Palestina-Israel, el conflicto que no puede ser olvidado

El ataque de Hamas busca revitalizar los apoyos al pueblo palestino, sobre todo en la esfera árabe y musulmana. Además, pone en un delicado aprieto a los países del entorno, que estaban normalizando relaciones con Israel.
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En la mañana del sábado 7 de octubre el mundo volvió a mirar a Palestina e Israel. Es un conflicto que parecía relegado de la atención mediática y la política internacional. La organización Hamas lanzó un ataque sorpresa contra posiciones israelís. Se trató de una ofensiva nunca antes realizada por la facción islamista, que superó inicialmente a las fuerzas de Israel. El lanzamiento de miles de cohetes estuvo acompañado de incursiones tanto áreas como marítimas y terrestres, y rompió el cerco sobre la franja de Gaza.

Los objetivos tácticos de Hamas parecen claros. Por un lado, generar el desconcierto entre las defensas israelís, que no esperaban un ataque de estas dimensiones. Por otro, trasladarse a territorio israelí, ya que pudieron tomar durante varias horas localidades cercanas a la franja de Gaza y puestos fronterizos. Por último, el secuestro de centenares de militares, policías y civiles, que seguramente serán utilizados como baza negociadora en el futuro.

La respuesta de las autoridades israelís se demoró unas horas, lo que aumentó el desconcierto generalizado en el país. Las fuerzas de Israel han atacado Gaza desde el aire, mientras intentan recuperar las poblaciones en las que los milicianos palestinos habían logrado infiltrarse. El Gobierno de Benjamin Netanyahu prepara una gran contraofensiva, dando prioridad a la evacuación de los asentamientos más cercanos al frente de batalla.

La grave situación plantea varias incógnitas. En primer lugar, los motivos de Hamas para lanzar un ataque de esta envergadura. Las razones podrían ser tres. Desde una perspectiva interna, reforzar su liderazgo entre las dispersas y, no en pocas ocasiones, enfrentadas organizaciones palestinas. Hamas controla desde hace casi veinte años la franja de Gaza, pero permanece en una latente tensión con otras facciones como la OLP en Cisjordania.

Desde una dimensión regional, la operación de Hamas parece contar con el respaldo de otros actores, como las milicias libaneses de Hizbolá y el régimen de Irán. Esta ofensiva intenta torpedear la aproximación de Israel a varios Estados árabes. Un acercamiento auspiciado por la Casa Blanca, que ayuda a consolidar el papel israelí en el entorno, así como relegar a un segundo plano la causa palestina y la situación de sus habitantes.

Desde una dimensión global, el ataque de Hamas busca revitalizar los apoyos al pueblo palestino, sobre todo en la esfera árabe y musulmana. Además, pone en un delicado aprieto a los países del entorno, que estaban normalizando relaciones con Israel. Más aún, demanda la atención de las grandes potencias internacionales, que parecían más preocupadas en los últimos tiempos por otros temas como la guerra de Ucrania.

La segunda incógnita que plantea esta escalada de violencia son los fallos en la seguridad de Israel, a parte de las respuesta que desde el Gobierno de Netanyahu se dará a este ataque. El Estado israelí es una de las grandes potencias militares del mundo, bajo un aura de invulnerabilidad, que basaba su defensa en la disuasión. Sin embargo, su ejército y servicios de inteligencia quedan en entredicho y la imagen gubernamental muy debilitada.

Las autoridades israelís se encuentran ante un serio dilema. Una gran ofensiva terrestre sobre Gaza puede permitirles recobrar su imagen de fortaleza, pero también presenta potenciales inconvenientes. Una incursión en la franja tiene el riesgo de convertirse en una trampa para las tropas israelís y poner en peligro a los rehenes. Una contraofensiva desmedida de Israel puede dañar sus avances diplomáticos con los regímenes árabes.

La tercera incógnita tras el ataque de Hamas es la respuesta de las potencias regionales e internacionales. La mayoría de los países de Oriente Medio tiene que equilibrar sus relaciones con Israel, ya que las poblaciones locales tienen una enorme simpatía por la causa palestina. EEUU y la UE han condenado la agresión, aunque su influencia en el conflicto es cada vez menor. Rusia está centrando sus esfuerzos en Ucrania, mientras que China no parece estar dispuesta a asumir tales responsabilidades políticas.

La escalada de la violencia pone de relieve dos cuestiones centrales del problema. En primer término, no es posible la paz sin tener en cuenta a ambas partes y sin verdaderamente trabajar por la solución de dos Estados. En segundo lugar, más allá de las suposiciones geopolíticas, los mayores afectados por la guerra vuelven a ser los civiles, que seguirán sufriendo los efectos de uno de los conflictos más cruentos del mundo.

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David Hernández Martínez es profesor de relaciones internacionales en la Universidad Complutense de Madrid.


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