En esta bitácora he dicho que el principal problema de comunicación del discurso de Hillary Clinton está en su falta de convicción. Por eso, afirmé que ella falló en derrotar a Trump en el segundo debate presidencial, no porque no le haya confrontado airadamente o porque no le devolviera los insultos, sino porque no mostró convicción en la defensa de sus propios principios y valores.
Eso es exactamente lo que ha hecho Michelle Obama con un discurso poderoso, que la ha catapultado a las redes sociales como la heroína de esta campaña. ¿Qué técnicas retóricas usó la Primera Dama estadounidense? Vale la pena que las analicemos bajo un lente más técnico, porque estamos ante una verdadera cátedra de retórica epideíctica, es decir, el discurso que busca “demostrar” la verdadera naturaleza de las personas basándose en sus virtudes y sus defectos.
Primero, Michelle Obama inicia su argumentación con un contraste muy claro entre su visión y la visión de Donald Trump respecto a la mujer. Esta forma de arrancar el discurso le permite plantearle su esencia (ethos) a la audiencia: yo represento a la virtud, porque creo en la dignidad de las mujeres, y Trump es el vicio, lo inmoral, lo bajo.
“Esta semana ha sido de profundos contrastes. El jueves en la Casa Blanca celebramos el Día Internacional de la Niña […] tuve el placer de pasar horas hablando con algunas de las más increíbles mujeres jóvenes […] Hablamos de sus esperanzas y sueños. De sus aspiraciones. […] Pensé que sería importante recordarles a estas jóvenes cuán valiosas y preciosas son. Quería que entendieran que la estatura de cualquier sociedad está en cómo trata a sus mujeres y niñas. Y les dije que merecen ser tratadas con dignidad y respeto […]
Eso fue el jueves. Y hoy estoy aquí, en plena campaña, en una elección donde hemos escuchado consistentemente lenguaje nocivo y de odio sobre las mujeres. Un lenguaje que ha sido doloroso para muchos de nosotros, no solo como mujeres, sino como padres tratando de proteger a nuestros hijos y criarlos para que sean adultos respetuosos y ciudadanos que piensen que los líderes de nuestro país deben ser cumplir con estándares básicos de decencia humana.”
Una vez establecidos los dos extremos morales del discurso (la decencia en el trato a la mujer, representada por la oradora vs. la indecencia, es decir, Donald Trump), la Primera Dama procede a demoler a su adversario. Primero le recuerda a la audiencia lo dicho por Trump, pero lo hace sin decirlo, un recurso retórico conocido como paralipsis.
“El hecho es que, en esta elección, tenemos a un candidato que a lo largo de toda su vida y de esta campaña, ha dicho cosas de las mujeres que son tan sorprendentes, tan denigrantes que no me atrevo ni siquiera a repetir aquí.”
Luego, procede a llevar a la audiencia a lo ocurrido con el famoso video de Trump, como un fiscal presentando al jurado la evidencia sobre el actuar del inculpado.
“Y, la semana pasada, vimos a este candidato presumiendo acerca de cómo ataca sexualmente a las mujeres. Y no puedo creer que estoy diciendo que un candidato a presidente de Estados Unidos se jacta de atacar sexualmente a las mujeres”
Con esta última frase, Michelle Obama usa un entimema, es decir, un silogismo truncado que la gente entiende porque las premisas y la conclusión ya están en la mente de la audiencia. En este caso: 1. Para merecer ser candidato a la presidencia de EUA se requiere un estándar moral y ético superior. 2. Trump no tiene un estándar moral y ético superior. 3. Luego, Trump no merece ser candidato.
Después, comienza una refutación indirecta de los argumentos de Trump, usando la ironía (decir lo opuesto de lo que uno cree) y la caracterización, convenciendo a su audiencia de que si ella (o cualquier persona) le creyera a Trump, sería deshonesta y falsa:
“Y tengo que decirles que no puedo dejar de pensar en esto. Me ha sacudido hasta lo más profundo en una forma que no pude haber anticipado. Así que, mientras nada me encantaría más que fingir que esto no está pasando y dar mi discurso normal de campaña, sería deshonesto y falso de mi parte simplemente moverme al siguiente tema como si esto fuera sólo un mal sueño. Esto no es algo que podamos ignorar. No es algo que podamos simplemente barrer bajo la alfombra como su fuera una horrible nota de pie de página. Porque esto no fue solo una conversación inapropiada. Esto no solo fue una “plática de vestidor”.
Hay que notar que en todo el discurso Michelle Obama hace uso de la antonomasia, que es quitarle o cambiarle el nombre propio a alguien. En este caso, al “quitarle” su nombre a Trump y decirle “individuo”, “persona”, o “candidato”, lo hace más lejano y menos digno de comprensión.
“Este es un individuo poderoso hablando libre y abiertamente de conducta sexual predatoria. Y en realidad jactándose de besar y tocar a las mujeres, con un lenguaje tan obsceno que mucho de nosotros nos preocupamos de que nuestros hijos lo fueran a escuchar en la televisión. Y para empeorar las cosas, parece que no es un incidente aislado. Es uno de incontables ejemplos de cómo él ha tratado a las mujeres toda su vida.”
Después, la señora Obama habla de emociones y lo hace de una manera vívida y sentida. Su voz se quiebra, pero ella se mantiene firme y no llega al llanto. Su lenguaje no verbal transmite convicción. Cada palabra sale con gran emotividad. Gracias a su manejo retórico, para estas alturas del discurso Michelle Obama se ha vuelto la portavoz legítima de todas las mujeres que han sufrido desde una mirada inapropiada hasta una violación:
“Y tengo que decirles que escucho todo esto y lo siento tan personal. Estoy segura de que muchos de ustedes también, especialmente las mujeres. Los comentarios vergonzosos sobre nuestros cuerpos, la falta de respeto a nuestras ambiciones e intelecto, la creencia de que puedes hacerle lo que quieras a una mujer. Es cruel. Es atemorizante. Y la verdad es que duele. Duele. Es como ese sentimiento de malestar que se hunde cuando caminas por la calle, pensando en tus asuntos, y algún tipo te grita palabras vulgares sobre tu cuerpo. O cuando ves a ese tipo en el trabajo que se para demasiado cerca, te mira demasiado tiempo y te hace sentir incómoda en tu propia piel. Es ese sentimiento de terror y violación que demasiadas mujeres han sentido cuando alguien las ha agarrado o forzado y ellas han dicho no, pero el hombre no escucha. Algo que sabemos que ocurre en los campus universitarios y en inumerables lugares todos los días”.
Y luego, una visualización sobre el futuro, una “anti-tierra prometida” en la que se asegura que si gana Trump, eso significa exponer a los niños estadounidenses a ese lenguaje soez, a esa vulgaridad, a esa apología del abuso sexual durante cuatro años. Esto se hace con una serie de erotemas o preguntas retóricas:
“New Hampshire, seamos claros: esto no es normal. No es política común y corriente. Esto es vergonzoso. […] Y no podemos simplemente soportarlo o exponer a nuestros hijos durante más tiempo. No por otro minuto, ya ni pensar en cuatro años. Ahora es el momento de levantarnos y decir “suficiente es suficiente”. Esto para aquí y ahora. Porque, consideren esto: si todo esto es doloroso para las mujeres adultas, ¿qué creen que le está haciendo a nuestros hijos? ¿Qué mensajes están escuchando nuestras niñas? ¿Qué lecciones están aprendiendo de su valor como seres humanos y de sus sueños y aspiraciones? ¿Y cómo está afectando esto a nuestros niños varones?”
Como se ve, el hilo conductor del discurso sigue siendo la idea de que la silla presidencial debe ser ocupada por una persona integra, de elevados estándares morales, que defienda la dignidad de todos y en especial de la mujer. Una persona virtuosa. Gracias a la forma en la que ha argumentado hasta ahora, Michelle Obama puede pasar a la conclusión moral: votar por Trump es estar a favor de la violación, del abuso sexual, de la vulgaridad y la lascivia. Lo contrario de la virtud.
“En nuestros corazones todos sabemos que si dejamos que el oponente de Hilary gane esta elección, le estamos diciendo a nuestros hijos que está bien todo lo que hemos escuchado y visto. Lo estaríamos validando. Lo estaríamos apoyando. Les estaríamos diciendo a nuestros hijos que está bien humillar a las mujeres. Le estaríamos diciendo a nuestras hijas que es así como merecen ser tratadas. Le estaríamos diciendo a nuestros niños que la intolerancia y el abuso son perfectamente aceptables en el líder de nuestro país. ¿Es eso lo que queremos para nuestros hijos?”
Luego, el argumento de Michelle Obama pasa del vituperio (discurso contra alguien) al encomio (discurso a favor de alguien), en este caso de ir contra Trump a ir a favor de Hillary Clinton.
“La gente que es realmente fuerte es la que eleva a otros. La gente que es realmente poderosa logra convocar y unir a los demás. Y eso es lo que necesitamos en nuestro próximo presidente. Alguien que sea una fuerza de unidad en este país. Alguien que sane las heridas que nos dividen. Alguien que realmente se preocupe por nosotros y por nuestros hijos. Alguien con fuerza y compasión para llevar este país adelante. Y déjenme decirles que estoy aquí porque creo con todo mi corazón que Hillary Clinton será ese presidente.”
Al final Michelle Obama concluye con un llamado a la acción claro: votar el 8 de noviembre por Hillary Clinton:
“El 8 de noviembre, podemos demostrar a nuestros hijos que aquí en Estados Unidos, rechazamos el odio y el miedo. Y que en tiempos difíciles no nos deshacemos de nuestros ideales más elevados. Nos elevamos para encarnar los valores de igualdad y oportunidad y sacrificio que siempre han hecho de este el mejor país sobre la Tierra. […] Y por eso, en los próximos 26 días necesitamos hacer todo lo que podamos para ayudarle a Hillary Clinton y a Tim Kaine a ganar esta elección.”
Concluye así el que ha sido tal vez el discurso con mayor impacto de las campañas de 2016. Es un ejemplo de que la persuasión se da cuando se suman una alta calidad en la argumentación lógica (logos), con una fuerte carga emocional (pathos) y una personalidad (ethos) respetada, con autoridad moral plena para hablar de valores.
La posición histórica de Michelle Obama como la primer Primera Dama afroamericana de la historia, su inteligencia y talento, así como el cuidadoso cultivo de su imagen pública y la notable mejoría de sus habilidades retóricas a lo largo de ocho años en la Casa Blanca, la han vuelto para muchos una figura más atractiva que la propia candidata presidencial demócrata. ¿Estamos ante el inicio de la campaña Michelle 2020? El tiempo lo dirá.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.