Justificación del Frente

Es obvio que los partidos, organizaciones y ciudadanos que integran el Frente tienen enormes diferencias de carácter histórico, político e ideológico. Pero enfrentados con adversarios mayores, lo que importa es resolver los problemas que agobian a México.
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Veo con simpatía al Frente Ciudadano por México por razones generales y personales. A las primeras llegué recordando una conversación de 1987 con Antonio Ortiz Mena, quien sostenía la necesidad de transitar a un régimen parlamentario. Le parecía la mejor manera de curarnos del presidencialismo imperial, mediante el fomento del debate, la negociación y el compromiso, prácticas esenciales de la democracia. En nuestra actual coyuntura, la idea de Ortiz Mena cobra vigencia no porque vayamos a adoptar ese régimen sino porque podemos adaptarlo al nuestro. El Frente Ciudadano por México puede ser el embrión de ese paso histórico.

El Frente es la alianza (hasta ahora más potencial que real) de dos partidos mermados (el PAN y PRD) con un partido de izquierda menor pero importante (Movimiento Ciudadano) y organizaciones civiles y ciudadanos que apenas comienzan a incorporarse. La alianza podría amalgamar la vocación social (la mejor causa de la izquierda) con la tradición democrática (la causa original del PAN), y vincular ambas con la construcción de un estado de derecho, el ejercicio de la razón pública y la rendición de cuentas (causas esenciales de la ciudadanía).

Mucho se ha hablado de los candidatos ciudadanos y es comprensible, dado el desprestigio de la clase política. Pero la elección de un candidato ciudadano al margen de los partidos es disfuncional por las razones que apuntó Karl Popper: la democracia, en última instancia, consiste en remover al mal gobernante, castigándolo no solo a él sino a la institución que lo cobija, al partido. En el caso del “Bronco”, por ejemplo, si volviese al gobierno de Nuevo León y terminara mal su gestión, la reprobación ciudadana sólo le afectaría a él, y a nadie más. En cambio la derrota de Rodrigo Medina no fue solo suya sino del PRI. Por eso es indispensable que los candidatos tengan el respaldo de uno o más partidos.

Ese respaldo de varios partidos a un candidato presidencial (y a candidatos a puestos de elección popular en el Legislativo, los gobiernos estatales y municipales y las legislaturas de los estados), supone ya, en sí mismo, una cierta orientación parlamentaria que, en caso de triunfar, implicaría el establecimiento de gobiernos de coalición y el tendido de puentes con las fuerzas políticas derrotadas para lograr la indispensable gobernabilidad.

Es obvio que los partidos, organizaciones y ciudadanos que integran el Frente tienen enormes diferencias de carácter histórico, político e ideológico. Pero enfrentados con adversarios mayores, partidos disímiles en regímenes parlamentarios suelen pactar. Por lo demás, lo que importa es resolver los problemas que agobian a México (la violencia, la impunidad, la corrupción, la pobreza) sobre los cuales los partidos del Frente no tienen diferencias insalvables.

Mis razones personales son otras. Critiqué al PRI como partido hegemónico desde que empecé a publicar ensayos y artículos hasta el año 2000, en el que los ciudadanos de México conquistamos la democracia que tenemos, frágil e imperfecta pero sustantiva. Y lo he criticado después, porque no ha sabido o querido combatir su vicio más grave: la corrupción. A partir de esa misma trayectoria biográfica, no puedo estar de acuerdo con la entrega del poder absoluto a una persona. Esa advertencia fue el primer mandamiento que nos legó nuestro maestro, el gran liberal Daniel Cosío Villegas. Pero tampoco me inclino por el PAN. Conocí y quise a Manuel Gómez Morin, fundador del PAN, pero me decepcionó el desempeño de las administraciones panistas por varios motivos, entre los que resalto uno: cobijaron casos evidentes de corrupción.

En 1989 saludé el surgimiento del PRD y hasta recuerdo haber enviado a Cuauhtémoc Cárdenas una carta en la que (más o menos) le decía: “espero que el nuevo partido sea más fiel a la democracia que a la revolución”. Creo que en sus casi treinta años de existencia se ha ajustado relativamente a ese paradigma. El Movimiento Ciudadano ha hecho avances significativos, sobre todo en Jalisco. Pero solos, el PAN, el PRD y MC difícilmente serán competitivos.

Un sector importante del electorado mexicano busca una alternativa al PRI, al PAN y a Morena. Los partidos del Frente pueden representar esa alternativa si exponen con claridad su programa común. Su candidato presidencial, quienquiera que sea, deberá dejar claro que encabezará un gobierno de coalición con fuerte presencia ciudadana.

(Publicado previamente en el periódico Reforma)

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.


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