Ilustración: Letras Libres

Cuidado con la cola del dinosaurio

López Obrador define su gobierno como una transformación duradera y de gran alcance. Sin embargo, soslaya el carácter esencialmente autoritario de su propuesta.
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Lord Roxton prohibió a sus compañeros disparar contra la “bestia enorme con una gran cola” que amenazaba con comerse a todo el grupo. Tomó un tronco con fuego y lo arrojó a la boca del monstruo, un gran terópodo, “una de las especies de vida animal más peligrosas, las que reciben las maldiciones de los hombres”.
Arthur Conan Doyle, El mundo perdido.

El ogro filantrópico es como un gigante cuya cabeza era el gobierno y la oligarquía, y que mantenía capturado y explotado al pueblo en sus fauces.
Octavio Paz, El ogro filantrópico.

Andrés Manuel López Obrador ha definido el objetivo central de su presidencia como la construcción de un nuevo poder en México, tan peligroso como el dinosaurio de Conan Doyle, más voraz y despiadado que el ogro de Paz, y con bríos renovados, superando al “dinosaurio que siempre estuvo allí” de Monterroso.

Define su gobierno como una transformación que durará una eternidad, soslayando el carácter esencialmente autoritario de su propuesta. Sin embargo, el único modelo político que conoce y reconoce es el dinosaurio del sistema priista, pues abrevó de él durante sus años formativos.

Su fascinación con el modelo cubano es congruente por los paralelismos entre ese régimen de pactos secretos, militarismo y de control absoluto sobre la ciudadanía, y lo que admiraba del PRI. Ambas imágenes proyectan cómo será México bajo el reinado de la Cuarta transformación.

Ha dedicado gran parte de su gestión a destruir todas las instituciones que considera acotan el poder que, según su lógica, debería tener una presidencia dedicada a la plena transformación. El proceso destructor que emprendió culminará cuando desaparezcan todas las limitaciones impuestas al poder presidencial. Justifica sus acciones alegando la demolición del “sistema neoliberal”, aunque eso sea simplemente el pretexto para ejercer una presidencia sin límites.

Mientras destruye, también construye. Está formando una nueva estructura de poder centralizado, vertical y de ideas autoritarias, indispensable para el gobernante resuelto a no ceder el poder. Está empeñado en crear una alianza gobernante estratégica nueva, con actores singulares que no habían sido piezas claves en el armado de los ejes de gobernabilidad en México. Un nuevo eje de poder, distinto al ogro filantrópico de Paz que tuvo su base en acuerdos entre políticos y empresarios. Los tiempos cambian, y los actores también.

Venezuela y Nicaragua son ejemplos a seguir. Han tenido éxito en crear sólidas estructuras internas de poder que le aseguran estabilidad y fuerza al núcleo gobernante. Tan es así que ni todo el esfuerzo del “Imperio” por derrocarlos ha surtido efecto. ¿Cuál es ese núcleo duro que no se rompe, aun con toda la presión internacional encima? La estrecha alianza de intereses entre el partido dominante, las fuerzas armadas comprometidas con negocios turbios y rentables, y las organizaciones criminales internacionales ligadas mayormente al narcotráfico. Esta suma de intereses es la clave de su éxito a la hora de sostenerse en el poder. Cuba, Nicaragua y Venezuela son tres regímenes con diferencias entre ellos, pero con coincidencias profundas en su durabilidad y capacidad de resistir. Y los tres aguardan la hora en que México se sume al bloque.  

López Obrador está configurando un nuevo pacto triangular entre el poder de la presidencia de México, el alto mando de las fuerzas armadas, en tanto empresarios con grandes fortunas, y facciones importantes del crimen organizado. Los tres agentes de este pacto tienen un interés estratégico en común: la continuidad de Morena para asegurar que el poder político y los negocios fluyan con relativo orden. Esa es la base constituyente del nuevo dinosaurio.  

Esa nueva base de poder político en el país no depende de elecciones ni de apoyo popular, aunque ese apoyo resulta útil como argumento justificatorio de ciertas acciones ante la comunidad internacional. Lo que está en juego, tanto para AMLO como para el estamento superior de las fuerzas armadas y el narcotráfico, es el hecho de ser parte integral del nuevo triunvirato gobernante en México. Son la cabeza, estructura y cuerpo del dinosaurio, y comparten una necesidad común: la reproducción de su control sobre el Estado, sin transparencia, sin rendición de cuentas y definitivamente sin contrapesos institucionales. Asistimos en México a los prolegómenos de la “ocupación” del Estado, forjado sobre la ruinas semidestruidas de la frágil institucionalidad democrática que obviamente no ha logrado enraizarse en la cultura, sociedad y mente del país.

El narcotráfico, aprovechando el momento de libertad que le ha ofrecido el gobierno de López Obrador a cambio de su apoyo en tareas electorales y de contención de la oposición, se ha volcado a la tarea de consolidar su fuerza social y control territorial. Se ha instalado como un “Estado alterno”, gobernando franjas enteras del país. Utiliza su fuerza militar para imponer su ley, ya sea mediante tácticas terroristas o por la resignación y el miedo de los habitantes de las zonas ocupadas. En este sexenio el narcotráfico se ha transformado. De ser una fuerza bruta contenida se convirtió en una fuerza político-militar y económica en plena expansión.

La activa e intencional intervención del narcotráfico en las elecciones del 2024 es un hecho que jugará a favor de quien le ha permitido convertirse en ese “Estado alterno”.

Históricamente en América Latina los militares controlan y administran la violencia legal del Estado y han jugado el papel de garante de la continuidad del establishment en el poder. En nuestro caso, ¿cuál es el establishment que protegerá?

AMLO ha hecho una labor de convencimiento entre los altos mandos militares. Les ha facilitado convertirse en grandes empresarios con propiedades personales de enorme valor económico, permitiéndoles el manejo de las aduanas, aeropuertos, vías férreas y una línea aérea. No solo los ha corrompido, sino que los ha comprometido con el presidente respecto a la secrecía sobre el origen de sus nuevas riquezas. Todo ello en consonancia con lo aprendido en Cuba, sobre la funcionalidad y durabilidad del sistema de gobierno de la isla basado en compartir la propiedad de los bienes del Estado, colocados en manos privadas estratégicas para asegurar el control político autoritario.

Ha trabajado también ideológicamente a los mandos. Primero, ha enfrentado al Ejército con la Marina por una rencilla histórica. El Ejército, más “nacionalista”, cree, al igual que el presidente, que la economía generada por el narcotráfico no debe entenderse como enemiga de México, sino como una respetable industria nacional, mientras que la Marina comparte la opinión internacional de que debe ser combatida. El presidente ha viajado con sus secretarios de la Defensa y la Marina a Cuba para que se convenzan de la viabilidad de crear y consolidar un triunvirato histórico nuevo, parecido al cubano.

Consideran que este triunvirato será la base del nuevo pacto gobernante que le dé larga vida a la transformación que pregona AMLO. Al parecer los altos mandos militares están más o menos convencidos de que deben defender la ruta que ofrece AMLO. Incluso con el riesgo de que implique una ruptura constitucional.

¿Cómo podría darse esa ruptura constitucional? AMLO está seduciendo a las fuerzas armadas para garantizar su apoyo en las elecciones de 2024, sea que Morena gane o pierda la contienda. De ganar, habrá una severa inconformidad nacional e internacional por considerarla una victoria ilegal e ilegítima. De perder, habrá que declarar nulo el proceso y establecer un Estado de excepción para gobernar por decreto presidencial por tiempo indeterminado.

Es lo que quiso hacer Pedro Castillo en Perú. El fallido ensayo peruano le enseñó a AMLO lo que puede hacer, y lo que no debe hacer, si lo que se pretende es desaparecer por completo las instituciones del Estado y gobernar autocráticamente. En todo caso, es necesario un triunvirato sólido: militares y narcotráfico como aliados preferentes, sin partidos políticos, sin elecciones, sin INE, sin IFAI, sin Suprema Corte de Justicia de la Nación. Todo por decreto. Ese era el sueño guajiro de Pedro Castillo, también encantado con los ejemplos de Venezuela y Nicaragua.  

Para que un triunvirato así pueda gobernar a México exitosamente, la Cuarta transformación de López Obrador tendrá que acelerar la demolición de las instituciones estatales creadas durante los últimos 120 años en México, desde la promulgación de la Constitución de 1917. Avanza el presidente en la liquidación de la República de tres poderes independientes entre sí. Pretende que los poderes legislativo y judicial sean apéndices subordinados al poder ejecutivo. Igualmente estima que una prensa independiente es un animal pernicioso y faccioso que solo existe para subvertir el orden y la información existente. Las disidencias en la sociedad deben ser apenas soportadas y, donde sea posible, aniquiladas. Estos no serán tiempos de disidencias, sino de uniformidad y aceptación de los dictats del Poder Supremo, encarnado en el triunvirato gobernante.

El esfuerzo por aplastar al pensamiento independiente, la libertad de cátedra y de investigación reciben el aplauso y apoyo del presidente. La ciencia y la investigación, siendo actividades que exigen mentes libres de prejuicios y ataduras para poder avanzar, son contrarias a la uniformidad de pensamiento y acción a que aspira el nuevo modelo. La educación preprimaria, primaria, secundaria y preparatoria es vista como una posible fuente de disrupción de la “paz social”, por lo cual los recortes presupuestales son prioritarios para reducir el nivel intelectual del país al denominador común más bajo posible. Esa uniformidad en la ignorancia será muestra de un nuevo tipo de equidad social, según las teorías igualitarias de la Cuarta transformación.

El plan declarado es destruir “todo lo anterior” y no dejar vestigio alguno del pasado que llaman neoliberal. Pero esa intención deja al descubierto la esencial contradicción de la pretensión presidencial. La “nueva sociedad” se está construyendo sobre las premisas materiales y económicas del T-MEC que, como instrumento del mercado liberal por excelencia, confirma el modelo de economía de mercado y su estrecha vinculación con la globalización, especialmente con la economía estadounidense.

El presidente delira con la importación del modelo político cubano a México, fundado sobre la fuerza económica del T-MEC y la economía de libre mercado. Es imposible no concluir que el presidente vive una desconexión entre la realidad y su fantasía. Las esenciales contradicciones de sus políticas públicas y arrebatos retóricos deben preocupar seriamente. El sujeto es colérico y está decidido a construir un dinosaurio autoritario y violento para ocultar que su plan se finca en una profunda contradicción que él no puede resolver.

Siendo un sujeto incapaz de aceptar errores, equívocos e imposibilitado para construir salidas reales a su predicamento, prefiere la destrucción a la construcción. Incapaz de solucionar las contradicciones inherentes a su propuesta (el modelo político del triunvirato autoritario montado sobre una economía de libre mercado globalizado), prefiere atacar antes que reconocer la imposibilidad estructural de su idea.

Además, la corrupción se ha masificado en su entorno. Nuevos ricos abundan en su gestión. Esto hace aún más desesperante la necesidad de no perder el control del sistema político. No quiere terminar en Almoloya. No admite la posibilidad de perder el poder en las próximas elecciones presidenciales. En consecuencia, acelera la destrucción institucional para frenar cualquier competencia equilibrada entre las fuerzas contrarias. Hará lo que sea para coartar cualquier posibilidad de que la oposición gane la elección.

El dinosaurio que está construyendo AMLO tiene una larga cola capaz de azotar violentamente a quienes no acaten su plan. La cola azotará con la fuerza que tendrá la capacidad de fuego y destrucción del narcotráfico y las fuerzas armadas resueltas a no perder los privilegios fabulosos adquiridos a lo largo del sexenio de López Obrador. Privilegios que, por sí mismos, los convierten en actores con voluntad propia y capacidad de acción independiente.

La violenta cola del dinosaurio podrá destruir todo lo que queda de resistencia democrática en México, pero también a su propio progenitor. ¿Qué harán militares y criminales una vez que tengan la cola del dinosaurio bajo su control, y no el presidente? ~

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(Ciudad de México, 1949) es analista político y profesor universitario.


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