La composición de la coalición gubernamental israelí que se formó en diciembre pasado conduce, a mi juicio, a peligrosos enfrentamientos entre israelíes y árabes tanto en el interior de Israel como en las áreas palestinas localizadas al oeste del río Jordán, incluyendo a Jerusalén oriental.
Las tensiones y la violencia se han acentuado en las primeras semanas del gobierno israelí, presidido por Benjamín Netanyahu. Componen su gabinete ministros que, por diferentes razones, pretenden el dominio de la zona palestina (Cisjordania, a la que denominan Judea y Samaria) así como la unificación de las zonas que hoy dividen a Jerusalén.
A la nueva coalición parece no preocuparle herir de gravedad la democracia que Israel ha ejercido desde su nacimiento como nación, misma que con los años se ha fortalecido a pesar de los severos conflictos internos y regionales que han marcado su devenir.
Cuatro personajes (Yariv Leviv, Aryeh Deri, Itamar Ben Gvir y Bezalel Schmotrich) determinan actualmente el rumbo político de Israel. En términos generales coinciden en su intento de absolver a Benjamín Netanyahu del juicio que enfrenta desde hace un par de años.
Para alcanzar su propósito, Yariv Leviv (actual ministro de Justicia del país) pretende limitar sustancialmente la autoridad de la Suprema Corte y que los jueces sean designados por la coalición política gobernante. Esto produciría un desequilibrio entre los poderes que asemejaría a Israel a países de signo autoritario, como Polonia y Hungría.
Las pretensiones de Leviv han suscitado amplios movimientos de protesta que incluyen a una amplia franja de la sociedad civil y a destacados personajes del ámbito académico y militar, así como a importantes empresarios.
La situación se ha agravado por el apoyo que Leviv ha ofrecido a su colega Aryeh Deri, designado ministro del Interior y de Salud por Netanyahu, nombramiento que la Suprema Corte resolvió cancelar a fines de enero.
Complican el escenario las intenciones convergentes de Itamar Ben Gvir (ministro de Hacienda) y Bezalel Schmotrich (ministro de Seguridad). Estos dos personajes, a los que une su filiación nacionalista-religiosa, favorecen la anexión de los territorios palestinos controlados por las fuerzas militares de Israel. Tanto el ministro de Defensa como el jefe de las fuerzas policiales, más por razones personales que ideológicas, son contrarios a las propuestas de Ben Gvir y Schmotrich. Un enfrentamiento político que ha puesto al país en extrema tensión.
Todos estos elementos conforman un complejo escenario que pone en peligro no solo a la democracia israelí, sino que impulsa la rebelión de los sectores árabes. De acentuarse las tensiones descritas, se propiciarían graves enfrentamientos entre Jerusalén y Teherán, de consecuencias impredecibles.
No sería la primera vez que ocurran choques violentos entre Israel y la población palestina que vive en Gaza y Cisjordania. En 1987-1993 y 2000-2005 tuvieron lugar, respectivamente, la primera y la segunda intifada, movimientos de protesta civil y rebelión armada.
Teniendo en cuenta estos antecedentes y la actual situación en Israel, han aumentado las posibilidades de una tercera intifada,que cobraría impulso en las próximas semanas con las festividades del Ramadán musulmán y del Pésaj judío. Esto traería consigo graves e importantes cambios en la geopolítica de Medio Oriente.
Quisiera, como nunca antes, estar equivocado. ~
es académico israelí. Su libro más reciente es M.S. Wionczek y el petróleo mexicano (El Colegio de México, 2018).