuesta por la profesionalidad de la informaciรณn, la modernizaciรณn de la sociedad, la institucionalizaciรณn de la democracia y unos difusos valores progresistas en su consolidaciรณn; un excelente negocio y el gran periรณdico de la Espaรฑa democrรกtica durante largos lustros; un dique para muchos contra los tormentosos aรฑos de la gran recesiรณn, la crisis polรญtica y econรณmica y el desafรญo separatista catalรกn.ย ย Pero mรกs allรก de quรฉ es un periรณdico, estรก una duda mayor: ยฟde quiรฉn es? ยฟDe sus accionistas mayoritarios o sus acreedores? ยฟDe sus directivos? ยฟDe su redacciรณn, del director y los periodistas? ยฟDe sus lectores? Todas las respuestas son correctas en alguna medida, pero solo una de ellas permite ser definida a gusto del ponente: los lectores.
Una frase que hizo fortuna identificaba al lectorado de El Paรญs con el electorado del PSOE. Puede que durante los ochenta y hasta el fin del bipartidismo imperfecto eso se cumpliera, pero un periรณdico con un papel tan central sin duda atraรญa a muchos lectores partidarios de otras opciones polรญticas. Y tambiรฉn cabe pensar que el eje de la sociedad espaรฑola y sus partidos polรญticos se ha podido desplazar. Al final, un diario establece un relato compartido de la actualidad sobre el que se puede discutir. Ese relato compartido de la actualidad estรก tambiรฉn en crisis en todo el mundo, y que el periรณdico que ayudaba mรกs que ningรบn otro a fijarlo en Espaรฑa renuncie a cierta centralidad y a su papel institucional es una posibilidad preocupante que puede debilitarlo como negocio y tambiรฉn como instituciรณn.
Tan alto como inteligente, tan preciso como mordaz, la capacidad de anรกlisis, el sentido del humor y la ausencia total de cinismo, ese recurso de los cobardes, de este desarraigado viajero del siglo son probablemente la mejor brรบjula para evitar los abundantes farallones y arrecifes que acechan la mรกs reciente singladura de ese barco.
Miguel Aguilar (Madrid, 1976) es director editorial de Debate, Taurus y Literatura Random House.