Cuando vivรญa en Florencia en 2018 hice amistad con Michaล Leszczyลowski, un editor de cine de origen polaco que estaba en la ciudad trabajando en el documental Andrei Tarkovsky: A cinema prayer (2019), dirigido por Andrei Tarkovsky hijo. Por varios motivos, algunos de ellos indudablemente fortuitos, otros no tanto, Polonia se volviรณ una referencia recurrente en mi vida ese aรฑo y, en la primavera de 2019, mi mujer y yo decidimos visitar ese paรญs, que ademรกs es la tierra de sus antepasados. Mientras planeรกbamos el itinerario, Michaล representรณ una fuente invaluable de consejos y recomendaciones.
Michaล naciรณ en Lรณdz, donde estudiรณ economรญa y aprendiรณ montaje cinematogrรกfico de forma autodidacta. En 1971 se fue de Polonia y desde entonces vive en Suecia. De joven, trabajรณ con Ingmar Bergman y Andrei Tarkovsky. Michaล, de hecho, fue el montador de El sacrificio (1986), el รบltimo film de Tarkovsky. El cineasta ruso muriรณ en 1986 y dos aรฑos mรกs tarde, Michaล realizรณ un documental (Directed by Andrei Tarkovsky) que incluye imรกgenes del rodaje de El sacrificio en la penรญnsula de Nรคrsholmen, en Suecia, salpicadas con citas del รบnico libro publicado por Tarkovsky, Esculpir el tiempo (1986).
Fue durante la preproducciรณn de El sacrificio en 1984 cuando Tarkovsky anunciรณ pรบblicamente que no volverรญa a la URSS. No se consideraba un disidente ni un refugiado polรญtico, simplemente un artista en bรบsqueda del entorno mรกs propicio para trabajar. En la Uniรณn Soviรฉtica, sus filmes habรญan sido criticados por elitistas y autocomplacientes; habรญan sido objeto de burlas y crรญticas vitriรณlicas debido a su complejidad y, especialmente, por los temas religiosos y filosรณficos que tratan con esa evocativa combinaciรณn de elegancia y solemnidad que constituye el sello distintivo de Tarkovsky.
A consecuencia de esto, el artista habรญa pasado aรฑos sin trabajar, castigado por su creatividad inconformista o abandonado por el aparato de un Estado al que, en su obra, no habรญa alabado lo suficiente (o en absoluto, la verdad). De haber estado activo durante los aรฑos treinta o cuarenta, uno se pregunta si hubiera podido hacer cine; mรกs aรบn, si hubiera podido permanecer vivo.
Durante un periodo de seis meses, Michaล y yo pasamos muchas tardes juntos en San Niccolรฒ, al otro lado del Arno. Nos encontrรกbamos en Il Rifrullo, un bar estilo americano famoso por sus pantagruรฉlicos brunchs dominicales. Yo tomaba cerveza, รฉl fumaba un Virginia Slims tras otro y charlรกbamos saltando de tema en tema. รl trabajaba a pocos minutos de allรญ, en el apartamento donde Andrei Tarkovsky pasรณ los รบltimos aรฑos de su vida y donde su hijo vive hasta el dรญa de hoy con su compaรฑera, Natascia. En ocasiones, Andrei hijo se nos sumaba.
Alto, atractivo, siempre vestido de punta en blanco, con un rostro impecablemente afeitado en el que se destaca una mandรญbula fuerte y bien definida, Andrei parece una estrella del Hollywood de los aรฑos dorados. Tiene una sonrisa cรกlida y una mirada amable, pero no habla mucho. Una tarde, sin embargo, a pedido de Michaล, contรณ una anรฉcdota sobre su abuelo, el poeta Arseny Tarkovsky. Mรกs tarde me enterarรญa, no sin un atisbo de desilusiรณn, de que no me habรญan hecho partรญcipe de un fragmento de informaciรณn inรฉdita del anecdotario del clan Tarkovsky: esta era un historia muy conocida.
Una noche de fines de los aรฑos cuarenta, alguien llamรณ a la puerta del apartamento de mi abuelo en Moscรบ, comenzรณ Andrei. No podรญan ser buenas noticias. En aquellos dรญas, habรญa gente que tenรญa una maleta siempre lista junto a la puerta, anticipando esa llamada fatal. Arseny abriรณ y vio a tres hombres que le pidieron que los acompaรฑara. El poeta, que en esa รฉpoca tenรญa prohibido publicar su propia obra y subsistรญa haciendo traducciones del turcomano, del georgiano y de otras lenguas de Asia Central, se dio por muerto.
No tardarรญa en descubrir que el Politburรณ querรญa encomendarle una traducciรณn de los poemas que Joseph Stalin habรญa escrito en georgiano durante su juventud cuando estaba en el Seminario Espiritual de Tiflis. Los sicofantes deseaban sorprender a Stalin en su cumpleaรฑos nรบmero setenta con una lujosa ediciรณn rusa de su obra poรฉtica y le ofrecieron a Tarkovsky una exorbitante suma de dinero pagada por adelantado. Va de suyo que se trataba de una oferta que Tarkovsky no podรญa rechazar.
El poeta recibiรณ en el acto un maletรญn de cuero de cocodrilo que contenรญa el material. Enseguida se puso a trabajar y habรญa hecho un progreso considerable cuando, un mes mรกs tarde, muy avanzada la noche, llamaron de nuevo a su puerta. Una vez mรกs lo invadiรณ el terror cuando al abrir se encontrรณ con los mismos tres hombres, tan amables como antes, excepto que en esta ocasiรณn parecรญan preocupados, asustados quizรก. Le explicaron que la pequeรฑa sorpresa habรญa llegado a oรญdos de Stalin y que este les habรญa ordenado que pusieran fin al proyecto de inmediato. Su poesรญa temprana era mediocre y en absoluto digna de publicaciรณn, dijo el tirano manifestando un criterio estรฉtico admirablemente escrupuloso.
Arseny les devolviรณ el maletรญn de cuero de cocodrilo, que ahora contenรญa el manuscrito original en georgiano mรกs todo lo que ya habรญa traducido. Tambiรฉn les entregรณ el dinero de su paga. Los hombres le dijeron que ese dinero era suyo. รl insistiรณ, pero ellos insistieron mรกs. Cuando finalmente se marcharon, mi abuelo temblaba como una hoja; pocos dรญas despuรฉs, subiรณ a su familia al coche y partiรณ hacia la costa del Mar Negro, donde disfrutรณ de unas largas y merecidas vacaciones, concluyรณ Andrei.
Si la experiencia de Arseny les resulta terrorรญfica, piensen en la vida cotidiana de los adlรกteres de Stalin, comentรณ Michaล mientras roรญa un trozo de pecorino. Vivir con el temor constante de decir algo incorrecto, de dar la impresiรณn equivocada a travรฉs de una mirada fatigada o de una vaga expresiรณn de aburrimiento. Aparentemente, prosiguiรณ Michaล, a Stalin le gustaba aterrorizar a su sรฉquito con chistes absurdos y bromas sรกdicas. Por ejemplo, si se topaba con uno de sus asesores en un pasillo le preguntaba en tono de fingida confusiรณn: โOh, ยฟsigue usted aquรญ?โ. O extendรญa la mano para saludar a un subalterno y cuando este, halagado por el gran honor, extendรญa la suya, Stalin, rรกpidamente retiraba la mano y dejaba al hombre expectante, con la sonrisa petrificada y una expresiรณn de estรบpida obsecuencia.
Para los que crecimos en la Polonia de los aรฑos cincuenta y sesenta, la vida pรบblica era una interminable representaciรณn teatral, continuรณ Michaล. La imagen de la realidad pintada por la propaganda estatal era vigorosamente corregida en casa por mis padres, agregรณ, quienes tambiรฉn me enseรฑaron cรณmo actuar, quรฉ no decir, pero mรกs importante aรบn, quรฉ decir. A esta altura era ya casi la hora de cenar, a Michaล se le habรญan terminado los cigarrillos y Andrei tenรญa que ir a darle una pastilla a su gato enfermo, de manera que nos despedimos. Cuando le ofrecรญ la mano, Michaล extendiรณ la suya y con una sonrisa de sรกtiro la retirรณ rรกpidamente antes de que llegase a tocarlo.
No mucho tiempo despuรฉs, mi mujer y yo compramos los billetes de aviรณn. Pasarรญamos tres semanas recorriendo Polonia de sur a norte, empezando por Breslavia y terminando en el antiguo puerto hanseรกtico de Gdansk. En los dรญas sucesivos, me abastecรญ de una cantidad de libros polacos, clรกsicos de Stanisลaw Lem, Bruno Schulz, Ryszard Kapuลciลski y Czesลaw Miลosz, asรญ como obras mรกs contemporรกneas โalgo de Olga Tokarczuk y una novela de Dorota Masลowska titulada, en su traducciรณn al inglรฉs, Snow white and russian red (2002)โ. Mis conocimientos de literatura polaca oscilaban entre lo รญnfimo y lo lamentable: un intento fallido de apreciar a Witold Gombrowicz en la adolescencia y una cautivante experiencia con una ediciรณn abreviada de El manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki.
Empecรฉ mi educaciรณn acelerada con La mente cautiva, el ensayo que Miลosz escribiรณ entre 1951 y 1952 despuรฉs de su ruptura con la Polonia comunista. Una de las cuestiones principales que el libro intenta esclarecer es la manera como la gente inteligente que vive bajo un rรฉgimen totalitario lidia con las contradicciones y el conflicto moral, al tiempo que evita arriesgar la vida declarรกndose disidente. La respuesta de Miลosz es simple: se convierten en actores.
Mientras se esfuerza por comprender el fenรณmeno de la actuaciรณn permanente, el autor da con el concepto de ketman en Religiones y filosofรญas de Asia Central (1865) de Arthur de Gobineau, el diplomรกtico francรฉs de abyecta notoriedad por haber establecido las bases โcientรญficasโ de la superioridad de la โraza ariaโ. Ketman, explica De Gobineau, es un mรฉtodo de simulaciรณn por medio del cual uno jamรกs expresa abiertamente lo que piensa y, a pesar de ello, logra plantar subrepticiamente las semillas del disenso. โKetman es mรกs una forma de convertir todo en un carnaval perpetuo que un mรฉtodo para ocultar lo que uno piensa; el objetivo es volverse inasible a travรฉs del disfraz y el movimiento constanteโ, observa Miลosz, parafraseando a De Gobineau.
Los sufรญes, por ejemplo, son expertos en ketman. Cuando se practica una religiรณn perseguida, ketman bien puede ser la รบnica y mรกs efectiva herramienta de supervivencia. โUno debe [โฆ] permanecer en silencio acerca de sus verdaderas convicciones, si es posibleโ, resume Miลosz. Algo similar habรญa escrito el jurista John Selden en el siglo XVII: โen tiempos peligrosos, los hombres sabios se llaman a silencioโ. En este sentido, el culto de ketman es la antรญtesis de ese modelo de virtud contemporรกneo, la persona genuina, que siempre dice lo que piensa y siempre expresa lo que siente, como los niรฑos, o como los idiotas.
ยฟPero cรณmo se practica ketman exactamente? Apoyando la ideologรญa dominante de la boca para afuera y estableciendo confianza con el poder. Con el tiempo, cuando ya nadie duda de nuestra lealtad, podemos empezar lentamente a โescribir entre lรญneasโ, dice Miลosz; esto puede incluso limitarse a โโฆ sacar una coma, insertar un โyโ, estableciendo esta en lugar de otra secuencia en los problemas que se discutenโ. Ketman es una variante del arte de la fuga; una forma de magia verbal practicada desde la antigรผedad mรกs remota y de la que es muy difรญcil encontrar ejemplos concretos pues su eficacia reside precisamente en su extrema sutileza, en su indetectabilidad.
Ya era verano y Florencia empezaba a volverse insoportable: sofocante, hรบmeda, atiborrada de gente. Poco antes de partir hacia Polonia, me encontrรฉ con Michaล para tomar un รบltimo trago en Il Rifrullo. Le hablรฉ de Miลosz y de ketman y me dijo que, en 1966, cuando tenรญa quince aรฑos, el 1 de mayo cayรณ en domingo. Sabiendo que en la escuela se esperarรญa la asistencia de los estudiantes para las celebraciones del Dรญa Internacional de los Trabajadores, y ansioso por tantear el terreno del disenso, Michaล le dijo a su maestra que no iba a poder asistir porque tenรญa que ir a la iglesia con su familia. Inmediatamente sus padres fueron citados y reprendidos. Mรกs tarde, en casa, le recordaron la importancia de la obediencia pรบblica y la representaciรณn permanente. Si quieres entender cรณmo practican ketman los polacos, sugiriรณ Michaล antes de despedirse, debes ir a pescar enanos en Breslavia.
La maรฑana del 31 de agosto de 1982, los habitantes de los distritos de Bikupin y Sepolno, en el este de Breslavia, se encontraron con el grafiti de un enano pintado en un muro. Serรญa el primero de mรกs de mil que aparecieron por toda Polonia en los meses siguientes: sรญmbolos surrealistas de resistencia contra el rรฉgimen comunista. El estรฉncil de aquella primera imagen fue hecho por Waldemar Fydrych, fundador de un movimiento conocido como Alternativa Naranja que, por medio del arte urbano del absurdo, los happenings caricaturescos y un corrosivo sentido del humor, representรณ junto con Solidaridad, el sindicato liderado por Lech Waลฤsa, la reacciรณn mรกs efectiva contra un Estado totalitario tambaleante.
A comienzos de los aรฑos 2000, ya corroรญdos los grafitis por el tiempo y los elementos, el ayuntamiento de Breslavia encargรณ la primera de mรกs de trescientas estatuas de enanos, figuritas de hierro fundido de alrededor de treinta centรญmetros, diseminadas por toda la ciudad para honrar el legado de Alternativa Naranja. Inicialmente, la estrategia de resistencia de Fydrych fue exitosa porque evitaba por completo el discurso polรญtico explรญcito. La imagen del enano se hizo popular, reconocible y sinรณnimo de disenso casi inmediatamente; infantil e inofensiva, resumรญa todo el disgusto hacia el rรฉgimen.
Hoy los enanos (krasnale) estรกn entre las principales atracciones turรญsticas de Breslavia y los visitantes compran mapas para localizar a Dlugi, Florianek, Rogalik, Automatek y tantos otros. Uno puede prescindir del mapa y simplemente pasear por la ciudad a la espera de encuentros fortuitos con estos simpรกticos pitufos de metal, hรฉroes de la liberaciรณn. Eso fue lo que hicimos, y durante nuestra primera caminata, en el corazรณn de un centro histรณrico extraรฑamente pulcro, nos topamos con Papa Krasnal, la estatua original, el proto-enano.
Unos dรญas mรกs tarde, en el Museo Nacional en Cracovia, visitamos una exhibiciรณn dedicada a Andrzej Wajda donde conocimos la sorprendente historia del sable de su padre. Jakub Wajda, un oficial del ejรฉrcito polaco, enterrรณ el arma, su posesiรณn mรกs preciada, detrรกs de su casa antes de marchar a la muerte en el bosque de Katyn. El sable fue recuperado milagrosamente casi siete dรฉcadas mรกs tarde cuando su hijo presentรณ Katyn (2007), un filme acerca de la masacre de mรกs de veinte mil militares polacos llevada a cabo por la policรญa secreta soviรฉtica en la primavera de 1940. La escena final de la pelรญcula es una larga secuencia que muestra con frialdad documental la sucesiรณn de hombres marchando al muere como corderos.
Al final del recorrido por el museo, en la tienda de regalos, comprรฉ un libro con dibujos de Bruno Schulz, de quien acababa de leer La calle de los cocodrilos (1934). Despuรฉs fuimos caminando hasta Kazimierz y nos sentamos a tomar algo en un bar. Hojeando el libro, di con una obra que me impresionรณ particularmente. โInfanta y sus enanosโ muestra a una doncella lรกnguida y majestuosa seguida por cuatro hombrecillos en atuendos circenses que la contemplan con miradas a la vez vacรญas y nostรกlgicas. Tal vez haya sido una combinaciรณn de factores lo que lo provocรณ, un alineamiento de estrellas oscuras, pero allรญ, en el corazรณn del antiguo gueto judรญo, con las imรกgenes de Katyn frescas en la memoria, mi mente se hallรณ envuelta en una nube densa y vi a los enanos de Schulz, dibujados a comienzos de los aรฑos veinte, como sรบbditos siniestros, heraldos de un mal inminente e inexpresable.
El dibujo tambiรฉn me recordรณ a otro enano polaco que conocรญa, un sรญmbolo de la maldad y el embuste que aparece en El manuscrito encontrado en Zaragoza. Incrustada en lo mรกs profundo de la narraciรณn enmarcada, encontramos la historia de un falso paraรญso oculto bajo el castillo de la princesa de Monte Salerno al que solo se puede llegar navegando por un lago subterrรกneo de plata fundida en una barca conducida por un enano amarillo. Su rostro es de oro, sus ojos son diamantes, su boca, un ovillo de corales. Es un autรณmata. Quise saber mรกs sobre los enanos en la cultura polaca y una tarde, en Varsovia, visitรฉ la Biblioteca Nacional.
Resulta que la historia de los enanos en Polonia es rica y extraordinaria. Durante el Renacimiento, el paรญs era conocido como un gran exportador de enanos palaciegos. Los enanos polacos gozaban de la reputaciรณn de ser los mรกs hermosos y mejor educados de Europa. A comienzos de la dรฉcada de 1570, el rey Segismundo II Augusto enviรณ cuatro especรญmenes de regalo a Carlos IX de Francia. El monarca debiรณ de sentirse muy complacido con ellos porque, un mes mรกs tarde, otras tres personas de talla baja viajaron de Polonia a la corte francesa. Ya en 1556, la madre de Carlos IX, Catalina de Medici, habรญa recibido dos enanos polacos del rey Segismundo (sus nombres eran Grand pollacre y Petit nain pollacre).
Se sabe tambiรฉn que Pedro el Grande tenรญa una enana polaca en su corte, a la que llamaba su โmuรฑecaโ, y por la que sentรญa un cariรฑo entraรฑable. La mujer habรญa sido tomada prisionera por el prรญncipe Mentchikoff cuando era una adolescente y enviada a Rusia en donde viviรณ hasta la edad de cien aรฑos. La buena fama que tenรญan los enanos polacos en aquella รฉpoca se confirma en un pasaje de las Meditaciones histรณricas (1610) en el que el polรญmata alemรกn Philipp Camerarius dice: โHemos visto enanos llegados de Polonia, muy pequeรฑos pero valientes y asombrosamente robustos. He oรญdo de buena fuente que, durante las รบltimas guerras francesas, hubo un enano polaco capitรกn de una divisiรณn de infanterรญa y muy diestro en disparar el arcabuz, quien, casualmente, presumรญa de ser capaz de reclutar y alistar una unidad entera de enanos, todos extremadamente valientes y hรกbiles con el arcabuz, y de llevarlos a Francia.โ
Entre los libros que consultรฉ esa tarde en la Biblioteca Nacional, acaso el mรกs interesante haya sido un volumen que contenรญa Las memorias del celebrado enano Joseph Boruwlaski, un caballero polaco, traducido al inglรฉs y publicado en 1788. Boruwlaski, tambiรฉn conocido como Joujou, naciรณ en 1739. Luego de la muerte de sus padres, fue adoptado por la condesa Humieska y se trasladรณ a sus heredades en Rychty. Joujou se expresaba bien y era un agraciado bailarรญn. La condesa Humieska lo llevรณ consigo en un Grand Tour por Europa que finalizรณ en Lunรฉville, donde Estanislao I Leszcynski, rey de Polonia, tenรญa establecida la corte; era el comienzo de una larga y fructรญfera carrera como rareza humana.
Las memorias de Boruwlaski estรกn en fina consonancia con la sensibilidad literaria del siglo XVIII, escritas en una primera persona natural y sincera y con abundantes digresiones introspectivas sobre los sentimientos del autor, en particular referidas al amor romรกntico. Con gran delicadeza, Joujou examina su despertar sexual a los veinticinco aรฑos, cuando empezรณ a sentir una extraรฑa conmociรณn en el bajo vientre seguida de aguda frustraciรณn cada vez que las damas de la corte lo tomaban en sus brazos, acariciรกndolo y besรกndolo como si fuese un niรฑo pequeรฑo. Finalmente, Joujou encontrรณ el amor en Isalina Barboutan, con quien se casรณ y tuvo una hija. Cuando muriรณ era un hombre rico.
Es notable ver cรณmo Boruwlaski mantiene en su prosa el difรญcil equilibrio entre el decoro y el esfuerzo por ser lo mรกs franco posible. A causa de la discapacidad que lo hizo famoso, el tema de su sexualidad era particularmente tabรบ. A pesar de ello, logra transmitir exactamente lo que se propone, disimulando las alusiones sexuales tras el velo del lenguaje de los sentimientos, algo que en aquel momento estaba lo suficientemente generalizado y difundido como forma de enmascaramiento.
En La persecuciรณn y el arte de escribir (1941), Leo Strauss argumenta que incluso los mรฉtodos de censura mรกs vigilantes son incapaces de prevenir la expresiรณn de opiniones controvertidas, siempre que el escritor se manifieste con โdiscreciรณnโ y โescriba entre lรญneasโ. En otras palabras, el artista que tiene algo para decir se las arregla para decirlo. Aquel que, en cambio, aduce que no puede expresarse libremente por miedo a la censura, muy posiblemente no tenga demasiado para expresar. La escritura entre lรญneas, sin embargo, y el ketman, son tรฉcnicas que precisan de un lector que haya sido โiniciadoโ; y he aquรญ su talรณn de Aquiles.
La fijaciรณn con el sรญmbolo y el berretรญn de la alegorรญa ahogan el texto en el mar del contexto. Cuando algunos lectores de Stanisลaw Lem aseguraron que Solaris era una condena encriptada al comunismo (el ocรฉano consciente en Solaris supuestamente representa a la URSS), el autor no pudo mรกs que reรญr. Esos lectores, desconformes con el texto y ansiosos por traducirlo a otro lenguaje โel lenguaje de la polรญticaโ compartรญan con los censores detrรกs de la cortina de hierro la concepciรณn del arte como un mero instrumento para impulsar ideologรญas. Esta cosmovisiรณn contextualista, que desde los aรฑos sesenta reina entre los crรญticos con el vigor y la ubicuidad de un paradigma, es uno de los tantos legados de Platรณn, para quien solo la polรญtica legitima el arte.
En el tren que nos llevรณ de Varsovia a Gdansk terminรฉ Solaris. Al llegar al momento cuando Kelvin llama a la puerta de Sartorius y oye โpequeรฑas pisadasโ que se mueven frenรฉticamente del otro lado, recordรฉ Solaris de Tarkovsky y su extraรฑa adaptaciรณn de esa escena. En tanto que Lem nunca revela a quiรฉn pertenecen las pisadas que oye Kelvin, en el filme, Sartorius abre la puerta lo suficiente como para que un enano se cuele por la abertura y se precipite hacia el vestรญbulo. Es un momento singular en el cine de Tarkovsky, una instancia de humor surrealista. ยฟQuรฉ representarรก este enano?
Este ensayo fue publicado originalmente en inglรฉs en Berlin Quarterly 12 (2021).
Traducciรณn del inglรฉs de Angela Signorini.
(Buenos Aires, 1979) es escritor y profesor. Tiene un maฬster en griego bizantino por la Universidad de Londres y un doctorado en literatura comparada por la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill. Su libro maฬs reciente es Por queฬ nos creemos los cuentos. Coฬmo se construye evidencia en la ficcioฬn (Clave Intelectual, 2021).