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La visión realista de la política exterior de Obama

Un realista como Obama reconoce que el poderío militar estadounidense es limitado y que las intervenciones militares no solucionan los problemas sino que los agravan.
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Si en la década de los setenta Georges Pompidou compendiaba los instrumentos tradicionales de la política exterior de un país en dos imperativos: los ejércitos y la riqueza, en sus ocho años como presidente, Barack Obama se ha esforzado por restarle fuerza al poderío militar estadounidense, multiplicar la riqueza a través del comercio global y privilegiar la diplomacia como el instrumento ideal para resolver conflictos.

La lista de logros y fallos en política exterior del presidente Obama no es larga ni espectacular. No tiene magníficas victorias como la de Franklin Delano Roosevelt en la Segunda Guerra Mundial ni desastres imperdonables como la invasión a Irak y Afganistán de George W. Bush. Se distingue por su apego a la negociación razonable (Obama “no-drama” ha sido su santo y seña) y al multilateralismo. 

En el tema de las guerras heredadas por su antecesor, Obama no pudo cumplir su promesa electoral de terminarlas, aunque sí redujo sustancialmente (de 150 mil a 15 mil) el número de soldados que permanecen en Irak y Afganistán. La eliminación física de Osama bin Laden, autor confeso del mayor atentado terrorista en suelo norteamericano, fue una decisión arriesgada, criticada por algunos como ilegal, pero defendida por Obama y entusiastamente recibida por el pueblo estadounidense.

Algo semejante ha sucedido con la utilización de drones para matar terroristas en vez de capturarlos y someterlos a un juicio. Obama defiende su uso alegando que con ellos han eliminado más de 2,500 terroristas en guerra con EUA. Sus críticos apuntan que los drones no distinguen entre terroristas y civiles y que el costo en vidas humanas es intolerable. También alegan que la captura e interrogación de los terroristas sería preferible a su muerte. Obama sabe que su arresto implicaría balaceras que pondrían en peligro de muerte a los captores. 

Otra  promesa incumplida de Obama es el cierre de la vergonzosa prisión en Guantánamo, Cuba, donde de los 61 presos que sirven condenas indefinidas solo siete han sido acusados de un delito y solo tres han sido declarados culpables. La culpa de esta aberración, sin embargo, la tiene el Congreso Republicano, no Obama. Lo que el presidente sí logró fue proscribir la tortura y liberar a los presos confinados en Guantánamo que nunca fueron acusados de nada.

Entre sus logros destaco el rompimiento con el arrogante unilateralismo de George W. Bush en la toma de decisiones sobre asuntos de política exterior. Desoyendo las sugerencias de los militaristas nacionales e internacionales que le exigían una respuesta para detener el avance de Irán en su programa nuclear, Obama convocó a otras cinco potencias para negociar un acuerdo que limitara el programa iraní a cambio de levantarle sanciones internacionales. Irán se comprometió a reducir su programa, permitir su vigilancia,  deshacerse de la mayor parte de sus reservas de uranio y a hacer uso “exclusivamente pacifico” de la energía nuclear. Así se evitó un nuevo, costoso e innecesario conflicto armado. Darle marcha atrás al proyecto, como ha pregonado el presidente electo y los congresistas republicanos halcones, no será fácil porque supondría enfrentarse a las cinco potencias que lo suscribieron.

Otro ejemplo de la seriedad con la que se empeñó Obama para actuar junto con otras naciones fue el acuerdo para limitar el aumento de la temperatura del planeta firmado este año en París por 195 países, incluyendo China[1].  

En el continente americano también buscó conciliar intereses mediante canales diplomáticos y para ello contó con la mediación del Papa Francisco y del gobierno canadiense. La decisión de restablecer relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba le puso fin a un anacronismo injustificable que se había prolongado por más de medio siglo. ¿Si Estados Unidos mantiene relaciones diplomáticas con China y Vietnam, dos países gobernados por el Partido Comunista, por qué no reanudarlas con la pequeña isla del Caribe situada a solo noventa millas de la costa y que también sobrevive en una dictadura comunista?

Las críticas

De Ucrania al Oriente próximo sus críticos le reprochan que se haya debatido entre la acción y la inacción. En Ucrania donde la amenaza rusa es clara y peligrosa, dicen que su apoyo al gobierno legítimo ha sido muy tibio.  En Libia, en vez de encabezar la lucha contra el dictador Muammar el Gaddafi, decidió liderar desde la retaguardia. También le acusan de no saber qué hacer con el avispero en el Oriente Próximo, ¡como si alguien supiera qué hacer!

El conflicto sirio ha sido su calvario y según sus críticos, un viacrucis que él mismo construyó por no cumplir su ultimátum al dictador Bachar el Assad y por apoyar a los rebeldes sirios sin convicción. Obama ha respondido que en compañía de sus asesores militares revisó todas sus opciones y concluyó que una invasión militar no resolvería el conflicto sino que lo agravaría. Ordenar una invasión armada a un país que no solicita su ayuda, sin contar con un mandato de ley internacional, sin apoyo del Congreso y con tropas estadounidenses todavía en Irak y Afganistán, para instalar en el gobierno a una oposición fragmentada y a todas luces incapaz habría significado irse a la guerra contra los ejércitos de Assad, los refuerzos de Irán y la fuerza aérea rusa sin que estuviera de por medio ningún interés de seguridad nacional estadounidense.

El debate de fondo es antiguo y lo constante en temas de política exterior han sido las batallas entre bandos: realistas vs. idealistas; aislacionistas vs. internacionalistas; neo-conservadores vs. liberales. Quienes no han aprendido las lecciones de la historia y se autonombran “idealistas,” siguen diciendo que Estados Unidos, como nación indispensable, tiene la obligación moral de intervenir militarmente cuando un régimen dictatorial infringe los derechos de sus conciudadanos. La pretensión es ridícula e hipócrita. Una cosa es criticar justamente a los países violadores de los derechos humanos y otra invadirlos militarmente. El lamento es además cínicamente selectivo porque mientras le ha sido útil Estados Unidos ha apoyado a dictaduras aliadas en el mundo árabe, América Latina y África.

Un realista como Obama reconoce que el poderío militar estadounidense es limitado y que las intervenciones militares no solucionan los problemas sino que los agravan. Para mí no cabe duda que en política exterior el juicio de la historia favorecerá a Obama por su serenidad, su apego a la ley y su defensa racional del interés nacional.     

 

[1] China y Estados Unidos son dos países que están entre los que más contaminan al planeta.

 

 

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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