El ministro de consumo Alberto Garzón anuncia –tras una reunión con Ihan-España, asociación para la Humanización de la Asistencia al nacimiento y la Lactancia– que va a tomar medidas para fomentar la lactancia materna, “base de la vida” (ejem, no). Esas medidas tienen que ver no con aumentar el tiempo de las bajas maternales, eso sería quizá demasiado fácil, sino con controlar la publicidad de las leches artificiales, en sus palabras: “prácticas comerciales de fabricantes de productos sustitutivos”. Que me perdone Elvira Lindo, a mis tres hijos les di teta alrededor de año y medio. Pero en este lado del mundo la diferencia entre bebés alimentados con leche materna y leche artificial es más bien inapreciable. Aun así, doné leche al banco de leche materna, que se usa sobre todo para bebés prematuros o pacientes de la UCI de neonatos. El empeño que pone el ministro de consumo en desarrollar subtramas que parecen de Veep casi me resulta simpático.
El ministerio de Igualdad lanza una campaña para que nadie se quede sin ir a la playa: gordas, negra, mastectomizada, una chica en bañador sin depilar, “El verano también es nuestro”. Ahora ya podemos ir a la playa, gracias. El diseñador del cartel ha usado fotos sin pedir permiso.
Cataluña. La lección más importante que se extrae del asunto es que cuanto más desafías las reglas y peor te portas, cuanto menos cumples las normas, más obtienes. El hijo díscolo, el que pega, el más irresponsable no solo se llevaría más atención de los padres, también obtendría más, en el sentido material. El alumno disruptivo, el que interrumpe la clase, el abusón, el que insulta a los compañeros, a lo mejor le baja los pantalones al que que es más flaco, le pone la zancadilla a otro y se ríe cuando una chica coge un tampax, el que desafía la autoridad que ya suele absorber casi todo el tiempo de clase, sería además premiado: se me ocurre, por ejemplo, aprobarle sin exámenes, o quizá mejor un notable. Al resto, exigencia implacable. Es una reinterpretación del a cada cual según sus capacidades; a cada cual según su incumplimiento de las normas que rigen para todos.
ERES. Nunca es el qué sino el quién.