Vox y la reacción visceral

El surgimiento de Vox se explica a veces como una respuesta ante al menos tres cuestiones: el independentismo catalán, la inmigración y el feminismo.
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El surgimiento de Vox se explica a veces como una reacción o respuesta ante al menos tres cuestiones: el independentismo catalán, la inmigración y el feminismo. Es la famosa tesis del backlash que se ha aplicado en los países occidentales donde ha surgido una ultraderecha. Una población culturalmente amenazada responde de manera visceral frente a determinados cambios morales y sociales. El caso de Vox encaja en esto pero tiene una diferencia importante. La amenaza independentista no es simbólica ni tiene que ver con un cambios morales sino que implicaba el riesgo de ruptura del país.

La tesis de la reacción visceral no ha disuadido a una parte del establishment progresista del país, que señala al partido (y a veces a sus votantes) como atrasado y autoritario. Íñigo Errejón ha sido de los pocos líderes del país que ha sugerido que no hay que “regañar” a los votantes de Vox, y que no hay 400.000 fascistas en Andalucía. Al mismo tiempo, la idea de que Vox ha surgido como “respuesta” a determinados aspectos, políticas o actitudes del establishment puede resultar paralizante y provocar impotencia. Como el partido es una “respuesta” (al independentismo, a la inmigración, a una “partitocracia”), hay que tener cuidado de no despertar a la bestia. Quizá una crítica demasiado dura, o un adjetivo demasiado burlón, o una etiqueta más o menos estigmatizadora les hace ganar un nuevo voto.

Los partidarios de Vox explotan esa tesis y la usan como tapón argumentativo: no habéis entendido nada, por culpa de lo que decís/hacéis Vox está subiendo tanto. En Twitter es común el simpatizante de Vox que responde a las críticas al partido diciendo que son su combustible. Un ejemplo: “Cada día, VOX gana 10.000 adeptos. Gracias por toda la mierda que arrojais. En las próximas generales, VOX = Mayoria Absoluta. Seguid así.” A menudo no hace falta que haya una ofensa real. La simple etiqueta de “extrema derecha” en un titular provoca críticas, cuando es una categoría acertada: el partido está muy a la derecha de los demás partidos.

En un artículo en Voz Pópuli, el periodista y crítico cultural Víctor Lenore escribe sobre los cómicos que se ríen de Vox y de los partidos de ultraderecha. Piensa que en cierto modo están contribuyendo a su ascenso: “Trump ganó la contienda electoral en parte porque cada broma que se hacía sobre el magnate inmobiliario fue sentida por sus bases como una ofensa contra ellos mismos.” Lenore repasa varios chistes y bromas sobre Vox (de Buenafuente, del programa Cachitos de La2, de Coque Malla) que considera desafortunados. Pero en su crítica parece que pone la tirita antes de la herida. Es imprescindible buscar las causas de un descontento, reflexionar sobre una posible reacción a un estado de las cosas, pero a veces no existe una causalidad directa.

Aceptar la tesis de la reacción visceral de manera tan superficial nos hace caer en un marco tramposo y artificial. En primer lugar, no es lo mismo la crítica a los políticos que a sus votantes, aunque a veces la identidad política se construye por afinidad a unos líderes. En segundo lugar, el votante de Vox no es homogéneo. Es difícil determinar en qué individuo pensamos al decir que estamos alienando al votante potencial de Vox. Como Lenore, estamos empezando a considerar que el votante de Vox forma parte de una especie de “mayoría silenciosa”, de un pueblo mítico desencantado, y es un error. De momento, el votante de Vox no tiene nada que ver con los “perdedores de la globalización” o los perdedores de la crisis. 

El voto a Vox es todavía hiperideológico. Quizá se despierta como reacción al establishment, pero a veces no necesita que ese establishment cometa errores o se comporte de manera condescendiente; solo necesita que haya un partido que se posicione como outsider y antiestablishment y que diga lo que otros no dicen.

La tesis de la reacción visceral no debería mitificar a un potencial votante de Vox susceptible que se ofende fácilmente. El partido explota un victimismo, y una de sus estrategias es precisamente provocar a la izquierda en redes sociales: “Su técnica es […] retorcida y rentable: cabrear a la izquierda asegurándose, así, de que sus mensajes llegan a quienes se indignan con los mensajes de Abascal… y reaccionan.” Vox promociona noticias de Facebook en entornos de izquierdas para luego pescar en río revuelto.

Hay mucho votante desencantado que piensa que su voz no es escuchada y tiene razón. Vota a Vox porque le ofrecen integridad e intransigencia. Pero dudo que la crítica a las ideas y líderes de Vox pueda estigmatizar al potencial votante del partido, que todavía no tiene un perfil definido.

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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