Obrero y espaƱol

El giro obrerista de Vox es cada vez mĆ”s transparente: quiere atraer al votante exsocialista preocupado por la naciĆ³n, la seguridad y la inmigraciĆ³n. Pero sus polĆ­ticos todavĆ­a tienen un aura elitista.
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Abro la ventana del salĆ³n y se escucha el mitin en toda la casa. PodrĆ­a transcribirlo tal cual desde la mesa del salĆ³n. Barrios llenos de narcopisos, mafias del narcotrĆ”fico, pisos okupados, pisos okupados convertidos en prostĆ­bulos, comerciantes que no abren por culpa de los okupas, miedo a que te apuƱalen, MENAs, ā€œhĆ©roes que han muerto a manos de los marxismosā€. Cuando no estĆ” el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, diciendo tonterĆ­as, la plaza de Canal de Isabel II, en el barrio madrileƱo de TetuĆ”n, suele estar llena de niƱos. A veces son demasiados. Juegan a la pelota, montan en bici, celebran sus cumpleaƱos y sus madres cuelgan globos de los Ć”rboles. Por las maƱanas, los ancianos se sientan en bancos municipales y ejercitan sus piernas con bicicletas estĆ”ticas. Por la noche, se juntan los repartidores de Glovo que han terminado su jornada. Es una plaza muy pĆŗblica: se le hace uso de verdad, suele estar repleta y la gente pasa horas en ella.

El discurso de Ortega Smith, acartonado, lleno de odio y de clichĆ©s y abstracciones completamente delirantes, contrasta con la realidad de un barrio donde los verdaderos problemas son otros muy distintos a la delincuencia, los carteristas o los okupas; son la precariedad, el aumento de los precios del alquiler, el cierre de comercios por la pandemia. Es un barrio de clase media o clase media aspiracional, seguro (a pesar del sensacionalismo de la prensa con las bandas latinas) y con muchos servicios. El problema para Vox es que hay mucha inmigraciĆ³n.

El supuesto giro de clase de Vox suele estar atravesado por la inmigraciĆ³n. Su discurso obrerista busca traducir demandas de clase o sociales en otra cosa: el problema no es que no te paguen el ERTE, es que los inmigrantes sĆ­ reciben ayudas; el problema no es que no encuentras trabajo, es que los inmigrantes ilegales te lo quitan. ĀæPor quĆ© cree Vox que esa estrategia funciona? Porque la primera parte del problema es real; y la segunda, que es una falsedad, sirve para crear un resentimiento artificial en un barrio con mucha inmigraciĆ³n.

El discurso social es un sonajero. Ortega Smith dijo ayer en TetuĆ”n que ā€œhay que proteger a los mĆ”s dĆ©bilesā€ y ā€œacercarse a los mĆ”s necesitadosā€. ĀæQuiĆ©nes son esos dĆ©biles? Las personas de mĆ”s de 50 y 60 aƱos que no reciben ayudas ni viviendas sociales porque se las dan todas a los inmigrantes ilegales, o las reciben los chiringuitos feministas. Hace falta un Estado fuerte, otra reivindicaciĆ³n que parece de la izquierda, pero para que le dĆ© al okupa ā€œuna patada en el culoā€. Ortega Smith critica el ā€œescudo socialā€ del gobierno, que en realidad es un escudo para ā€œsus casas y chiringuitosā€. Al final del mitin, los militantes del partido que estaban presentes comenzaron a corear ā€œobrero y espaƱolā€.

Su estrategia es transparente. En un vĆ­deo de campaƱa, la candidata a la Comunidad de Madrid, RocĆ­o Monasterio, habla con un votante socialista. Monasterio le dice que cree en la sanidad y la educaciĆ³n pĆŗblicas, en resolver la emergencia social, y cree que el gasto pĆŗblico no debe ir a 22 ministerios, a 13 consejerĆ­as, a 136 diputados en la Asamblea de Madrid. Como dice el periodista de El Mundo Ɓlvaro Carvajal en un reportaje, Vox va a por el votante socialista y a por los perdedores de la covid:

DespuĆ©s de las generales de noviembre y tras lograr 52 diputados y ser tercera fuerza, la cĆŗpula de Vox llegĆ³ a una conclusiĆ³n: ya no habĆ­a nada mĆ”s que rascar en el electorado del PP. Los votantes que podĆ­an hacer el trĆ”nsito hacia Vox ya lo habĆ­an hecho, y los que no era ya muy difĆ­cil que pudieran cambiar. Si se querĆ­a seguir creciendo, solo habĆ­a un camino que seguir: el voto obrero; el voto tradicional del PSOE que desde la llegada de Podemos se mantiene en disputa y que estĆ” despojado de la fidelidad absoluta del pasado.

Es una estrategia inteligente. La izquierda no da mucha importancia a cuestiones que sĆ­ preocupan a muchos espaƱoles: la familia, la naciĆ³n, la seguridad. Pero a Vox todavĆ­a le falta desprenderse de su aura patricia: basta con ver sus cuadros y militantes para darse cuenta de que, aunque tiene votantes obreros, sus polĆ­ticos encajan mĆ”s en el Club de Campo que en una matanza. Aunque el partido busca abrirse, sigue estando obsesionado con microcausas muy ideolĆ³gicas y conspiranoicas como Soros, el marxismo cultural y el ā€œvirus chinoā€, que resultan ajenas a millones de espaƱoles. Mientras esa brecha entre sus miembros y sus votantes persista, a Vox le costarĆ” convertirse en un partido verdaderamente socialpopulista. 

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacciĆ³n de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemĆ”n' (Libros del Asteroide, 2023).


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