La barrera: Ciudadanos y la reforma electoral

Ciudadanos ha propuesto un umbral del 3% de los votos a nivel nacional para entrar en el Congreso, una propuesta para sacar a los partidos nacionalistas del parlamento.
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No es buena idea juzgar por una pieza suelta, pero no me creo que nadie haya propuesto, sin más, que la única forma de acceder al parlamento sea superando el 3% de los votos en el conjunto del país. Habrá que ver qué más nos cuentan. Si digo que sería muy raro que se proponga esto, a palo seco, es porque sería una extravagancia. Superar un umbral nacional de ese tipo, impuesto por ley, nunca es la única vía de acceso al parlamento. Lejos de mí está el querer meterse en el asunto de si considerar a nacionalistas catalanes, vascos o de cualquier otra parte como “minorías nacionales”, pero es que hasta en Polonia y en Hungría -en Polonia, en Hungría- los partidos que representan a minorías nacionales están exentos de la obligación de saltar la barrera, que allí es del 5%; o en la luminosa democracia turca, donde se deja fuera de las elecciones a quien no llegue a un abusivo 10%, se permite a las candidaturas “independientes” presentarse de forma local y sacar escaños. Y así lo hacen algunos kurdos. Qué cosa más partitocrática, no digamos ya algo peor, sería no dejar siquiera esas rendijas.

Se nos dirá que, en un sistema mayoritario, como en EEUU, un partido con el 10% de los votos estaría excluido de facto. Puede ser, pero no por ley. Porque si un partido fuera capaz de concentrar esos votos en algunos territorios, nadie le impediría sacar su buen puñado de representantes, como sucede en Gran Bretaña o en otros países con altas barreras de hecho. A decir verdad, los mayoritarios son sistemas que favorecen bastante a los partidos de implantación local, sea ese implante nacional o costumbrista.

Albert Rivera ha hablado del umbral nacional del 3% en términos más bien solemnes, pero también de un sistema de voto igual y de listas abiertas. Hasta que eso no tome forma, no sé si vale la pena ponerse nerviosos.

Las barreras electorales nacionales se emplean, sobre todo, en los sistemas electorales que se dicen “mixtos”, pero superarlas es solo una de las dos formas de acceder a la representación. En estos sistemas una parte de los escaños se eligen directamente, en circunscripciones reconocibles como de ámbito local, mientras que el resto, que se llaman “compensatorios”, o “adicionales”, se reparten en función del total nacional, logrando bastante proporcionalidad, y ahí entra en acción la susodicha. Famoso hasta el aburrimiento es el método alemán: la manera de entrar en el reparto proporcional de escaños, aunque no se llegue a la barrera nacional, es obteniendo tres escaños en tus distritos preferidos. Eso no quitaría al PNV de ser pivote en los presupuestos, que parece que es lo que se airea para calentar el ambiente.

Tengo el pálpito de que Rivera podría estar pensando en algo parecido al sistema sueco, pues habla de listas flexibles, cosa que no encaja en el enrevesado invento alemán, y eso me hace ingenua ilusión, porque es un sistema que no funciona mal y es fácil de aplicar a nuestro país. Yo no sé cómo no es más famoso, con lo que nos gustan los suecos. Sus barreras son el 4% nacional o el 12% provincial. Con ese método, en las últimas elecciones solo se habría quedado fuera Bildu, y por los pelos. Si lo dejamos en el 10% provincial, más adaptado a nuestra realidad, entonces el 3% nacional no estaría mal, incluso se puede subir.

Es legítimo plantear incentivos para que los partidos no se disgreguen, la representación proporcional es un bien en competencia con otros, no es un derecho humano. Pero cuando tenemos más de una dimensión en el juego político, no podemos serrar una rama del árbol parlamentario simplemente porque molesta. ¿Debería el PDeCat fusionarse con ERC, un partido muy a su izquierda, aunque con parecida ideología en la cuestión territorial? ¿Debería más bien fusionarse con Ciudadanos, un partido al que se encuentra muy próximo excepto en la cuestión nacional? Una reforma electoral encaminada a desincentivar la representación de estas minorías es una reforma que cree que alguna de esas dos cosas es buena. Yo no lo veo, y ustedes tampoco

Hay algunos instrumentos razonables para intentar cambiar el peso negociador de las minorías permanentes. Se puede facilitar la formación de gobiernos sin mayoría, eliminando la votación de investidura (y el requisito de censura constructiva), se puede hacer el reparto de escaños más proporcional para que sean otras minorías las que hagan de pivote en las coaliciones, se puede hacer menos proporcional para lo contrario (eso está difícil), se pueden modificar los reglamentos para incentivar la cooperación del gobierno con el parlamento y el consenso entre partidos… Pero si creemos que se puede seguir como hasta ahora, solo evitando las reclamaciones territoriales en sede parlamentaria mediante una oportuna ley orgánica, estamos en eso que dicen los castizos: te gustan los toros, pero solo desde la barrera.

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es profesor de sociología en la Universidad de Salamanca. En 2016 publicó La reforma electoral perfecta (Libros de la Catarata), escrito junto a José Manuel Pavía.


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