-¿Cómo te arruinaste?
-De dos maneras. Primero poco a poco y luego de repente.
Ernest Hemingway, Fiesta.
Con la bancarrota pasa lo mismo que con la derrota. Lo que parece un largo y doloroso camino puede convertirse rápidamente en una derrota. Un ejército supuestamente resistente y bien equipado puede romperse y necesitar vías de escape. No es inusual en la guerra. Vimos cómo ocurrió con el ejército afgano en el verano de 2021.
Durante los últimos días hemos sido testigos de una notable ofensiva ucraniana en Járkov. Tenemos el espectáculo de un ejército destartalado en retirada: restos de un convoy destrozado, vehículos abandonados, posiciones abandonadas a la carrera, con botiquines dispersos y víveres sin comer, prisioneros miserables y lugareños que animan a las fuerzas ucranianas mientras atraviesan sus pueblos. La velocidad de avance ha sido impresionante, ya que decenas de kilómetros cuadrados se convierten en cientos y luego en miles, y de un puñado de pueblos y ciudades liberados se pasa a decenas. En el tiempo que he pasado escribiendo este post los acontecimientos iban superando a los párrafos.
Por supuesto, sería prematuro declarar una victoria ucraniana completa en la guerra debido a un avance exitoso e inesperado. Pero lo que ha ocurrido en los últimos días tiene una importancia histórica. Esta ofensiva ha anulado gran parte de lo que se suponía con seguridad sobre el curso de la guerra. Sirve para recordar que el hecho de que las líneas del frente parezcan estáticas no significa que vayan a permanecer así, y que la moral y la motivación se agotan en los ejércitos que se enfrentan a la derrota, especialmente cuando las tropas no están seguras de la causa por la que luchan y han perdido la confianza en sus oficiales. ¿Quién quiere ser un mártir cuando la guerra ya está perdida?
Objetivos ucranianos
La ofensiva de Járkov ha sido calificada de oportunista. Esto se debe a que el Alto Mando ucraniano parece haber decidido aprovechar que Rusia había desplazado importantes fuerzas hacia Jérson para hacer frente a un ataque muy anunciado allí, y ha abierto una nueva ofensiva contra las zonas donde había defensas más débiles. Según una explicación alternativa, no fue oportunismo sino intencionado. Engañaron a los rusos con frecuentes rumores en Ucrania sobre una próxima ofensiva en Jérson para que desviaran las tropas, aunque Járkov siempre fue el verdadero objetivo. Sin embargo, sería imprudente suponer que la ofensiva de Jérson solo tiene una relevancia secundaria: el sur de Ucrania sigue teniendo una gran importancia estratégica para la economía ucraniana, los enlaces con el Mar Negro y la conexión con Crimea. La ofensiva allí no se ha detenido por el bien de Járkov y también sigue avanzando.
En la práctica, como todos los buenos estrategas, los comandantes ucranianos probablemente se prepararon para una serie de contingencias. Sus opciones dependían de lo que hicieran los rusos. Una vez que vieron el alcance de los movimientos de las tropas rusas y la vulnerabilidad que creaba, el plan para Járkov probablemente se consolidó en su cabeza. También sospecho que querían asegurarse de que la ofensiva de Jérson estaba bien establecida antes de arriesgarse a abrir otro frente y que esto determinó el ímpetu.
De lo que sí podemos estar seguros es de que la ofensiva de Járkov no fue impulsiva. Requirió una cuidadosa preparación, incluyendo la colocación de las tropas y su equipo en sus posiciones sin que sus intenciones fueran demasiado obvias. A lo largo de los últimos días se ha desarrollado una secuencia de movimientos diseñados para conmocionar y desorientar a las fuerzas rusas, rompiendo las delgadas líneas de defensa, evitando distracciones al pasar por encima de posiciones rusas que no estaban en condiciones de interferir con su movimiento, y amenazando a estas, y al resto de las fuerzas rusas en la región, con quedar aisladas de sus fuentes de suministro y refuerzo, y también de los medios de escape. El objetivo no era simplemente apoderarse del territorio e infligir golpes a las fuerzas rusas, aunque se ha hecho. Uno de los objetivos era llegar a Kupyansk, una ciudad de 27.000 habitantes y un importante centro de transporte tanto por carretera como por ferrocarril. El otro era tomar Izyum (45.000 habitantes), con su importante guarnición y centro de mando.
Cuando comenzó la operación, el primer objetivo era la ciudad de Balakliya (más de 25.000 habitantes), rodeada antes de que los defensores rusos fueran expulsados. A partir de ahí, los ucranianos avanzaron y lograron un movimiento de pinza al avanzar también hasta el río Oskil, al sur de Kupyansk. Para impedir la llegada de refuerzos, Ucrania dañó el puente que cruza el río Oskpil hacia Kupyansk. El viernes se abrió otra línea ofensiva con un ataque a las posiciones rusas en Lyman (más de 20.000 habitantes), que había sido tomada por los rusos tras una feroz batalla a finales de mayo. Eso abrió el movimiento contra Izyum. Los informes sugieren que tanto Izyum como Kupyansk han caído o están a punto de caer, con las tropas rusas desorganizadas. Según los ucranianos, ya han muerto cientos de rusos y muchos han sido capturados. Fuentes ucranianas han descrito unidades enteras aniquiladas. No está claro cuántas tropas rusas pueden quedar atrapadas por estas maniobras, quizá unas 10.000.
En las ofensivas hay peligros cuando las líneas de suministro se estiran demasiado y las unidades avanzadas pierden la cobertura de la defensa aérea. Al fin y al cabo, esos son algunos de los problemas que frustraron la ofensiva rusa inicial el pasado mes de febrero. Como es lógico, el Ministerio de Defensa ruso ha insistido en que todo irá bien y que los refuerzos están en camino. Se proporcionaron algunas imágenes que mostraban vehículos en movimiento, aunque pronto se expresaron dudas sobre la realidad de estos refuerzos, lo que podrían hacer cuando llegaran y si podrían llegar. La principal respuesta rusa, como es habitual, ha sido mandar cohetes aleatorios a la ciudad de Járkov, matando a civiles.
La angustia rusa
Hay un grupo de rusos que está lejos de ser complaciente. Los blogueros militares rusos son un grupo patriótico que ansía desesperadamente una victoria rusa. A diferencia de los burdos y cada vez más risibles propagandistas cuyas instrucciones son mostrar que todo va bien y que cualquier avance aparente de Ucrania se ha convertido ya en un desastroso fracaso, los blogueros evalúan el conflicto con cierta objetividad. No tienen ningún deseo de alabar al régimen porque se sienten muy defraudados por su ineptitud, por su incapacidad de prepararse adecuadamente para una guerra de gran envergadura y también por su negativa a poner al país en situación de guerra. Por ello, estos nacionalistas están furiosos porque se ha perdido la mejor oportunidad de reconectar a una Ucrania descarriada con la Madre Rusia, y las fuerzas armadas sufren pérdidas de personal y material, además de una profunda humillación, de la que tardarán años en recuperarse.
A la hora de explicar lo que salió mal los blogueros consideran tanto la posible subestimación del enemigo como la sobreestimación de las capacidades rusas. A veces puede parecer que los blogueros (en claro contraste con los propagandistas) hablan bien de los ucranianos para que sus propias tropas parezcan menos malas. Señalan que las fuerzas ucranianas se están beneficiando de la entrada de armamento avanzado y han recibido la influencia de los conceptos tácticos y operativos occidentales, que han aplicado con eficacia. En ese sentido, los blogueros han informado de la competencia de los ucranianos en materia de armas combinadas, sincronizando los efectos del blindaje, la infantería y la artillería, al tiempo que evitan batallas urbanas innecesarias y se mueven con suficientes defensas aéreas como para hacer que las condiciones resulten peligrosas para el poder aéreo ruso.
Los blogueros no culpan a sus propias tropas del actual descalabro. Según ellos, luchan valientemente. En cambio, señalan debilidades como la falta de coordinación entre las unidades, agravada en el caso de Balakliya por el hecho de que parte de la fuerza defensora estaba compuesta por unidades de la guardia nacional rusa (Rosgvardia), así como por unidades miserables del Donbás ocupado, a las que no se les dio otra opción que unirse al ejército. Señalan que ni unos ni otros estaban preparados para este tipo de guerra, y mal entrenados en el uso adecuado de sus armas. Otro punto débil ha sido la falta de suficiente apoyo artillero y aéreo, con una inteligencia inadecuada, de modo que, a diferencia de los ucranianos, los rusos no han podido solicitar un fuego de artillería preciso.
Los límites de la inteligencia también han sido evidentes en otros aspectos. El mando local ruso no detectó ninguna señal del asalto inminente. El escaso rendimiento de la aviación, uno de los pocos medios de que disponían los rusos para interrumpir el avance ucraniano, sugiere que ha sido efectivamente neutralizado. “En general, las cosas están muy mal”, escribe un bloguero, “desde hace tres días no hay mucha resistencia por nuestra parte. Nuestras tropas abandonan posiciones no especialmente fortificadas y se retiran”.
Lo más importante es que algunos consideran ahora posible la derrota. Pocos creen que se pueda recuperar la posición en Járkov. Uno contempla la catástrofe:
“Sergei Shoigu [Ministro de Defensa] y Valery Gerasimov [Jefe del Estado Mayor] están a un paso de un logro impensable: la derrota estratégica de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa ante un enemigo más débil y casi sin aviación, y con su propia aviación”.
El tristemente célebre Igor Girkin ha observado que “la guerra en Ucrania continuará hasta la completa derrota de Rusia. Ya hemos perdido, el resto es solo cuestión de tiempo”.
¿Y ahora qué?
Rusia va perdiendo, pero aún no ha perdido. Sigue ocupando una gran parte del territorio ucraniano y todavía tiene importantes activos militares en el país. Como he argumentado regularmente en estos posts, las guerras pueden dar giros inesperados: acabamos de verlo. Tanto los errores de cálculo calamitosos como las maniobras audaces pueden transformar el carácter de un conflicto. Siempre existe el riesgo de que los análisis se adelanten demasiado, saltando de la situación actual a la siguiente y más allá, y preguntándose luego qué ocurre en situaciones puramente hipotéticas. A principios del verano se tendía a suponer que los próximos meses estarían dominados por ofensivas rusas más duras, como en el Donbás, o quizás por un estancamiento, de modo que la guerra podría durar meses o incluso años. Esta aún persiste, entre otras cosas porque es difícil siquiera contemplar que una potencia militar tan grande sea humillada.
Así que, aunque la situación es mucho más positiva para Ucrania, deben aplicarse las mismas advertencias sobre la extrapolación de un futuro demasiado lejano. Aunque Járkov se libere por completo, todavía habrá mucho que hacer. En el óblast de Jerson también se está desarrollando y tomando forma la otra ofensiva. Hasta ahora ha estado en la categoría de “avance lento”, aunque está cogiendo ritmo y es posible que haya más operaciones de cerco allí. Los rusos deben estar ahora preocupados por su posición en Donetsk. Queda por resolver la situación extraordinariamente peligrosa de la central nuclear de Zaporizhzhya. Se trata de una situación insostenible, que el Director General del OIEA ha calificado de “precaria”, ya que se ha desconectado la energía de la central y sigue siendo bombardeada.
La iniciativa está ahora en manos de Ucrania. La experiencia de los últimos días creará dudas en las mentes de los comandantes rusos sobre la fiabilidad y resistencia de sus tropas, y se sumará a los predicamentos a los que ya se enfrentan a la hora de decidir cómo asignar sus recursos de mano de obra, cada vez más escasos, activos de inteligencia y potencia aérea. ¿Se arriesgan a que se repita este desastre operativo si mueven las fuerzas para tapar una brecha y luego se abre otra? ¿Cuánto más pueden esperar de sus fuerzas, muchas de las cuales habrán estado luchando durante largas semanas sin descanso y sin mucho que mostrar por sus esfuerzos? Por el contrario, se habrá producido un aumento de la moral incluso de las fuerzas ucranianas más asediadas (y como informa el Washington Post, algunas de sus unidades también lo han pasado mal). También puede haber sido un impulso para sus capacidades gracias a los suministros de equipos y municiones capturados en Járkov.
Ahora se habla de derrota en el lado ruso. El presidente Putin no se dio cuenta de ello en sus insulsas declaraciones en el foro económico de Vladivostok, en las que mostró simbólicamente el aislamiento de Rusia por la falta de presencia internacional (acudieron representantes de Myanmar, China y Armenia). Afirmó que no se había perdido nada con la guerra y que se había ganado soberanía, como si su deseo de intensificar la autocracia y lograr la autarquía en nombre de la autosuficiencia hubiera valido las decenas de miles de rusos muertos, heridos y prisioneros, y los años de producción de defensa y modernización económica que se han esfumado. Sus fuerzas podrían estabilizar la situación, al menos lejos de Járkov, y proporcionar más espacio para respirar mientras espera que el dolor económico de Europa le lleve a abandonar Ucrania. Pero, como argumenté en mi último post, es poco probable que eso ocurra, y puede que ahora tenga menos tiempo del que pensaba para averiguarlo.
Debido a la opacidad de la toma de decisiones de Putin y a sus delirantes declaraciones recientes, en las que presenta a Rusia como el guardián de algunos valores fundamentales de la civilización, no hay indicios de que haya alcanzado el punto en el que pueda reconocer la posición a la que ha llevado a su país. Por tanto, la prudencia nos obliga a asumir que esta guerra no terminará pronto. Pero tampoco debe cegarnos la posibilidad de que los acontecimientos se muevan mucho más rápido de lo que suponíamos, primero gradualmente y luego de forma repentina.
Traducción del inglés de Daniel Gascón.
Publicado originalmente en el blog del autor.
Lawrence Freedman es profesor emérito de War Studies en el Kings College de Londres.