Obama fue a ganarse al pueblo, no al gobierno cubano. En el arranque de su histórico discurso en el Palacio de la Revolución, Obama hizo lo que sabe hacer mejor: establecer su ethos, su personalidad, con el fin de ganarse a la audiencia. Lo hizo diciendo que sus hijas adolescentes nunca quieren acompañarlo, pero que tratándose de Cuba, hicieron una excepción por "la belleza de este país y de su gente". El mensaje es que, más que el todopoderoso presidente de la superpotencia, es un buen hombre, un padre de familia que ni a sus hijas les dice qué hacer. Los recorridos de los Obama por la Habana vieja sellaron, con imágenes idílicas de la familia caminando bajo la lluvia tropical, la buena voluntad de su visita. Para los cubanos, especialmente los afrodescendientes, ver a un presidente de Estados Unidos negro fue un hecho doblemente histórico. En su discurso final, Obama lo dijo con todas sus letras: "Estados Unidos no está sólo reestableciendo relaciones con el gobierno cubano. Estados Unidos está reestableciendo relaciones con el pueblo cubano."
Autoritarismo, dinero y amor no se pueden esconder. Mientras que Obama desplegaba elegantes recursos retóricos, Raúl Castro exhibió las limitaciones discursivas de quien prefiere ser temido por su poder que amado por sus palabras. Su discurso fue una lista de acuerdos logrados, un reclamo por los que no se alcanzaron, un reproche por el embargo, y un repetitivo mensaje de que establecer lazos con Estados Unidos no significa que se olviden las diferencias. Se le percibía incómodo ante la prensa, interrumpió rudamente a Obama, y ante la pregunta obvia sobre por qué en Cuba sigue habiendo presos políticos, optó por la evasión agresiva ("¡muéstreme la lista de presos políticos y quedan libres hoy mismo!"). Lo que comunicó con claridad es que el acercamiento con Estados Unidos es un intento de perestroika sin glasnost, apertura económica sin libertad política. El tiempo dirá si Cuba termina pareciéndose a China, a Rusia o a Vietnam, tres experiencias muy distintas de desmantelamiento del comunismo.
"Conozco la historia, pero me niego a quedarme atrapado en ella". En su mensaje al pueblo cubano, Obama logra en unas cuántas líneas reconocer los pecados de Estados Unidos en su relación con Cuba antes de la revolución: "las aguas azules bajo el Air Force One (el avión presidencial) alguna vez trajeron barcos de guerra para liberar, pero también para controlar a Cuba". "Antes de 1959, algunos estadounidenses vieron a Cuba como un lugar para explotar, ignoraron la pobreza y favorecieron la corrupción". Puede parecer poco, pero se trata de un acto sumamente significativo de humildad política , que reconoce implícitamente el origen de la Revolución Cubana como una lucha legítima por librarse de un injusto yugo opresor.
La defensa del ideal democrático. Obama hace una defensa de la democracia como lo que es: un proceso sumamente imperfecto que maximiza la libertad individual para buscar la mejora de la sociedad. Tiene razón cuando afirma que "los ideales que son el punto de partida de toda revolución encuentran su expresión más auténtica en la democracia. No porque la democracia estadounidense sea perfecta, sino precisamente porque no lo es. Y nosotros, como todos los países, necesitamos el espacio que la democracia nos da para cambiar. La democracia da a los individuos la capacidad de ser catalizadores para reimaginar cómo debe ser nuestra sociedad, y hacerla mejor". Y uno recuerda el significado profundo de su presidencia cuando afirma que, con todos sus defectos, la democracia estadounidense hizo posible que "un niño que fue criado por una madre soltera, un niño mestizo que no tenía mucho dinero" pudiera "aspirar al cargo más importante y ganarlo".
El poder de las emociones. Para mí, la parte más poderosa del discurso de Obama al pueblo cubano fue cuando describió las emociones profundas que dividen a la Revolución del Exilio: "Sé que algunos cubanos en la isla pueden tener la sensación de que los que se fueron apoyaron el viejo orden en Cuba [y que] rechazaron la lucha por construir un nuevo futuro. Pero hoy les puedo decir que muchos exiliados cubanos guardan recuerdos de una dolorosa –y, a veces violenta– separación. Ellos aman a Cuba. Una parte de ellos todavía considera que este es su verdadero hogar. Es por eso que su pasión es tan fuerte. Es por eso que su dolor es tan grande. Y para la comunidad cubanoamericana que he llegado a conocer y respetar, no se trata solo de política. Se trata de la familia: el recuerdo de un hogar que se perdió; el deseo de reconstruir un vínculo roto; la esperanza de un futuro mejor; la esperanza del retorno y la reconciliación. A pesar de la política, las personas son personas, y los cubanos son cubanos. Y he venido aquí sobre un puente que fue construido por cubanos a ambos lados del estrecho de la Florida. Primero conocí el talento y la pasión de los cubanos en Estados Unidos. Y sé cómo han sufrido algo más que el dolor del exilio: también saben lo que es ser un extraño, y trabajar más duro para asegurar que sus hijos lleguen más lejos en Estados Unidos. Así que la reconciliación de los cubanos –los hijos y nietos de la revolución, y los hijos y nietos del exilio– es fundamental para el futuro de Cuba." Al validar de forma muy humana las emociones de dos bandos profundamente divididos, Obama se erige como un mediador eficaz, que nos recuerda que la retórica tiene el poder de encontrar coincidencias, subrayar afinidades y, a partir de ellas, construir un futuro común.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.