A unas semanas del arranque de la campaña presidencial las propuestas de los tres candidatos comparten un denominador común: están muy por debajo de los problemas que enfrenta México y de las demandas de amplios sectores de la sociedad. Son insuficientes por partida doble: por lo que plantean y por lo que callan. En los proyectos que publicaron en Reforma (30 de marzo del 2012) al empezar sus campañas, los candidatos diagnosticaron con puntualidad los males que nos aquejan (inseguridad, desempleo, corrupción, pobreza) pero expusieron muy pocas propuestas concretas para resolverlos.
Josefina Vázquez Mota garantiza –y no es poca cosa– mantener la misma política económica responsable que permitió a México navegar por la crisis financiera del 2008 (que provocó el desplome del PNB en otros países como Rusia), y mantener una tasa de crecimiento baja, pero positiva. Pero nada dice de cómo “quitará los frenos a la inversión” y renovará “el mercado interno”. Mucho menos, cómo liberará “la agenda educativa de los intereses que la asfixian”. Qué piensa hacer con la maestra y sus huestes es hasta ahora un enigma.
JVM promete asimismo un gobierno de coalición. Enfrentará dos obstáculos: encontrar aliados que compartan y apoyen su programa y extender ese proyecto para abrir el sistema a todos los grupos que han quedado fuera de la partidocracia que el PAN ayudó a consolidar. Sin un sistema político inclusivo, sus promesas de campaña no se concretarán jamás.
Para López Obrador las mujeres no existen –ni siquiera las menciona en su proyecto. Para Peña Nieto, apenas existen: les “otorgará un seguro de vida a las madres solteras y viudas”. Ningún programa de gobierno en el mundo moderno puede hacer a un lado los derechos de la mitad de la población y menos en México, donde las mujeres son víctimas de la discriminación y la violencia desde sus hogares, hasta sus lugares de trabajo y la esfera pública.
Vázquez Mota subraya que “como mujer” tiene “una sensibilidad distinta”. Su problema es que es la abanderada de un partido que decide lo que hoy se llaman “guerras culturales”en contra de las mujeres. Un partido que promueve la penalización del aborto, tiene visiones encontradas sobre los métodos anticonceptivos y rechaza la “píldora del día siguiente”. Josefina le ha dado la vuelta al asunto en las entrevistas que ha concedido. Tiene que asumirlo porque ganar el voto de buena parte del electorado femenino dependerá de su posición frente al inalienable derecho de las mujeres a decidir cuántos hijos quieren, de quién y cuándo.
Peña Nieto ha jerarquizado bien su agenda: empieza por la seguridad y la pobreza y termina con un tema que AMLO y JVM ignoran, como si México fuera una isla: la política exterior. Pero hay que desmenuzar su proyecto y sus discursos de campaña para encontrar un atisbo de los mecanismos concretos que aplicará para resolver los problemas de México. Sin embargo, es el único que se ha atrevido a proponer lo indispensable: “ampliar la participación del sector privado en PEMEX”.
Le queda mucho camino por recorrer. El país necesita también, entre otras, una reforma fiscal, una nueva legislación laboral y una revolución educativa –“educación de calidad para todos”,le llama Peña. EPN no ha dicho una palabra sobre esto. Si las encuestas siguen favoreciéndolo obtendrá más votos que sus contendientes sólo como resultado del cansancio del electorado después de doce años de panismo y de una izquierda que no ha logrado encontrar el candidato que le garantice una mayoría de votos. El PRI carga una historia autoritaria que no ha enfrentado. SI Peña Nieto no encuentra la estrategia para deslindarse de ella y exponer al electorado las (posibles y deseables) lecciones que el PRI aprendió de su largo y ambiguo desempeño en el poder, ganará pero no convencerá.
En medio de la calma chicha de semana santa que nos regala a los habitantes del DF una maravillosa ciudad provinciana por unos días, el reporte de López Obrador es sin novedad en el frente. El 20% de votantes que le regalan las encuestas puede vacacionar tranquilo. AMLO es el mismo de siempre. Ha llevado a cabo mítines de campaña de la mano del SME; asegura que “el tiempo y la realidad” le han dado la razón y promete lo mismo de siempre: invertir a lo largo y ancho del país sin elevar impuestos y estructurar una economía sustentada en subsidios, controles de precios y donaciones (a sectores sociales vulnerables como los ciudadanos mayores).
Es imposible no compartir las metas de AMLO –desde la eliminación de la corrupción hasta la lucha contra la pobreza–, pero es igualmente difícil apoyar las medidas que propone para conseguir esos objetivos. Propuestas populistas como los subsidios, los controles de precios y la ordeña del sector energético no promueven el crecimiento económico. Si López Obrador quiere ampliar su base de apoyo e incorporar a las clases medias necesita proponer, no “una revolución de las conciencias”, sino una revolución política y económica moderna a la altura de los problemas del país y del lugar que México debe ocupar en el mundo.
(Publicado previamente en Reforma)
Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra.