Foto: Sandra Barba intervenida por Hugo Gonzรกlez

No nos vamos a soltar

Una crรณnica sobre las protestas de mujeres en contra de la violencia.
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i.

Una, dos. Cuento a las mujeres con las que me cruzo en la avenida Insurgentes mientras camino rumbo a la glorieta. Tambiรฉn me fijo en los hombres pero la cuenta es muy distinta, apresurada. Son muchos y, para poder llevarla, tengo que saltarme algunos nรบmeros, contarlos en pares o tercias. Uno-tres-seis-ocho. Desde que salรญ de la calle Milรกn hasta aquรญ, he visto un montรณn (es imposible llevar mentalmente la cuenta) de hombres que van solos; las mujeres, en cambio, andan en pareja o en grupos. Abuela, madre, hija. Dos amigas. Muy pocas caminan solas: tres, si me incluyo.

Sรฉ que al llegar a la glorieta serรก distinto: habrรก mujeres, mujeres sonriendo por todas partes, una excepcional e inmensa mayorรญa de mujeres, entre las que me sentirรฉ completamente a salvo… pero por ahora tengo que atravesar unas calles mรกs. Decido compartir en el chat que tengo con varias amigas mi ubicaciรณn en tiempo real hasta que llegue a mi destino. Apenas es un kilรณmetro, ยฟno estรกs exagerando? A veces me da pena hacer el ridรญculo por culpa del miedo. ยฟPara quรฉ corriste? ยฟYa ves?, ni te hizo nada. Tienes 33 aรฑos, no eres una niรฑa, deja de tener miedo. Pero ya tengo mi refutaciรณn a la mano: recuerdo a otras mujeres que murieron a unas cuadras o incluso afuera โ€“en la puerta mismaโ€“ de sus casas. Empiezo a hacer nรบmeros, a sacar probabilidades, la probabilidad de mi muerte. Son mujeres asesinadas que tenรญan entre 20 y 35 aรฑos (36% de los casos). La mayorรญa, solteras. Tambiรฉn matan a las que fueron a la universidad (el 24.7% de las que tenรญan entre 28 y 35 aรฑos). Los nรบmeros empeoran en el Estado de Mรฉxico, donde las ahorcan mรกs (26.7%) y las matan mรกs (la tasa, por cada cien mil mujeres, fue de 5.3 en 2017).

((Claves para entender y prevenir los asesinatos de las mujeres en Mรฉxico, รrea de Derechos Sexuales y Reproductivos del Centro de Investigaciรณn y Docencia Econรณmicas (CIDE) y Data Cรญvica, Ciudad de Mรฉxico, 2019. Basado en los datos de โ€œdefunciones por homicidioโ€, publicados por el INEGI.
))

 Este paรญs no da evidencias de lo contrario: en Mรฉxico no existen las fobias, porque aquรญ el miedo nunca es irracional.

Mejor sรญ aviso dรณnde estoy en el chat. Si necesito a mis amigas, vendrรกn; si desaparezco, sabrรกn dรณnde estaba. La certeza de que cuento con ellas (hoy mientras espero que el semรกforo se ponga en rojo, la รบltima noche que salรญ, todos los dรญas desde que abrimos un grupo en Whatsapp) disipa mis nervios. Al cruzar la calle, me encuentro con una mujer vestida completamente de negro, como sugiriรณ la convocatoria a la protesta. Es feminista como yo, pienso, si algo me pasa, serรก la primera en ayudarme, y yo a ella. La sigo hasta la glorieta, ya sin ponerle atenciรณn a los hombres con quienes compartimos asfalto, camellones y banquetas. Cruzamos juntas un bajopuente โ€“cosa que jamรกs harรญa sola; confรญo en ella incluso sin conocerlaโ€“ y de un momento a otro aparecen.

Mujeres, puras mujeres. ยฟSerรกn cien? ยฟDoscientas? No caben todas juntas en mi rango de visiรณn. Son, por fin, tan incontables como hace apenas unos segundos eran los hombres. Y aunque no conozco a ninguna, mi cuerpo no siente nervios ni miedo. (Al dรญa siguiente me darรฉ cuenta de que me sentรญa tan segura en ese momento que hasta olvidรฉ dejar de compartir mi ubicaciรณn en el chat.) Camino con despreocupaciรณn y confianza. Podrรญa estar en calzones, en toalla, hasta desnuda, y na-da me pasarรญa.

Avanzo entre las mujeres vestidas de negro que se desbordan en nรบmero y alegrรญa, en convicciรณn y rabia digna. Me encuentro a Jimena, a Montserrat. No vine con ellas a la marcha pero eso no importa: me pintan de diamantina violeta los pรณmulos, me enseรฑan a anudarme el paรฑuelo verde alrededor del cuello. โ€œYo traigo labial moradoโ€, les digo mientras lo saco de mi bolsa y lo rolan entre morras. Compartimos no solo el miedo y el coraje, sino los colores de la causa y sus metas. โ€œYa lleguรฉโ€, dice Alejandra en el chat. Le doy referencias del sitio especรญfico, dentro de la glorieta, donde estoy, sin preocuparme porque sรฉ que tambiรฉn estรก entre nosotras. El complicado concepto de la sororidad es cierto y tangible: si llegara a necesitar algo, por nimio o grave que fuera, las mujeres a su alrededor โ€“y que tampoco conoceโ€“ la ayudarรญan de inmediato. Aquรญ es la excepciรณn. Aquรญ se crea otro lugar, uno tan infrecuente e irreconocible que a ratos no parece ser la vida sino una historia de ciencia ficciรณn feminista.

 

ii.

Mientras las cรกmaras de televisiรณn apuntan hacia lo que los reporteros describen como โ€œdisturbios, caos, vio-len-ciaโ€, me subo a la plataforma del Metrobรบs. Con mi libretita en mano y una simple pluma, consigo hablar con las que prenden un fuego mรกs bien chico, que jamรกs se sale de control y dura poco, aunque decenas de fotรณgrafos esperan a que se reavive para captar la escena.

โ€“โ€“Vienes a tomarnos foto, vienes por nuestros nombres, ยฟverdad? โ€“me pregunta una mujer que lleva nariz y boca cubiertas con una paรฑoleta.

โ€“โ€“No, sin nombres, anรณnimo โ€“le respondoโ€“. Solo quiero saber quรฉ piensasโ€“ me echa un vistazo rรกpido, como examinando que vengo vestida de negro, con el paรฑuelo abortista, la diamantina morada y sin รกnimo de grabarla ni delatarla. Y decide confiar en mรญ, aunque no me conoce.

โ€“โ€“Escribe esto: ningรบn medio mexicano estรก diciendo la verdad, todos los medios nos criminalizan. Van a decir que somos hombres o infiltradas. Y no. Somos mujeres enojadas.

La maรฑana siguiente, los titulares y primeras planas de varios diarios nacionales confirman sus expectativas. Fuego. Disturbios. Caos. Violencia. Todo en mayรบsculas. Reviso los periรณdicos y me acuerdo de ella, intentando romper las cรกmaras de la estaciรณn de Metrobรบs. Ahora sรฉ que la prensa solo es amiga de algunas feministas. Mientras sigo devorando la informaciรณn de los periรณdicos, leo que la jefa de gobierno anunciรณ que abrirรญa carpetas de investigaciรณn contra las mujeres que entrevistรฉ, esas que ni en broma se sentarรญan a la mesa de diรกlogo que transmitiรณ el jueves por Periscope. Pero tambiรฉn es cierto que Claudia Sheinbaum no las invitรณ a ese diรกlogo inicial: lo primero que hizo fue rodearse de varias ONG constituidas, institucionales, de acadรฉmicas y activistas respetables. โ€œAl Estado le gustan los atajosโ€, escribiรณ en los noventa la feminista Sonia E. รlvarez, โ€œrelacionarse con las ONG le sirve para adoptar un semblante democrรกtico, aunque la participaciรณn ciudadana rebasa por mucho la acciรณn de escuchar la asesorรญa, la evaluaciรณn y los informes de las especialistas.โ€

((Sonia E. รlvarez, โ€œAdvocating feminism: The Latin American feminist NGO โ€˜boomโ€™โ€, International Feminist Journal of Politics, vol. 1, nรบm. 2, pp. 181-209.
))

Es, por demรกs, extraรฑa y hasta convenenciera la relaciรณn que los gobiernos de Morena tienen con esas organizaciones. Cuando las estancias infantiles y los refugios para โ€“precisamenteโ€“ las mujeres vรญctimas de violencia, la relaciรณn sufriรณ el desprecio de Lรณpez Obrador; luego, ante la violencia sexual que cometen los policรญas contra las mujeres, la cercanรญa se siente, por lo menos, oportunista.

Noticias: Dos dรญas despuรฉs, tras una reuniรณn con cuarenta feministas jรณvenes, la jefa de gobierno reconsiderarรญa: โ€œSheinbaum da marcha atrรกsโ€, โ€œno habrรก investigaciรณnโ€. ยฟSerรก que con la protesta Claudia se enterรณ que hay varios grupos dentro del feminismo?, ยฟescogerรก, en el futuro, consultar a las manifestantes, hablar tambiรฉn con las mujeres que autofinancian su activismo y no pertenecen a una ONG? Para que el feminismo sea democrรกtico, se necesitan ambas: las especialistas en gรฉnero y las que no lo son.

 

iii.

Tres mujeres, subidas a un pedestal, empiezan a leer un pliego petitorio. La bocina que estรก a sus pies esparce sus reclamos dentro de la glorieta de los Insurgentes. Condenan las filtraciones del caso Azcapotzalco (llevamos dรฉcadas pidiendo eso), la pรฉrdida de pruebas (lo mismo, dรฉcadas), el tipo de informaciรณn y de discurso que sale de las autoridades (ยฟcuรกntas veces tenemos que repetirnos?). La rabia no empezรณ en este gobierno, pero la izquierda progresista โ€“si aรบn se le puede llamar asรญโ€“ subiรณ al poder despuรฉs de Miguel Mancera y Enrique Peรฑa Nieto, despuรฉs de Felipe Calderรณn. Las feministas tienen una ira acumulada, una frustraciรณn incontenible, que rebasa el sistema de sexenios y partidos. A eso se enfrentan Sheinbaum y Lรณpez Obrador. Para conocer a las mujeres de mi generaciรณn hay que saber que crecimos escuchando las noticias de los femincidios de Juรกrez โ€“iniciaron en 1993, cuando yo tenรญa siete aรฑosโ€“. Nos criamos oyendo que matan a las mujeres. El coraje no podรญa hacer mรกs que crecer, aunque hoy, lunes, el presidente diga que โ€œse dan estos casos [como la marcha feminista] pero, en general, el pueblo estรก feliz, feliz, feliz […] No hay mal humor socialโ€. ยฟNos exigirรก que pongamos una sonrisa?

En la concentraciรณn, dentro de la glorieta, se oyen ruidos de asombro. Entre cinco y seis mujeres se ponen en cuclillas no para barrer o limpiar el piso, como โ€œles tocaโ€, sino para llenarlo de pintas: No olvidamos ni perdonamos, radfem, policรญa = violicรญa. Una de ellas presiona la vรกlvula y enciende el aerosol, a nadie le asusta ese fuego que es aun mรกs chico y efรญmero del que escupen quienes hacen malabares con gasolina en los semรกforos de la capital. Ninguna mujer, ningรบn reportero, resulta herido. Se parece al fuego con que algunos bailan en las playas, pienso, cuando hay raves.

โ€œSon el mismo gobierno y las fuerzas armadas quienes cometen los crรญmenes, protegen a los agresores y silencian a las vรญctimasโ€, escucho a las tres jรณvenes que continรบan la lectura del pliego petitorio. Nos causan โ€œel mismo terror que la delincuencia organizadaโ€. Coincido con ellas. En el estado de Guerrero, antes de que Calderรณn decidiera combatir el narcotrรกfico, en 2007, la tasa de mujeres asesinadas era de 4.7. Dos aรฑos despuรฉs, se duplicรณ (a 9.1 en 2009) y llegรณ hasta 13.3 en 2016, con Peรฑa como presidente. Al norte del paรญs, Chihuahua tenรญa una tasa de 3 en 2007, que escalรณ a 11.1 el aรฑo siguiente y se triplicรณ, para 2010, ยกa 33.5! En apenas un par de aรฑos, entre 2015 y 2017, Colima pasรณ de tener una tasa 7.2 a otra de 19.2 (todas las tasas, con base en cien mil mujeres).

((Ibid.
))

No soy la primera en decirlo: la presencia de las fuerzas armadas en el paรญs eleva el nรบmero de muertas y muertos. El gobierno federal lo sabe, el local tambiรฉn, sin embargo, la Guardia Nacional ya opera en ocho alcaldรญas de la Ciudad de Mรฉxico, por ejemplo, en Xochimilco, donde el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio seรฑalรณ, hace dos aรฑos, haber โ€œencontrado un patrรณn que combina la delincuencia, las muertes brutales y los espacios pรบblicosโ€.

((Redacciรณn, โ€œEstas son las ocho alcaldรญas de la CDMX en las que operarรก la Guardia Nacionalโ€, 29 de junio de 2019. Sandra Barba, โ€œSi PGJ no investiga bien, abre [la] puerta a feminicidiosโ€, Milenio, 5 de mayo de 2017.
))

Otros patrones, dijo Luz Marรญa Estrada, directora del observatorio, se han detectado en Tlalpan y Gustavo A. Madero: โ€œ[las autoridades] tienen que revisar quรฉ estรก pasando en esas zonasโ€.

Ahora que escribo, recuerdo que las feministas de la marcha del viernes lo tienen muy claro, aunque el gobierno de la capital โ€“en sus declaracionesโ€“ y los medios โ€“en sus publicacionesโ€“, no lo hayan retomado. โ€œQue se reforme el cรณdigo de justicia militarโ€, โ€œยกsin fuero!โ€, exigรญan las mujeres que seguรญan leyendo, desde uno de los pedestales de la glorieta, las demandas del pliego petitorio. Saben que los feminicidios, las violaciones y los abusos sexuales, los secuestros y la tortura contra las mujeres se dispara cuando la tropa y el mando militar ocupan un territorio.

Ninguna confรญa en la Guardia Nacional.

 

iv.

Y casi ninguna de las mujeres trajo a un hombre a la protesta. Ni marido, ni novio, ni fuckboy, tampoco amigos, compaรฑeros de oficina, padres, jefes. Nadie habla de ellos. Unos cuantos aparecen, sin que nadie los convocara, en diferentes puntos del recorrido. Edith, quien lleva puesto un impermeable rosa pastel para aparentar, en sus palabras, que no matarรญa ni a una mosca, toma una escoba de palma que recoge de algรบn camellรณn y โ€œbarreโ€ a los colados. Chantal la imita. (Yo pienso en las marchas feministas de los ochenta, cuando mujeres y artistas salรญan con escobas, delantales, recetas โ€œpara causarle mal de ojo a los violadoresโ€โ€“como hicieron Mรณnica Mayer y Maris Bustamenteโ€“, resignificando los objetos del espacio domรฉstico con una intenciรณn polรญtica en el espacio pรบblico.)

โ€œยกEso, compaรฑera!โ€, celebra una mujer a Edith, que continรบa barriendo a los hombres que se empeรฑan en adentrarse a la multitud pese al deseo, reiterado hasta el cansancio, de las manifestantes. Al fin se van, o se alejan, y eso se siente como una victoria. No quieren que los hombres las defiendan, ni que hablen con ellas para corregirlas o adiestrarlas en โ€œla forma decente de manifestarseโ€, cuando son conservadores, o en โ€œla verdadera forma de lucharโ€, cuando son de izquierda o defensores de derechos humanos. No los quieren ahรญ, ni siquiera para apoyarlas. โ€œNo es su luchaโ€, se oye cada vez que los sacan del contingente. Muchos las acusan de exclusiรณn, de discriminaciรณn. No se trata de eso, sino de que ellas hagan y hablen. Se trata de autonomรญa. La marcha es de nosotras, en femenino y en plural.

Las mujeres se reรบnen, caminan, platican, sonrรญen, se burlan del desplante de Jesรบs Orta, el secretario de seguridad de la capital, ante la brillantina morada. โ€œTraigo brillantina, ยฟeh, amigas?โ€, dice una mujer detrรกs de mรญ, โ€œยกCuidado! ยกAhora sรญ puedo destruirlo todo!โ€ De pronto empezamos a brincar al unรญsono, haciendo que salte el pavimento de la avenida Insurgentes, lo que otra vez desata carcajadas, emociรณn, bromas. Por todas partes vuelan rรกfagas de polvo morado, se oyen tambores y consignas ocurrentes, el glitter pasa de mano en mano. Hay un aspecto lรบdico de la historia de las protestas feministas que muchos medios olvidan consultar a la hora de darle contexto a sus notas.

Con todo, pese a la alegrรญa, algo cambiรณ entre la manifestaciรณn del 24A, que sucediรณ en abril de 2016, y la marcha de hoy. Hace tres aรฑos tambiรฉn hubo pintas, pero no se rompiรณ ni un vidrio ni se quemรณ una estaciรณn de policรญa.

((Fanny Ruiz-Palacios, โ€œConcluye marcha contra violencia de gรฉneroโ€, El Universal, 24 de abril de 2016.
))

โ€œHay mรกs chavas con la cara cubierta, ยฟno?โ€, le pregunto a mis amigas. โ€œSรญ, pareceโ€, me responden. Y hay mรกs coraje. Si en el 2016 nos desbordรณ el jรบbilo de encontrarnos y nombrarnos feministas, hoy, en 2019, nos sentimos desesperadas, furiosas. โ€œNos siguen matando.โ€ Mujeres con las que estudiรฉ la universidad, politรณlogas que hace tres aรฑos habrรญan pensado en โ€œtener incidencia en las polรญticas pรบblicasโ€, โ€œrediseรฑar las instituciones formalesโ€, que se habrรญan quejado, entre dientes, de las que rompen vidrios y queman cosas o se habrรญan salido de la marcha por estar en desacuerdo con los โ€œdisturbiosโ€, ahora desconfรญan de las instituciones. Actรบan de otro modo:

No se fueron al ver, desde la calle, el resplandor de las llamas dentro de la estaciรณn policiaca. Al contrario. Cuando escucharon la sirena del camiรณn de bomberos, las mujeres se quedaron. La sororidad, a esas horas, seguรญa siendo ley entre las feministas. Enseguida, dos filas de policรญas dieron vuelta en la calle de Florencia buscando avanzar hasta la estaciรณn. A las feministas no las venciรณ el miedo de ser arrestadas. Se quedaron en su lugar, como evaluando la situaciรณn, pensando en silencio hasta que alguna gritรณ: ยกFUIMOS TODAS! La multitud de mujeres coreรณ el grito โ€“ยกFui-mos to-das! ยกFui-mos to-das!โ€“. Ninguna reconociรณ a la policรญa โ€“la violicรญaโ€“ como autoridad. โ€œยกEstรกn usando a las mujeres policรญa!, ยกlos hombres, el gobierno las estรก usando!โ€, oรญ varias veces, y luego, a gritos desesperados, โ€œยกa ti tambiรฉn te violan!โ€, โ€œยกtu hija estรก en la lucha!โ€, como queriendo reclamarlas para la causa. Pasamos horas sobre Florencia, temiendo que algunas de las que entraron a la estaciรณn siguieran dentro del edificio, resueltas a que la policรญa no se las llevaran. Un grupo rodeรณ la calle, en direcciรณn a la armerรญa, โ€œpor si quieren sacar a las detenidas por ahรญโ€. No nos conocรญamos, pero nada de eso importรณ. No vamos a abandonar a ninguna. No nos vamos a soltar.

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(Ciudad de Mรฉxico, 1986) estudiรณ la licenciatura en ciencia polรญtica en el ITAM. Es editora.


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