Macron: ¿presidente o perdedor de la Francia profunda?

Después del gran debate nacional, Macron se enfrenta al reto de satisfacer reformas sociales estructurales en un contexto económico desfavorable. Entre las clases medias europeas también cunde el descontento.
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En cada momento histórico existe una conexión entre la política y la sociedad. Para entender los desarrollos políticos y sociales, para ver qué ideas políticas prevalecerán y cuáles serán sus consecuencias, la observación y la reflexión sobre el estado de la opinión pública es clave. Podemos encontrar pistas en autores contemporáneos como Michel Houellebecq, quien a través de las historias desafortunadas y erráticas de sus personajes captura las asperezas de la modernidad y el espíritu de nuestro tiempo.

Las consecuencias de la subida de las tasas sobre el carburante desencadenaron la protesta de los “chalecos amarillos, quienes han salido a las calles desde el noviembre cada sábado a reclamar reformas políticas de calado y mayor justicia social y fiscal. Como contaba Manuel Arias Maldonado en este artículo de Letras Libres, a Houellebecq no debió de sorprenderle demasiado la protesta de los chalecos amarillos, pues el alzamiento de las provincias francesas había sido descrito ya en Serotonina, su novela más reciente.

La France profonde se ha rebelado y ha reclamado su derecho a existir, a tener voz. Pero Francia no es un caso aislado. Las clases medias de Europa se han estancado o han retrocedido tras la crisis, y muchos de los que se identificarían con la figura del perdedor que retrata Houellebecq se han desentendido de la política y de su participación ciudadana, han dirigido su voto a partidos populistas que ofrecen soluciones simplistas o han protagonizado protestas sociales.

Herramientas como la psicología cognitiva y la economía de la conducta se vuelven cada vez más necesarias para comprender el comportamiento social. El sociólogo Heinz Bude recurrre en La sociedad del miedo a estas disciplinas para explorar las ansiedades que, según él, han penetrado en todos los niveles de la sociedad occidental. El miedo a la pérdida del estatus económico y social, y al aumento de las desigualdades o a la precariedad laboral está muy presente en las clases medias y se manifiesta de formas súbitas, y a veces disruptivas.

La cohesión social depende de que los sistemas puedan seguir garantizando el bienestar social de los ciudadanos, y la atmósfera de incertidumbre económica puede tener efectos perturbadores. Bude anuncia que esto ocurre porque estamos viviendo un cambio en el tipo de integración social, pasando de la promesa de ascenso a la amenaza de la exclusión. Las clases medias tienen un estatus más precario a medida que disminuyen sus fuentes de ingresos seguros. Todo ello, debe recordarse, ocurre en un contexto marcado por la desaceleración económica y el endeudamiento de los países, y a nivel más global, los cambios y desequilibrios que genera la globalización.

Partiendo de esta perspectiva sociológica, es importante señalar la importancia de la psicología moral de Judith Shklar, que encierra una doble dimensión histórica y social. En su estudio American Citizenship, Shklar explica que para que a las personas les resulte posible desempeñar su papel de ciudadanos, deben tener derecho al trabajo y a unos ingresos básicos. También dedica un extenso análisis al concepto de miedoen su ensayo El liberalismo del miedo, donde explica que al igual que las normas constitucionales deben garantizar a cada miembro de la sociedad poder ejercer su derecho al voto, el Estado elegido democráticamente debe encargarse de garantizar el acceso al trabajo y la independencia económica. Verse libre de este miedo a quedarse desamparado aparece aquí como parte constitutiva del derecho ciudadano y motor fundamental del ejercicio de la democracia.

Volviendo a Francia, en un diálogo entre Houellebecq y Emmanuel Macron, el autor de Serotonina llega a la siguiente reflexión: Creo que hay una crisis de representación política, pero es una crisis prometedora que puede llevar a un cambio positivo. Como han sugerido recientemente algunos analistas, el surgimiento de Macron y la subsiguiente aparición de los gilets jaunes tienen un elemento o causa en común: ambos hablan de un deseo generalizado de crear un nuevo modelo de política. Los franceses han salido a las calles para exigir que esta nueva política garantice el bienestar. El reto es que Emmanuel Macron pueda realmente satisfacer unas reformas sociales estructurales en un contexto económico desfavorable.

Por todo ello, en Europa ha llegado el momento de los grandes debates. Macron ha lanzado el gran debate nacional, con el que pretende inaugurar un nuevo contrato nacional, para estructurar la acción del gobierno y del parlamento. Con ellos se han creado espacios para debatir sobre democracia, transición ecológica, impuestos y reforma institucional. Paralelamente están teniendo lugar importantes debates sobre la identidad nacional, sobre la memoria histórica y sus tradiciones, sobre el lugar de Francia en el mundo y sobre el significado de su historia y su pasado.

Todo ello indica el resurgir de la política identitaria, el discurso de las raíces y el nacionalismo, a la par que el miedo a la desigualdad social. El reto está en cómo fomentar la identidad y la pluralidad en Francia y en la UE de manera inclusiva al mismo tiempo que se logra una mayor igualdad que garantice el bienestar ciudadano y una mayor justicia social. El miedo a navegar a la deriva, el miedo a no maximizar las oportunidades debe ser sustituido por la confianza en el futuro, y los canales de comunicación entre gobiernos y ciudadanos son el primer paso para esta transformación política que pueda restablecer la confianza de la ciudadanía.

 

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