“Vivimos en el mejor de los mundos posibles hasta ahora conocidos, y viviremos aún mejor”
Han pasado tres años desde que la pequeña editorial Candaya publicara la primera novela de este físico y poeta devenido novelista. Se titulaba Nocilla Dream –en alusión a la versión española de la Nutella que desayunan y meriendan tantos niños en España y Portugal— y generó discusiones, críticas, recibió premios varios, dio nombre y carta de nacimiento a una generación y, sobre todo, ubicó en el mapa de la literatura hispanoamericana a su autor: Agustín Fernández Mallo. Tiempo después los lectores nos enteramos de que el Proyecto Nocilla era en realidad una trilogía, que editorial Alfaguara se apresuró a comprar y que ahora, en este año 2009, llega a su fin con la publicación de Nocilla Lab, excusa suficiente para mantener una entretenida charla con el autor.
Tu biografía reza que eres físico nuclear y trabajas en aplicaciones médicas, ¿te importaría explicarnos un poco en qué consiste tu trabajo?
No es así exactamente. Soy físico especializado en la aplicación de las radiaciones ionizantes a la terapia del cáncer. Básicamente, se trata del diseño del tratamiento a cada paciente en radioterapia, ya que el tumor se combate con haces de partículas (fotones y electrones). También mi trabajo consiste en la protección radiológica, que es velar porque las radiaciones no se extiendan y dañen al personal y al público.
¿Cómo decidiste hacerte físico?
No sé, porque me gustaba. La física me parecía entonces como un misterio muy profundo, casi poético. Y aún me lo parece en cierta manera.
¿Cómo empiezas a escribir?
Porque me gustaba hacer las letras de las canciones en los grupos en los que tocaba la batería. De ahí paseé a hacer poesía ya de más pretensiones, y una cosa llevó a la otra. También influyó la física, ya que para mí era casi como un poema.
¿Cuánto de C.P. Snow y sus Dos Culturas hay en tu reivindicación de la ciencia y la tecnología de cara a la literatura?
Bueno, bastante. Creo que esa separación es el gran timo de la Era Moderna. Yo no me identifico con esa separación, y creo no tiene sentido en un mundo en el que cada vez todo está más conectado en red. Ahora hay un colectivo que se hace llamar la Tercera Cultura, que parece que está bien, ¿no? Tienen una Web interesante.
¿A qué achacarías el divorcio entre ciencia y cultura que parece existir en nuestro idioma?
Si te refieres en España, pues no lo sé. Planes educativos derivados de un afán por la especialización exagerada. O quizá el hecho de que la humanística en el buen sentido de esa palabra, es decir, entendida como la intención de abarcar el conocimiento sin etiquetas y críticamente, no arraigara en este país.
¿Qué lecturas científicas recomendarías a nuestros hombres de letras?
Pues no creo que haya que aleccionar a nadie. Hay muchos libros de divulgación científica muy buenos e interesantes. Pero algo importante son, por ejemplo, las biografías de los científicos. Dan una idea de que los hombres y mujeres de ciencias son en muchos casos mucho más humanistas de lo que pueda parecer. Además de contagiar una pasión por su trabajo.
¿Cómo viviste todo el revuelo que suscitó Nocilla Dream?
Muy tranquilamente. Lo veo como una película un poco lejana, algo que pasa por delante de mí, y sólo lo observo a distancia. Tanto con Nocilla Dream y Nocilla Experience, la cosa fue bastante natural y rodada, aunque muy cansada, porque generaron –como ocurre ahora con la tercera Nocilla Lab—, tal cantidad de reseñas y entrevistas que casi no tengo tiempo para otra cosa. Fue una sorpresa para mí. No me esperé nunca ni que se fueran a publicar estos libros.
Cuando en tus artículos hablas de un enfrentamiento con cierta crítica reaccionaria hegemónica, ¿a qué te refieres concretamente? ¿No es verdad que los libros producidos por ti y otros autores de la mal llamada Generación Nocilla reciben críticas entusiastas en diversos medios?
Sí, personalmente me siento bien tratado por la crítica. Pero esa crítica ha tenido que pelear con uñas y dientes para hacerse oír. Y los autores también. Que haya variedad en la literatura es un signo de buena salud. A mí me encanta que existan otras literaturas. No me siento cómodo con la hegemonía de ninguna, incluida la mía.
Pese a haber publicado ya tres libros de narrativa, siempre dices que eres sobre todo poeta, ¿qué tiene la poesía para que te sientas más cercano a ella que a la narrativa?
Bueno, es que para mí todos mis libros son poemas, en el sentido de que parten del mismo pulso poético. Escribo mis novelas de la misma manera en que escribo poesía; sin programar nada y por intuiciones del momento. Si no tuvieran un poso poético, no creo que valieran de nada mis novelas. En mi mente no distingo mis novelas de mis poemarios, se me mezclan bastante.
Qué descubrimiento científico merecería una novela o un poemario de tu parte?
No plantearía así la pregunta, no soy quien para que algo tan importante “merezca” mi atención. Me interesan muchos, los hay muy poéticos, como el reciente descubrimiento de la Energía Oscura, que acelera al Universo. Es tremendo.
¿Qué discusión científica te interesa en la actualidad?
Me interesan las cuestiones relacionadas con las teorías de redes y los sistemas complejos. Creo que, como teoricé en mi ensayo Postpoesía, son aplicables a muchos campos de las ciencias y las letras, para unirlas. Pero desgraciadamente no soy experto en eso y mis conocimientos no pasan de los que un aprendiz.
Robándole la pregunta a John Brockman, ¿en qué cosa, que la ciencia no haya podido demostrar aún, crees?
En todo. Es decir, en nada. La ciencia en realidad nunca puede demostrar nada, todos sus resultados están sujetos a una falsabilidad, es decir, mañana pueden ser falsos. Creo que creer en una demostración infalible es otro tipo de fe.
Y, para finalizar, otra de Brockman: ¿respecto a qué eres optimista, es decir, qué drama humano o problema global crees que la ciencia será capaz de resolver en los próximos años?
Todos. No soy apocalíptico. Tarde o temprano todo se soluciona y muta. Un ser individual puede suicidarse, pero no se conoce una civilización que se suicide en masa. Es de lógica, y antropológicamente inconsistente. Llevan siglos diciéndonos que esto se acaba, que tal drama es irreversible, etc. Y aquí estamos. Nos toman por tontos. Es la política del miedo. Ahí a mí no me pillan. Creo que vivimos en el mejor de los mundos posibles hasta ahora conocidos, y que viviremos aún mejor.
– Diego Salazar
(Lima, 1981) es editor y periodista.