“Hemos perdido a una figura imponente,” dijo la senadora Susan Collins al enterarse de la muerte de John McCain, “Se mueren los leones del senado y eso es algo muy triste”.
Para retratar con justicia la vida y obra del recién fallecido senador estadounidense John McCain habría que empezar por resaltar sus atributos personales. Fue un hombre decente, integro, honorable, respetable y honrado. Casi al final de su vida tuvo el valor de enfrentar repetidamente al actual ocupante de la Casa Blanca, un advenedizo al partido Republicano pero Republicano al fin, demostrando siempre su espíritu independiente y su indómita valentía.
También habría que ampliar su retrato reseñando algunos de sus más visibles defectos. Tenía un carácter irascible, era explosivo e impaciente. Su ánimo belicoso, que regularmente privilegiaba la intervención militar sobre la negociación tampoco le añadía virtudes. Peor aún, tuvo errores de juicio tan lamentables como haberle ofrecido una plataforma nacional a una incompetente y vulgar política de Alaska llamada Sarah Palin, al incluirla en su campaña presidencial de 2008 como candidata a la vicepresidencia.
La revisión de su polifacética carrera en el Senado y de la huella que deja en el escenario político nacional es también mixta.
En cuestiones de seguridad nacional fue un conservador tan radical que calificarlo de halcón irredimible no sería exagerado. De Corea del Norte a Bosnia a Afganistán a Irak a Irán, a Siria su postura belicista y provocadora fue una constante.
Aunque creo que habría que enmarcar su nacionalismo radical en el contexto de su largo y sufrido historial militar. Largo porque la tradición castrense de su familia se remonta a Inglaterra en el siglo XVII, y por haber crecido con un abuelo y un padre que fueron destacados Almirantes en la Armada estadounidense. Sufrido por haber sido salvajemente torturado durante los cinco años de cautiverio en Vietnam al ser derribado su avión de combate sobre Hanoi.
Solo un cínico como Trump, quién evadió la conscripción para pelear en Vietnam cinco veces, la última alegando que un espolón en el talón le impedía pelear pero no jugar tenis, squash, futbol americano y golf, se atrevió a poner en duda su heroísmo alegando que a los héroes no se les captura.
La experiencia de McCain en Vietnam tuvo además una consecuencia positiva al convertirlo en líder en la lucha contra la tortura en todo el mundo, incluyendo serias críticas a las prácticas de la CIA en países cómplices.
En el tema del combate a la corrupción política McCain mostró su capacidad de arrepentimiento y su constante disposición a rectificar el rumbo. En 1989, él y otros cuatro insignes senadores fueron señalados por interceder a favor de un financiero involucrado en una estafa masiva y que era un donante de consideración a políticos prominentes. McCain no solo reconoció su error sino que unos años después, él y el senador demócrata Russ Feingold, formularon una ley que reguló y transparentó la financiación de las campañas políticas .
La reforma migratoria fue quizá la labor a la que más tiempo le dedicó McCain llegando a elaborar varios proyectos de ley, dos de ellos con el senador Ted Kennedy, que estuvieron a unos cuantos votos de solucionar el embrollo actual. Su constante disposición a negociar soluciones bipartidistas para resolver grandes problemas nacionales siempre será recordada como su manera ideal de hacer política. Una rareza en las épocas que vivimos.
Durante sus más de tres décadas en el Senado, yo tuve muchos desencuentros con él por su posiciones conservadoras aunque siempre entendí que en tanto que representante de un estado conservador como Arizona mantuviera posturas que para mi eran indefendibles pero para él eran imprescindibles para ser electo y reelecto. Admiré sin embargo el valor que tuvo para arrepentirse y repudiar muchas de ellas.
Cuando lo conocí hacia 1983 durante una fiesta en la residencia del embajador estadounidense John Negroponte, me sorprendió gratamente su entusiasta defensa del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica que por entonces estaba en pleno debate en Washington, Ottawa y ciudad de México.
Sé muy bien que Trump será tan solo un asterisco en la larga y digna carrera de McCain marcada por la civilidad y la decencia, pero celebro su valor para enfrentarlo y lamento que en el senado actual no queden muchas figuras como él.
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.