¿Adiós a las armas?

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Para hablarles de Guerra de Gwynne Dyer (Belacqva) empezaré con una constatación: formo parte de la primera generación de europeos que nunca, jamás, ha tenido un arma en las manos por imperativo estatal. Lo cual sin duda hace todavía más escalofriante la lectura de este libro, que –sintetizo diez mil años– explica lo siguiente: desde los tiempos de los cazadores-recolectores, la guerra ha sido una actividad cultural más del hombre –como el comercio, el amor o la agricultura–, con sus propias leyes y mecanismos psicológicos, y con el objeto general de matar extranjeros por cuestiones políticas. Esto era tradicionalmente llevado a cabo por los jóvenes varones, cuya testosterona y gregarismo –potencialmente desestabilizadores de la sociedad– eran reconducidos a la violencia organizada con el fin de defender los intereses de las élites y para rapiñar recursos. Con la ayuda de la tecnología, sin embargo, el potencial asesino de los ejércitos se multiplicó por varios miles, con lo cual la guerra dejó de ser una actividad que dos Estados podían llevar a cabo durante años sin apenas bajas civiles para convertirse en la matanza indiscriminada de ciudadanos inocentes. Hasta aquí, digamos, 9.900 años de historia.

Pero en algún momento del siglo XX –y quizá por todo lo que había significado el siglo XX– se extendió la idea de que “la guerra […] podía estar mal. La misma explosión de nuevas tecnologías que hizo a la guerra tan destructiva, hizo también de nuestro mundo algo visible de manera instantánea y continua. Ver a nuestros ‘enemigos’ en la televisión no necesariamente significa amarlos, pero se nos hace muy difícil negar que son seres humanos como nosotros. Aun cuando la moralidad no es más que un conjunto de reglas que inventamos para nosotros mismos a medida que progresamos, una de esas reglas ha sido, por lo común, que matar personas es malo”.

Eso no significa, según Dyer, que las guerras vayan a desaparecer a medio plazo. Al contrario, es casi seguro que asistamos a una “guerra por el poder total” en el transcurso de nuestras vidas y que la amenaza nuclear vuelva a ser un tema casi cotidiano. Lo que me pregunto es qué haremos entonces los que por suerte nunca, jamás, hemos tenido un arma en las manos.

PS: Hoy se cumplen cuatro años de la invasión de Irak. Y Christopher Hitchens se pregunta si hizo bien en apoyarla.

– Ramón González Férriz

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(Barcelona, 1977) es editor de Letras Libres España.


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