Sin buen discurso no hay paraĆ­so

ĀæPor quĆ© no tenemos mĆ”s discursos de excelencia? Razones hay muchas. Por tiempo y espacio aventuro solo cinco conjeturas.
AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

En democracia, el discurso polĆ­tico es la herramienta de comunicaciĆ³n por excelencia. Permite a gobernantes y representantes exponer ideas, defender principios, rendir cuentas y movilizar voluntades. En situaciones de crisis, un buen discurso transmite confianza y certidumbre. En la competencia polĆ­tica, un buen discurso contrasta opciones y construye futuros deseables. A los gobernantes, un discurso robusto les permite brindar claridad sobre el rumbo a seguir; a los lĆ­deres de instituciones dar confianza en la efectividad de planes y programas. Para los estadistas, tener buen discurso es, sencillamente, el pasaporte a la posteridad.

Sin embargo, los buenos discursos hoy son la excepciĆ³n, mĆ”s que la regla. El debate polĆ­tico estĆ” alimentado mayoritariamente por declaraciones anodinas, descalificaciones pueriles, ocurrencias y dislates, repeticiones de lugares comunes y frases hechas que llegan, si acaso, a rellenar un boletĆ­n de medios que algĆŗn reportero “copy-pastearĆ”” en su nota del dĆ­a siguiente. Y no es que a los polĆ­ticos les guste. No he conocido a alguno que me diga: “hazme un discurso de flojera”. O “quiero sonar aburrido, sin visiĆ³n ni pasiĆ³n”. Al contrario. Todos aspiran, en secreto o no, a sonar “churchillianos”, “kennedysianos” “obamescos” o, ya de perdida, “clintonianos”.

Entonces ¿por quĆ© no tenemos mĆ”s discursos de excelencia? Razones hay muchas. Por tiempo y espacio aventuro solo cinco conjeturas:

1.- Porque se pone la carreta delante del caballo. Cuando los doctores no saben que tiene un paciente, suelen recurrir a dos explicaciones unitalla: alergias o estrĆ©s. En polĆ­tica, la explicaciĆ³n unitalla de los spin doctors es: “estĆ” fallando el discurso”. Y sĆ­, hay casos de polĆ­ticos y funcionarios que hacen cosas buenas, pero que no comunican efectivamente. Sin embargo, lo contrario es lo mĆ”s comĆŗn. El discurso se construye a partir de las decisiones del lĆ­der. Si este carece de estrategia, visiĆ³n o pasiĆ³n; si sus acciones son tibias o errĆ”ticas; si no es la persona indicada para el puesto, o si de plano no estĆ” haciendo nada relevante o Ćŗtil, no hay forma de contar una historia interesante. El discurso no va a llenar esos vacĆ­os, de la misma manera en la que las carretas no jalan caballos.

2.- Porque los temas son cada vez mĆ”s complejos, mientras que los cĆ”nones de la comunicaciĆ³n moderna apuntan a la simplificaciĆ³n. Para los gobernantes suele ser muy difĆ­cil transmitir explicaciones creĆ­bles de por quĆ© la economĆ­a no crece mĆ”s rĆ”pido, por quĆ© la inseguridad no puede desaparecer de un dĆ­a para otro o cuĆ”l es el problema energĆ©tico de MĆ©xico a treinta aƱos. Se trata de resultados de sistemas complejos que demandan explicaciones tĆ©cnicas y debates racionales sobre opciones de polĆ­tica pĆŗblica, aderezados con su generosa cantidad de cifras y jerga elevada. Justamente lo que detestan la mayorĆ­a de los medios. En la era del Twitter pega mucho mĆ”s un slogan emotivo y efectivo (“No mĆ”s sangre”; “Voto por voto”; “No a la privatizaciĆ³n”) que largas y aburridas explicaciones racionales sobre fenĆ³menos multidimensionales, laberintos legales y estadĆ­sticas.

Esto a su vez ha llevado a los polĆ­ticos a subestimar al pĆŗblico, que en realidad necesitarĆ­a de la explicaciĆ³n tĆ©cnica y racional para construir colectivamente un proceso abierto y saludable de comprensiĆ³n de los problemas y toma de decisiones.  ¿QuĆ© hace falta? Del lado de las instituciones: imaginaciĆ³n, pasiĆ³n, honestidad y respeto por la inteligencia del auditorio para explicar de mejor manera las decisiones pĆŗblicas. Del lado de los medios, objetividad y preparaciĆ³n de sus cuadros no solo para entender lo que estĆ”n diciendo (o callando) los polĆ­ticos, sino tambiĆ©n para saber dĆ³nde buscar buenos contraargumentos. Y por parte del pĆŗblico, exigencia y aportaciĆ³n de ideas y evidencia en vez de descalificaciones, cerrazĆ³n y cinismo.

3.- Porque los lĆ­deres ya no se preguntan el “por quĆ©”.  Martin Luther King no leyĆ³ un pliego petitorio de cuarenta y siete puntos para la igualdad racial. Churchill no les recitĆ³ a los britĆ”nicos los doce tomos del plan para ganarle a Alemania.  Kennedy no abundĆ³ en los vericuetos burocrĆ”ticos del programa espacial. Lo que hicieron con sus discursos fue inspirar, plantear un futuro deseable, un propĆ³sito superior, una Tierra Prometida: un “por quĆ©”. No se detenĆ­an mucho –al menos en sus discursos mĆ”s memorables– en el “quĆ©” ni en el “cĆ³mo”. SabĆ­an que el discurso tiene que dar rumbo, sentido, direcciĆ³n y motivaciĆ³n. SabĆ­an bien que lo que mueve a la gente es decirles “yo tengo un sueƱo”; “jamĆ”s nos rendiremos”; o “llegaremos a la luna antes de diez aƱos”.  Al hacerlo, movilizaron las energĆ­as sociales necesarias para resolver el “quĆ©” y el “cĆ³mo”.  Eso es liderazgo. Y el liderazgo potencia al discurso.

4.- Porque nuestra cultura polĆ­tica no empodera al individuo. Los grandes discursos de Luther King, Mandela, Gandhi, Churchill, Kennedy y Obama tienen una caracterĆ­stica comĆŗn: apelan a la voluntad, la responsabilidad y el esfuerzo individual como la principal herramienta de transformaciĆ³n de sus sociedades. Emocionan porque te hablan, te empoderan y te piden que hagas algo en lo que crees. En MĆ©xico, en cambio, nos gusta pensar que nuestros gobernantes son los responsables Ćŗnicos del Ć©xito o del fracaso nacional. Y ellos refuerzan esta inmadurez democrĆ”tica con discursos que se vuelven soliloquios autoreferenciales: “yo voy a hacer esto; yo me comprometo a lo otro; yo, yo yo..” No retan a la gente a pensar, a actuar, a cambiar de actitud y a tomar las riendas del paĆ­s. AsĆ­, lo Ćŗnico que se refuerza es un ciclo ilusiĆ³n-decepciĆ³n-cinismo-apatĆ­a que socava la vida pĆŗblica.

5.- Porque las agendas de los polĆ­ticos no suelen ser estratĆ©gicas. Frecuentemente me encuentro con polĆ­ticos inteligentes y con buenas intenciones que aterrizan en sus puestos sin una agenda estratĆ©gica. ¿CuĆ”l va a ser tu tema central? ¿CuĆ”les son las 2 o 3 cosas buenas que quieres que recuerde la gente de tu paso por esta instituciĆ³n? ¿CĆ³mo definirĆ­as el Ć©xito de tu periodo? Ante esas preguntas, el silencio y las miradas atĆ³nitas de los funcionarios y sus asesores suelen ser seƱal clara de que tendremos un gran reto construyendo buenos discursos desde cero. No hay que olvidar que sin objetivos claros no hay estrategia; sin estrategia no puede haber buen discurso; y sin buen discurso no hay paraĆ­so. AsĆ­ de fĆ”cil.

 

 

+ posts

Especialista en discurso polĆ­tico y manejo de crisis.


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā