El affaire Marcelo, o cuando TikTok no es la solución

Muchos factores explican por qué Marcelo Ebrard perdió la competencia interna de Morena. Uno, central, es que no supo construir un discurso atractivo.
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Marcelo Ebrard perdió la competencia interna de Morena por muchos factores. Uno que no debemos olvidar es que no supo construir un discurso atractivo, basado en un relato persuasivo para el electorado.

Toda campaña debe tener un concepto o eje rector que defina y resuma lo que la candidata o candidato representan. El eje rector de la campaña interna de Claudia Sheinbaum fue muy claro: ella es la persona favorita de AMLO para sucederlo. A partir de ahí, la campaña se encargó de darle a los ciudadanos muchas razones para creer que ese mensaje era cierto. Eventos masivos con miles de personas acarreadas, letreros espectaculares saturando las carreteras y ciudades de todo el país, anuncios en taxis y autobuses, bardas, pendones, banderas, gorras, música. Con esa costosa escenografía, la personalidad, las ideas y el discurso de Sheinbaum se volvieron irrelevantes. El medio era el mensaje y, para quien estuviera poniendo atención, no quedaba duda alguna: todo el poder y todo el dinero están con ella, porque ella es la que AMLO quiere que gane.

¿Qué podía hacer Ebrard? Tenía que construir una historia alternativa que lo pusiera en el reflector. Dado que el arquetipo de Sheinbaum era la de la heredera del poder, entonces a Ebrard no le quedaba otra más que ser el retador: el que desafía al poder, el que se atreve a pensar diferente, el que cuestiona al statu quo, el que dice las cosas como las siente y las piensa, a pesar de las críticas y los costos. Al ser el lopezobradorismo un movimiento populista centrado en la figura de un líder carismático y autoritario, Ebrard no podía ser el retador de AMLO, pero sí de Claudia Sheinbaum. Tenía que decirnos por qué ella no era lo mejor opción para seguir el legado de AMLO; por qué él sí era la mejor opción para la agenda y los designios del presidente y para el futuro de su movimiento. No estaba fácil, ni le aseguraba el triunfo, pero era mejor plan que lo que terminó haciendo.

Ebrard siguió anclado en su arquetipo natural: el sabio. Se ofreció ante el elector como lo que es: un político tradicional muy experimentado, conocedor del mundo, cosmopolita y sofisticado. El funcionario preparado y serio que tiene muy buenas ideas y muy buenas propuestas de política pública traídas de otros países. Pero trataba de vender esas ideas sin hacer un cuestionamiento a la realidad, sin hacer un diagnóstico honesto de los problemas que vive México. Era un doctor que le decía al paciente enfermo que no tenía nada, que en realidad estaba completamente sano y fuerte, para luego sugerirle que, por si las dudas, siguiera viniendo al consultorio cada semana.

La campaña, evidentemente, cayó en la irrelevancia. Quienes lo asesoraron parecen haberle dicho que su problema era que parecía demasiado serio y distante de la gente, incluso arrogante y antipático. Su solución fue ponerlo a contar chistes y bailar en videos de redes sociales, notablemente TikTok, para “conectar con los jóvenes”. No sirvió de mucho. Ebrard se volvió un señor que en la mañana quería hacerse el “buena onda”, el juvenil y el divertido, para luego, por la tarde, hablarnos de sus ideas innovadoras y soluciones tecnológicas para resolver la inseguridad y llevar a México al futuro. Una especie de profesor universitario tratando de caerle bien a sus alumnos antes de aburrirlos con su larga clase.

No sorprende entonces que los tres momentos más memorables de esa campaña hayan sido cuando prometió volver secretario de Estado a un hijo de AMLO, cuando anunció que tenía el apoyo de un hermano de AMLO y cuando perdió el proceso interno. En ninguno de esos tres momentos Ebrard comunicó tener lo que se necesita para ganar la competencia interna o la campaña presidencial. No comunicó liderazgo ni carácter. No comunicó ideas ni visión ganadora. No comunicó tener una personalidad propia. Lo raro así no es que haya perdido, sino que haya quedado en segundo lugar.

Al momento de escribir esto, se especula mucho si Ebrard podría lanzarse como candidato presidencial de Movimiento Ciudadano o por la vía independiente. Algunos consideran que, con ello, arrebataría muchos votos a la oposición y no pocos a Morena. Pienso que, si eso pasara, y Ebrard sigue en TikTok, ni Claudia Sheinbaum ni Xóchitl Gálvez tendrán mucho de qué preocuparse. ~

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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