Un “stump speech” (“discurso base”) es el discurso utilizado por los candidatos durante las campañas electorales en Estados Unidos. Es un discurso que debe estar muy bien estructurado y debe ser repetido con disciplina en todos los eventos y mitines a lo largo de la campaña, a fin de que el electorado entienda el mensaje central del candidato o candidata, así como el contraste entre las alternativas en la boleta.
El stump speech de Joe Biden tenía un mensaje central muy claro: Donald Trump es un peligro para la democracia de Estados Unidos y hay que impedir a toda costa que gane de nuevo. Era un discurso que planteaba el dilema “democracia vs. autoritarismo”, que pintaba a Trump como un dictador en potencia (con su inefable Proyecto 2025), y a Biden como un estadista democrático, defensor de las instituciones y las libertades de los estadounidenses.
Ese discurso podía tener algo o mucho de verdad, pero no funcionaba para ganar. Las encuestas mostraban que los votantes tienen preocupaciones más inmediatas que la defensa de la democracia, como la vivienda, la inflación, la migración y la seguridad. Además, cuando se les preguntaba cuál creían que era la mayor amenaza a la democracia, las opiniones se polarizaban. Para los republicanos, la amenaza era Biden y los demócratas, pues muchos creen (contra toda evidencia) que hubo fraude en la elección de 2020. Peor aun, en los estados más competidos, los votantes indecisos creían que Trump sería un defensor más eficaz de la democracia.
Ante esto, parecía que Kamala Harris decidió distanciarse de esa estrategia discursiva anti Trump. Ella venía centrando sus discursos en los conceptos de futuro y libertades, usando un tono menos alarmante para describir a Trump y su movimiento MAGA (Make America Great Again). En vez de hablar de ellos como amenazas existenciales a la democracia, la campaña de Harris había usado el término weird (extraño, estrafalario, raro) para definir a sus adversarios. Parecía que apostarían por reducir la polarización y ampliar su red de captura de votantes que se muestran ambivalentes respecto a Trump, aquellos que no lo ven ni lo verán nunca como un dictador fascista en potencia, pero que tampoco lo perciben ya como el outsider rebelde que podía sacudir el sistema político.
El discurso de Harris en la Convención Nacional Demócrata fue más allá en su intento de moverse al centro del espectro político y congraciarse con la mayor cantidad posible de votantes. En 3,300 palabras, Harris le prometió todo a todo el mundo. Sí, se combatirá la migración con más seguridad fronteriza, pero también se defenderá a los migrantes dándoles un “camino a la ciudadanía”. Sí, habrá más respaldo a los trabajadores, pero también habrá apoyo para las empresas clave. Sí, habrá defensa de las libertades individuales –como la libertad de interrupción del embarazo, o las libertades de la diversidad sexual– pero también la defensa de valores tradicionales estadounidenses, como la familia y el esfuerzo individual. Sí, ella es liberal y apoya los ideales de justicia social, pero también es una exfiscal dura contra el crimen. Sí, Trump es una gran amenaza a la democracia, pero también es un pervertido y un estafador de poca monta. Sí, se apoyará a Israel para que se defienda, pero también se protegerá a las víctimas inocentes de las acciones de defensa de Israel. Harris prometió que “no regresaremos al pasado”, pero solo mencionó una vez el detalle de que ella ha sido la vicepresidenta de Estados Unidos durante los últimos tres años y medio. Como Trump se lo recordó en redes sociales, “el pasado” incluye el tiempo que ella ha sido gobierno.
Un buen discurso puede ser arruinado por un orador mediocre, del mismo modo que un discurso mediocre puede ser potenciado por un orador efectivo. Esto último es lo que pasó con el texto pronunciado por Harris. A pesar de que el discurso no fue brillante, ni tuvo recursos retóricos notables –los comentarios del día siguiente no coinciden en una sola frase o momento memorable–, es evidente que Harris ha trabajado para elevar sus capacidades retóricas y pronunció su discurso de manera impecable. Se sintió y se vio presidencial, proyectó autoridad y, sobre todo, convenció a los miembros y simpatizantes de su partido de la idea de que el triunfo es posible. Esto es un enorme logro, considerando que apenas hace unas semanas los demócratas se daban por derrotados con Biden como candidato. Para convertir la esperanza en triunfo, Kamala Harris tendrá que hacer mucho más para convencer a los electores indecisos. ¿Bastará este hiper pragmático discurso bufet, con platillos poco condimentados para agradar a todos? Lo sabremos en menos de 75 días. ~
Especialista en discurso político y manejo de crisis.