Por un Estado eficaz

Las modernizaciones del orden polรญtico nunca estรกn exentas de conflicto.ย 
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En cualquier proceso de reformas polรญticas y econรณmicas que amenacen los intereses del orden establecido, el conflicto es inevitable. Hace unos dรญas, el Financial Times entrevistรณ al escritor turco Orhan Pamuk. El diario querรญa conocer su opiniรณn sobre el enfrentamiento reciente en Turquรญa entre grupos liberales seculares y el gobierno y los grupos islamistas que lo apoyan. En tiempos de cambio, respondiรณ,  hay siempre un choque. Lo moderno traiciona a la historia y a la cultura ancestral y la tradiciรณn traiciona siempre a la modernidad.

Lo sabe de primera mano porque la historia moderna de Turquรญa tiene tres ejemplos inmejorables: las fallidas reformas de los llamados Jรณvenes Turcos en el siglo XIX, que enajenaron a todos los grupos tradicionales de lo que era el Imperio Otomano, y fracasaron; la secularizaciรณn que emprendiรณ en los aรฑos veinte Mustafรก Kemal Ataturk, el padre de la Turquรญa moderna, que barriรณ sin miramientos y con รฉxito al orden tradicional para imponer modos de vida copiados de Occidente, y el trรกnsito del gobierno actual, que se presentaba como el botรณn de muestra del Islam modernizador, a una especie de autocracia bipolar que pretende impulsar una economรญa moderna y mantener, a la vez, un orden social anclado en el pasado. Pamuk sabe de lo que habla porque en el camino, fue sometido a juicio por mencionar el genocidio de cientos de miles de armenios a manos de los turcos a principios del siglo XX. De esos dogmas polรญticos intocables y alรฉrgicos a la verdad a los que los mexicanos conservadores –guardianes de “nuestro” petrรณleo y la pureza inmaculada de prรณceres infalibles– son tambiรฉn tan afectos.

Pamuk tiene una visiรณn pesimista: para รฉl, ese choque entre tradiciรณn y modernidad no tiene soluciรณn. En parte, tiene razรณn. A lo largo de la historia, sรณlo un puรฑado de paรญses ha transitado en relativa paz entre la tradiciรณn y la modernidad. Naciones que, como Inglaterra, tuvieron siglos o dรฉcadas para apuntalar un Estado de derecho, instituciones democrรกticas, aplicar reformas graduales para extender la participaciรณn polรญtica dentro de los cauces institucionales a sectores cada vez mรกs amplios, y mandar a retiro sin violencia a aquellos grupos de interรฉs empeรฑados en mantener el orden tradicional.

La oportunidad de adoptar lentamente valores e instituciones modernas ha sido un privilegio escaso. Por ello, los programas de reformas exitosas se han dado a lo largo de la historia en distintas presentaciones. En unas naciones, la violencia fue la partera de la modernidad (Francia viviรณ una cรฉlebre revoluciรณn para acabar con la monarquรญa y Estados Unidos atravesรณ por una cruenta guerra civil para poder mandar al basurero de la historia al orden tradicional montado en la esclavitud). En otras, reyes absolutos o dictadores impusieron la modernidad por decreto. Pedro el Grande transformรณ de un plumazo la vida de Rusia. Destruyรณ a los viejos grupos de poder y cambiรณ para siempre los hรกbitos y modos de vida de sus gobernados. Mรกs cerca de nosotros en el tiempo, el lรญder chino Deng Xiaoping, debilitรณ a algunos de los ideรณlogos maoรญstas que se oponรญan a la modernizaciรณn, convenciรณ a muchos otros, reprimiรณ a los que demandaban una reforma polรญtica paralela a la liberalizaciรณn econรณmica, y desde la cรบspide del partido que conserva aรบn el monopolio del poder, modernizรณ aceleradamente a China. La modernizaciรณn en los paรญses democrรกticos ha tenido la inmensa ventaja de contar con instituciones representativas que discuten y aprueban por mayorรญa las reformas que el paรญs necesita para emprender un desarrollo modernizador. Eso fue lo que sucediรณ en Chile despuรฉs de la vuelta a la democracia en 1990.

En sus distintas presentaciones, las modernizaciones exitosas comparten un denominador comรบn inescapable. Como el consenso es imposible, no hay programa de reformas que pueda prosperar sin un Estado centralizado y fuerte, encabezado por estadistas dispuestos a ejercer el poder y el monopolio de la violencia legรญtima para mantener el orden, garantizar la estabilidad y la aplicaciรณn de la ley.

Lecciรณn de la que depende el avance del programa de reformas y el capital polรญtico del presidente Peรฑa Nieto, y que deberรญa recordar a diario Miguel Mancera, el gobernador de la sufrida ciudad de Mรฉxico. El DF estรก ya inmerso en la violencia que Mancera pretendรญa evitar al permitir que la CNTE ocupara el Zรณcalo, tomara a su antojo las avenidas principales de la ciudad y bloqueara la sede del poder Legislativo. No hay “mesa de diรกlogo” posible con la CNTE que no conoce otro “diรกlogo” que la imposiciรณn de sus condiciones a travรฉs de la violencia. Lo รบnico que han logrado quienes han cedido a los bloqueos y agresiones de la CNTE es debilitar al Estado y a  las instituciones que son el eje de nuestro sistema democrรกtico.

 

(Publicado previamente en el periรณdico Reforma)

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Estudiรณ Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Polรญtica en El Colegio de Mรฉxico y la Universidad de Oxford, Inglaterra.


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