Con el paso de la รบltima gran recesiรณn los europeos vimos, como Nietzsche, subir la pleamar del nihilismo. Ese descreimiento de Europa y de su modelo de democracia liberal imperante desde 1945 tenรญa que ver con el ensanchamiento de la brecha de la desigualdad. Hace unos dรญas, Joaquรญn Estefanรญa citaba un informe del parlamento Europeo, elaborado por el eurodiputado socialista espaรฑol Javier Lรณpez, que concluรญa que โla desigualdad socava la confianza social y reduce el apoyo a las instituciones democrรกticasโ. El texto aรฑadรญa que โun nivel demasiado elevado y creciente de desigualdad entraรฑa costes sociales directos, obstaculiza la movilidad social y puede, asimismo, inhibir el crecimiento sostenible tanto actual como futuroโ.
El documento vincula los resultados con una desigualdad de origen: no somos capaces de proveer igualdad de oportunidades desde el sistema educativo, de modo que el azar del nacimiento estรก determinando (y en muchos casos condenando) el futuro de nuestros jรณvenes. Tambiรฉn desacredita las tesis de algunos autoproclamados liberales (en la prรกctica, conservadores aversos a los impuestos), segรบn los cuales la desigualdad no es un problema mientras se aseguren unos umbrales suficientes de bienestar.
El auge de la desigualdad estรก en el origen del descontento polรญtico y social que recorre desde hace una dรฉcada el viejo continente. En estos aรฑos hemos visto emerger partidos que retan el discurso y las polรญticas de las formaciones tradicionales, algunas veces desde posiciones populistas o nacionalistas. Espaรฑa no ha sido una excepciรณn.
Ahora volvemos a crecer y a generar empleo, pero no somos eficaces combatiendo las desigualdades. Lo dice el mismo informe del Parlamento Europeo, que asegura que las polรญticas sociales pรบblicas que se aplican en nuestro paรญs para reducir la pobreza โson la mitad de efectivas que las que se destinan en los paรญses mรกs desarrolladosโ.
El malestar producido por el auge de las desigualdades no ha quedado restringido al terreno de las estadรญsticas de renta. El conflicto territorial en Cataluรฑa tiene una lectura de clase evidente, aunque a menudo se ponga el foco sobre la identidad, el derecho a decidir y otros atributos posmodernos. Existe una correlaciรณn importante entre renta y preferencia por la independencia, tal como observรณ Kiko Llaneras en un artรญculo publicado en El Paรญs.
Y la desigualdad tambiรฉn planea sobre la polรฉmica que ha rodeado al cรกlculo del nuevo cupo para el Paรญs Vasco. El pacto que han alcanzado PP y PNV supone el mejor acuerdo econรณmico para Euskadi de la historia, de forma que la Comunidad Autรณnoma, tradicionalmente sobrefinanciada, tendrรก mรกs del doble de presupuesto por habitante que la mayorรญa de las demรกs regiones.
La aprobaciรณn del cupo, que el gobierno ha tratado de envolver en tinieblas y secretismo, y para la que se ha hurtado a los ciudadanos y a sus representantes un debate serio y reposado, ha desatado una corriente de indignaciรณn ciudadana. De nuevo, muchos espaรฑoles perciben una situaciรณn de agravio y de trato desigual.
La fractura social en Cataluรฑa y la aprobaciรณn del cupo han copado la atenciรณn mediรกtica de las รบltimas semanas. A ellos se suma un malestar social y laboral que no ha desaparecido con la recuperaciรณn econรณmica, y que domina, junto con la crisis territorial, los primeros puestos de las preocupaciones de los espaรฑoles.
Todo esto sugiere que hay una ventana de oportunidad para el partido que quiera liderar la causa de la igualdad en Espaรฑa. Una sola bandera, una sola etiqueta capaz de evocar una multiplicidad de ambiciones: desde la igualdad de oportunidades en el sistema educativo, subrayando la correlaciรณn que existe entre origen socioeconรณmico y fracaso escolar; pasando por la necesaria igualdad de trato que la administraciรณn ha de dispensar a todos los ciudadanos independientemente de su lugar de nacimiento; la igualdad en el acceso a los servicios pรบblicos; la igualdad laboral, equiparando la protecciรณn de los trabajadores temporales e indefinidos; la igualdad formal y retributiva entre hombres y mujeres; la igualdad de derechos para el colectivo LGTBI; y la igualdad entre territorios.
La igualdad ha sido tradicionalmente una bandera de la izquierda. Sin embargo, el trรกnsito por la posmodernidad ha llevado tanto a la nueva izquierda como a la vieja socialdemocracia que tiene que competir con ella a abandonar algunas de sus tradicionales aspiraciones.
El PSOE se ha convertido, en muchos casos, en un partido de insiders, y sus propuestas en materia laboral son conservadoras: no tiene respuestas para los parados, para los jรณvenes ni para los precarios. En Cataluรฑa, el PSC parece aspirar a sustituir al antiguo catalanismo burguรฉs no independentista que algรบn dรญa representรณ Convergรจncia.
Por su parte, Podemos, a pesar de sus esfuerzos por vivir en la ambigรผedad y la indefiniciรณn, ha dejado pocas dudas sobre sus preferencias, mรกs prรณximas a las tesis soberanistas que a las constitucionalistas. Ambos partidos han rehusado hablar sobre las consecuencias redistributivas del procรฉs sobre la clase trabajadora del conjunto de Espaรฑa. Por รบltimo, PSOE y Podemos han cerrado filas en torno al PP en la defensa del nuevo cupo vasco. Este silencio resulta especialmente lacerante si tenemos en cuenta que en Andalucรญa, por ejemplo, un 35% de los menores vive en riesgo de pobreza o exclusiรณn social.
Precisamente la defensa de la igualdad entre espaรฑoles y la insistencia en hablar de ciudadanos y no de territorios ha espoleado el voto a Ciudadanos en los รบltimos meses. En este sentido, la formaciรณn de Albert Rivera tiene la oportunidad de convertirse en el partido de la igualdad en Espaรฑa, pero para ello debe dar un salto cualitativo y cuantitativo en materia de feminismo. Ser un partido progresista y comprometido con la igualdad debe implicar un mayor esfuerzo hacia la paridad y un mayor nรบmero de polรญticas destinadas a paliar la discriminaciรณn de las mujeres, tanto en el รกmbito de la representaciรณn cuanto en la empresa.
Las demandas de igualdad liderarรกn la movilizaciรณn polรญtica de la prรณxima dรฉcada. Ahรญ estรก la bandera para quien quiera tomarla.
Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.