Morir lentamente bajo los reflectores

¿En qué se parecen Donald Trump, Angela Merkel y Enrique Peña Nieto?
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¿En qué se parecen Donald Trump, Angela Merkel y Enrique Peña Nieto?

No, no en el peinado. Son estilos muy diferentes y nuestro presidente se lleva de calle a Angela, y sobre todo a “The Donald”, en ese rubro. Tampoco se parecen en su estilo de liderazgo. La Merkel puede presumir de mayor efectividad política, sin duda. ¿Se rinden? Bueno, pues se parecen en que los tres han tenido serios problemas para comunicar las emociones correctas en el momento correcto.

Pero, primero ¿por qué es importante para un político conectar emocionalmente con el público? Porque las emociones –el pathos, como lo llamaban los griegos– es uno de los tres elementos que conforman el triángulo de la persuasión. Un orador efectivo logra apelar a las emociones de la audiencia tanto como a su razón (logos). Tres cosas son indispensables para lograr esa conexión emocional:

1) Autoconocimiento e inteligencia emocional. Para conectar con las emociones de los demás hay que conocer y controlar las emociones propias. A esto se le conoce como “inteligencia emocional”: la habilidad de una persona para percibir, evaluar, nombrar y manejar constructivamente sus reacciones emocionales.  

2) Empatía. Abraham Lincoln decía que antes de dar un discurso pasaba dos terceras partes del tiempo pensando en qué quería escuchar su audiencia y solo una tercera parte escogiendo las palabras que iba a decir. Entender las emociones de tu audiencia, saber cuáles son sus anhelos, necesidades, valores y temores, es la diferencia entre un discurso ordinario y uno extraordinario. La “empatía”, la capacidad de ponerte en los zapatos de otro, es clave en la comunicación.

3) Elocuencia. De nada te sirve conocer tus emociones y las de tu audiencia si no tienes la capacidad de dirigirte a ellos con las palabras adecuadas en tono, lenguaje y contenido, de manera que sus emociones se vean tocadas por tu discurso.

Con estos tres elementos en mente, veamos por qué los políticos que menciono fallan en comunicarse efectivamente con sus audiencias.

  • Merkel: no conectar con el dolor ajeno. En un diálogo ciudadano, una niña palestina del Líbano le contó cómo cambió su vida gracias a que ahora vive en Alemania. Pero le contó también, llorando, que la burocracia ha retrasado su solicitud de asilo, que su familia seguía en Líbano, en una zona de conflicto, y que desearía que también estuvieran en Alemania con ella. En vez de consolar a la niña, Merkel se le queda viendo con cara de “no proceso, liquido saliendo de ojos humanos, error, reiniciar sistema”. Y se puso a explicarle a la niña la política de migración de su gobierno, justificándose en el hecho de que “no podemos recibirlos a todos”. Ante esta dureza, la niña se hunde más en la desolación y el llanto. Merkel se acerca a darle dos palmaditas más falsas que una promesa de pago de la deuda griega, generando burlas, rechazoy el hashtag #Merkelstreichelt (Merkel acaricia).  
  • Trump: no entender los valores de tu audiencia. Cuando se lanzó con todo contra los mexicanos, no faltó quien dijera que Donald Trump estaba apelando con gran pragmatismo a los valores y emociones más “inconfesables” de los partidarios republicanos, como la xenofobia, para subir en las encuestas. Más que a un loco con micrófono, muchos quisieron ver a un anti-político hábil, que estaba dándole a su público justo lo que quería escuchar. Pero esta semana, “The Donald” cayó de la gracia republicana al atacar a John McCain. Senador de larga trayectoria y excandidato a la presidencia en 2008, McCain fue herido y capturado en la Guerra de Vietnam, donde pasó cinco años como prisionero de guerra, mientras que Trump eludió el servicio militar. Aún así, se dio el lujo de burlarse: “No es un héroe de guerra. Prefiero a los héroes que no son capturados”. Dado que los militares son una fuerte base de apoyo a los republicanos, el discurso de Trump les cayó como balde de agua fría. La infinita arroganciade este aprendiz de político, combinada con su insensibilidad, lo hicieron violar una regla fundamental de la comunicación: entender los valores de tu audiencia para ganarte, no para perder, sus corazones.
  • Peña Nieto: la distancia emocional. Finalmente, el tercer ejemplo nos lo da el Presidente Enrique Peña Nieto, quien ante las situaciones de crisis parece alejarse de las emociones del público. En un discurso reciente, el presidente tuvo que tocar el tema de la fuga de “El Chapo” Guzmán. Analicemos esa parte del mensaje:

“He recogido puntualmente el sentir que hay en amplios sectores de la sociedad, que esto ha sido un hecho que ha indignado, que marca frustración, que ha marcado enojo en amplios sectores de la sociedad, y la que el presidente de la República, y como ciudadano también tengo, frente a lo que ha ocurrido. Pero aquí no vamos a resolver este tema sólo mediante enojos y llenándonos de ira. Tenemos que asumir con la responsabilidad que esto implica.”

a. El lenguaje no es directo y no le habla a las personas, sino a un ente abstracto que son “amplios sectores de la sociedad” (no “toda” la sociedad, por cierto).

b. Cuando habla de sí mismo en tercera persona (“El presidente de la República”) y no especifica el hecho (“lo que ha ocurrido”) parece que se está disociando de los hechos a nivel emotivo.

c. El discurso cae en la invalidación de la emoción. Primero dice que “recogió puntualmente el sentir” de la sociedad. Pero luego lo vuelve irrelevante: “no vamos a resolver este tema solo mediante enojos y llenándonos de ira”. Esto crea una brecha de comunicación entre el orador y la audiencia, porque invalida las emociones colectivas en vez de reconocerlas, entenderlas y compartirlas.

Concluyo esta nota recordando las palabras del político canadiense Michael Ignatieff: “Para lograr que la gente te escuche, debes saber lo que quiere oír. Cuando un buen político logra entender a su público, lo tiene en la palma de la mano. Por el contrario, si no lo entiende bien, solo le resta morir lentamente bajo los reflectores”. 

 

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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