Imagen: Wikimedia Commons

Joe Biden se lanza a “la batalla por el alma de la nación”

Se postula como un político de principios que no admira a dictadores, que sabe cómo negociar con adversarios y que respeta a los mandatarios de los países aliados
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Al lanzarse como candidato a liderar el Partido Demócrata en la elección presidencial de 2020, el ex vicepresidente Joe Biden enfrentó directamente al elefante en el cuarto, si se me permite la metáfora. Busco la presidencia, dijo Biden, porque “están en peligro los valores fundamentales de esta nación… Nuestra posición en el mundo…Nuestra democracia… Estamos en una batalla por el alma de esta nación”.

Con esta estrategia, Biden se posiciona ante la nación como el candidato con mayores probabilidades de arrebatarle la presidencia a Trump porque cuenta en su haber con una experiencia de 8 años en la vicepresidencia, y una bien cimentada reputación como un político de centro izquierda capaz de forjar acuerdos con sus colegas de centro derecha, para avanzar agendas que benefician al país entero. Tiene además una indiscutible cercanía con la clase trabajadora en la que se crió y conoce sus problemas.

Más que ofrecerle a los votantes una explicación detallada de las virtudes de sus políticas, Biden les hace un llamado a que reflexionen sobre las falencias, mentiras, enredos, traiciones, coqueteos con autócratas y dictadores, declaraciones racistas y maniobras ilegales de Trump en su presidencia y en sus negocios. Que se den cuenta de que su caótica e impulsiva manera de gobernar contradice los valores fundacionales del pueblo estadounidense porque minan el sistema democrático y el estado de derecho.

Es cierto que Biden parecería seguir el mismo libreto que utilizaron los demócratas en 2016 cuando insistieron, inútilmente, que Trump no estaba capacitado para ser presidente, la diferencia esta vez es que Biden no habla de una suposición sino de una realidad sustentada en los hechos y confirmada en los dos años de gobierno de Trump.

Biden va a recordarles a los votantes que el mismo hombre que dijo que iba a Washington “a limpiar el pantano”, trajo al gobierno a una banda de delincuentes que hoy o están en la cárcel o a punto de entrar en ella, como Paul Manafort, Michael Cohen, Michael Flint y muchos otros más.

En un momento en el que el ala más progresista de su partido aborda temas como la educación o la salud, como por ejemplo lo han planteado Elizabeth Warren o Bernie Sanders en plataformas consideras como radicales por a mayoría de los simpatizantes del Partido Demócrata, Biden sugiere una evolución gradual y políticamente realista.

Y son precisamente sus diferencias con los activistas las que muestran también su talón de Aquiles. Su edad, sus hábitos de vida que hoy suenan anticuados, su formación personal anterior al #metoo, algunos de sus votos en el Senado como por ejemplo aquel que emitió en favor de la guerra en Irak. Y haber perdido dos veces la nominación de su partido en 1988 y en 2008, tampoco le ayudan.

Hoy, las encuestas lo sitúan como el favorito entre los adultos mayores de 50 años pero por debajo de Sanders entre los jóvenes.

Por otro lado, comparado con los otros candidatos y sobre todo frente al actual presidente, Biden se ve presidenciable. Tiene eso que los romanos llamaban gravitas, es decir, dignidad.

También se le considera un experto en temas de política exterior; un político de principios que no admira a dictadores, que sabe cómo negociar con adversarios y que respeta a los mandatarios de los países aliados

Quienes le conocen aprecian su sentido común, su optimismo y su manera de encarar los problemas partiendo de la convicción de que no hay imposibles. También su olfato para saber qué propuestas políticas son viables y cuáles son disparatadas porque no existe un consenso que las pueda apoyar. Y esto es una gran cualidad.

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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