La irrupciรณn de grupos de jรณvenes en la vida polรญtica no es ninguna novedad. Ni aquรญ, ni en China. Movimientos juveniles han recorrido la polรญtica democrรกtica desde que el quehacer polรญtico pasรณ de ser un asunto de รฉlites hasta el siglo XVIII, a uno de masas en el XX, cuando el voto se extendiรณ a todos los sectores de la poblaciรณn.
Los movimientos juveniles han tenido todo tipo de consecuencias. Algunos, como los estudiantes que se sumaron a Solidaridad en Polonia o los que encabezaron la revoluciรณn de terciopelo checoeslovaca, tuvieron un รฉxito rotundo. Lograron, como parte de amplios movimientos sociales, destruir al bloque socialista y apuntalar la modernizaciรณn econรณmica y polรญtica de sus paรญses. Otros, como la tan llevada y traรญda Primavera รกrabe, han tenido resultados bastante mรกs ambiguos. Derrocaron a tiranos incrustados en el poder por dรฉcadas, pero abrieron la puerta a gobiernos islรกmicos, fundamentalistas o moderados, que insisten en aplicar la ley islรกmica o shari’a que inevitablemente devastarรก los derechos de las mujeres –la mitad de la poblaciรณn– incluyendo los de las jรณvenes que llenaron la plaza Tahrir en Egipto. Otros movimientos estudiantiles tuvieron consecuencias trรกgicas. En China, los millones y millones de estudiantes que respondieron al llamado de Mao en los aรฑos sesenta y fueron los protagonistas de la llamada revoluciรณn cultural, humillaron a sus padres y maestros empujรกndolos al suicidio y destruyeron la quinta parte del patrimonio cultural de China antes de disolverse como espuma, sin rendir cuentas o asumir el costo del movimiento.
Esa es una caracterรญstica que casi todos los movimientos estudiantiles tienen en comรบn. Nacen y crecen como la cresta de una ola, y luego se desvanecen, dejando a su paso si bien les va un legado de nuevas instituciones y modos de pensar o, en el peor de los casos, de inmensa destrucciรณn.
Esa es la alternativa que enfrentan los 132, el movimiento que empezรณ a organizarse hace unas semanas en Mรฉxico. Quienes los han tomado como bandera para sus filias partidistas, los han llenado de elogios. Pero eso no es democracia. La democracia implica el intercambio de opiniones, crรญtica (y tolerancia a la crรญtica) y una conducta que se ajuste a la civilidad y, por supuesto, al estado de derecho. Los insultos, el acoso, los odios viscerales, la negativa al diรกlogo y las amenazas, no son democracia. Esa es mi primera reserva frente a los 132.
La segunda tiene que ver con su agenda. Los 132 no encabezan ninguna Primavera subtropical. En un paรญs que arrastra gravรญsimos problemas (pobreza, inseguridad, violencia, una democracia incompleta, deterioro ambiental, bajo crecimiento, etc.) las prioridades de los estudiantes son la democratizaciรณn de los medios y hacer campaรฑa contra Peรฑa Nieto. Una agenda coyuntural y de miras tan limitadas que augura que el grupo de presiรณn que conforman estos estudiantes se desvanecerรก despuรฉs de la elecciรณn.
Como movimiento electoral, los 132 padecen una contradicciรณn irremediable. No pueden ser “apartidistas” y “antipeรฑistas” a la vez. Muchos se han declarado seguidores de Lรณpez Obrador; el resto de los que comparten esa estrategia dual son lopezobradoristas involuntarios: si golpean al puntero favorecen a quiรฉn estรก en el segundo puesto –AMLO.
Tampoco podrรกn construir un grupo de presiรณn –o un futuro partido– polรญticamente eficaz si siguen alimentando mitos, medias verdades y mentiras completas. El Che no fue ningรบn ejemplo de “libertad y congruencia” (como opinaron en una reuniรณn en Reforma a fines de mayo); el presidente Calderรณn no es “espurio” (ese es nada mรกs un slogan de campaรฑa de AMLO: nadie pudo comprobar ningรบn fraude en el 2006); las teorรญas conspiratorias –mafias, complots y demรกs–, nunca son ciertas y es falso que Peรฑa “no tenga propuestas”.Todos los candidatos tienen propuestas: Reforma las publicรณ detalladamente hace dรญas. Sรณlo la informaciรณn puede sustentar el voto “razonado” que piden los 132.
Ningรบn medio puede “imponer” a un candidato como aseguran los 132 y compaรฑรญa. Puede apoyarlo –como La Jornada apuntala a AMLO desde tiempos inmemoriales– pero no inventarle una trayectoria de principio a fin y llevarlo a los Pinos. Si a los 132 no les gusta el poder que ha acumulado el duopolio Televisa/TV Azteca –a mรญ tampoco me gusta– deben demandar a los candidatos leyes que garanticen la libre competencia en el terreno de las telecomunicaciones: es el รบnico camino para diluir el poder de las cadenas televisivas en Mรฉxico. Pero no pueden comprar propaganda: insistir en que Peรฑa es tan sรณlo una “imposiciรณn” de Televisa abona el terreno para desencadenar protestas violentas si Peรฑa Nieto gana la elecciรณn.
Serรญa bueno para la vida polรญtica del paรญs, y para su movimiento, que en alguno de sus muchos comunicados, los 132 se comprometieran a respetar los resultados de la elecciรณn, gane quien gane. Eso es lo que harรก el resto de los mexicanos el 1 de julio porque eso es vivir en democracia.
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(Publicado previamente en el periรณdico Reforma)
Estudiรณ Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Polรญtica en El Colegio de Mรฉxico y la Universidad de Oxford, Inglaterra.